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“El viaje me amigó no sólo con la gente, sino conmigo misma ”

Cuerpo & Alma
“El viaje me amigó no sólo con la gente, sino conmigo misma ”

A pedal de Ushuaia a la Quiaca. Entrevista a los argentinos Andrés Calla y Jimena Sánchez, quienes en nueve meses atravesaron en bici el territorio argentino de Sur a Norte

agosto 08, 2014

“Los sueños son posibles si tenemos el coraje de ir tras ellos”. Esta frase, que puede resultar simplista e inalcanzable en el ajetreo del día a día, es el motor que empuja a Andrés Calla y Jimena Sánchez, ambos argentinos de 26 años. Andrés, fotógrafo. Jimena, comunicadora y fanática de la escritura creativa. “En 2010 arranqué con un blog: luzyhumo.blogspot.com, para hacer catarsis y hablar de la vida”, comenta Jimena. Él, de San Isidro. Ella, de Vicente López. El uno y el otro apasionados y defensores a muerte de sus ideales y de su gran sueño. Nada más y nada menos que subirse a una bici y recorrer durante nueve meses 6.600 kilómetros, atravesar la Argentina desde su punto más frío hasta su punto más caliente. De Sur a Norte. De Ushuaia a la Quiaca. Del 7 de enero al 7 de octubre de 2013.

Estaban de novios desde hacía dos años cuando se tomaron un avión  desde Buenos Aires hasta Ushuaia para comenzar la aventura. Una aventura que los iba a poner a prueba en muchos aspectos de su vida. Andrés siempre anduvo en bici, pero paseos meramente citadinos. Jimena no se subía a una desde sus 11 años cuando dando una vuelta a la cuadra con su papá se cayó y no se subió más. “Yo era una chica que iba a trabajar con sus jeans apretados, tacos, carterita y con el pelo planchado. Era de ciudad al 100 por ciento. Me veía como la CEO de una multinacional”. Así era Jimena. Parece que Andrés había hecho varios viajes familiares de turismo aventura con sus papás, por lo cual estaba más baqueteado para este desafío que les iba a marcar un antes y un después en sus vidas.

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“No sé si teníamos tan claro el objetivo, el viaje nos lo fue mostrando”, Jimena

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Dolores: ¿Cómo surgió la idea de tremendo viaje?

Jimena Sánchez: Hacía dos años que venía trabajando en una agencia de publicidad importante en Buenos Aires cuando decidí hacer un viaje al Norte de Argentina con una amiga. Paralelamente, Andrés hizo un viaje de mochilero. Cuando volvimos nos encontramos con las mismas dudas existenciales. Nos empezamos a plantear si la forma en que vivíamos era la que queríamos para nuestras vidas. Personalmente, empecé a cuestionarme las ocho horas que pasaba delante de la computadora, el tema del ego en el trabajo.

Andrés Calla: Sí, tal cual dice Jime. Nos miramos y coincidimos. Nos dijimos que si no estábamos conformes con esta vida diaria, ¿por qué seguir haciendo lo mismo? A partir de ahí empezamos a ver qué podíamos hacer. Fueron meses de búsqueda, de conocer un submundo que no conocíamos. Nos encantó un blog de una persona que hacía diez años que estaba recorriendo el mundo en bici. Y ahí nos preguntamos: ¿Por qué nosotros no? Luego de cinco meses de investigación ya estábamos viajando en bici.

D: ¿Por qué la bici como medio?

JS: El primo de Andrés estaba haciendo un viaje en bici por Buenos Aires y alrededores, y fue su inspiración. Así fue que a Andrés le picó el bichito de la bici.

D: ¿Qué reacciones tuvieron ambas familias y amigos al enterarse que iban a atravesar Argentina en bici?

AC: Nuestras familias no podían creer lo que íbamos a hacer. El proceso entre la preparación y la concreción fue lo más difícil del viaje. Con respecto a mi familia específicamente, al principio lo vieron como otro más de mis tantos proyectos que quedaría por el camino. Lo tomaron como una idea un poco loca. Mantenían mucha distancia, fueron meses terribles. No tuve apoyo en casa, y lo mismo digo de mis amigos que estaban encerrados en sus vidas tan citadinas. Mi apoyo fue Jime. Organizábamos el viaje un poco a escondidas. También implicaba responsabilidad, teníamos que demostrar seguridad dentro de nuestra inseguridad. Pero con el transcurso del tiempo vieron que el proyecto iba tomando forma y se dieron cuenta que la cosa iba en serio.

JS: Mi familia me decía que estaba loca, que era una desquiciada, que no lo íbamos a lograr. Mi papá no le dirigió más la palabra a Andrés hasta que nos encontramos en un determinado momento del viaje y le dio una palmadita de aprobación en el hombro. Ahora mi papá ama a Andrés con todo su corazón, es como si fuera su hijo. Mis amigas, algunas lo veían bien y otras no; era lógico, yo estaba planteando un contraste tan diferente a cómo era antes…

D: ¿Cuál era el objetivo del viaje?

JS: No sé si lo teníamos tan claro, el viaje nos lo fue mostrando. Por ejemplo, en el límite entre Santa Cruz y Chubut nos dimos cuenta que la gente iba a ser protagonista y no los lugares como lo pensamos en un momento.

D: ¿En algún momento pensaron que quizás no estaban preparados?

JS: Con Andrés no había otra chance, yo estaba entre la espada y la pared. Al principio me dio mucho miedo, me sentía muy frágil para hacer semejante viaje. Nunca dudé de Andrés porque tiene mucha personalidad, más bien dudé de mí. Aparte hacer la ruta 40, la ruta del desierto ¡que tiene más de 5.000 kilómetros! Se conoce como la mítica o desolada ruta 40. ¡Al principio le tenía miedo a las tormentas de viento! Nos tocó una de más de 150 kilómetros por hora y no veíamos absolutamente nada para refugiarnos.

D: Jimena, ¿qué fantasmas te surgieron en esos momentos?

JS: Sentía que el viento me iba a volver loca. Me daba miedo que nos pasara algo en medio de la ruta y que nadie se enterara.

D: ¿Cómo se sustentaron económicamente?

AC: Gran parte de nuestros ahorros se nos fue en los pasajes de avión y la preparación del viaje. Entonces agarré fotos mías e imprimí postales, señaladores, calcos e imanes para irlos vendiendo en los diferentes pueblos que íbamos parando. Abríamos la valija con el merchandising y lo ofrecíamos a voluntad. Esos fueron nuestros ingresos. ¡Hasta volvimos con plata!

D: ¿Consiguieron sponsors?

AC: Desde un principio lo queríamos hacer profesional y nos fue muy bien. Las bicis nos la dio Venzo, que es una marca que se vende mucho en Argentina; además, conseguimos indumentaria, bolsos, etcétera. No pedíamos plata, sino equipos.

D: Juntos armaron un blog para ir posteando situaciones del viaje.

JS: Sí, la gente viajera se identificaba mucho con todos los posts. Andrés dice que el blog es como si fuera mío porque escribo mis sensaciones y sentimientos, pero yo no me puedo desprender de ellos (risas). Andrés es el fotógrafo del blog, sus fotos son geniales.

D: ¿Cómo fue la convivencia?

AC: Fue una apuesta fuerte ya que nunca habíamos estado todo el tiempo juntos, las 24 horas del día, todos los días de la semana, durante nueve meses. Marcó un antes y un después en nuestra relación. Y creo que si sobrevivimos a estar tomando decisiones continuamente, podemos sobrevivir a cualquier cosa (risas). Claro que tuvimos un  par de roces como en cualquier pareja. En términos generales nos llevamos muy bien. Siempre digo que me fui con mi novia y volví con un amigo. Jime es una mina de diez, de fierro.

JS: Súper bien. Grandes discusiones habrán sido tres. Durante el viaje las subidas tenían una distancia de tres kilómetros y Andrés se enojaba porque yo hacía uno, me cansaba, me bajaba de la bici y empezaba a caminar. Y tras su enojo yo estallaba. Esas eran nuestras discusiones en medio de la ruta (risas). Pero, fuera de eso, fuimos muy compañeros y nos llevamos muy bien. El viaje en sí nos unió mucho.

D: Un día tipo…

AC: La rutina empezaba a eso de las nueve aproximadamente y hacíamos 30 kilómetros por la mañana, íbamos paseando y cada tanto parábamos a charlar, a tomar agua, a comer algo en la banquina. A eso de las siete de la tarde nos dábamos cuenta que habíamos hecho de 60 a 80 kilómetros. De noche caíamos planchados; a veces ni hambre sentíamos. Tirábamos la carpa y nos dormíamos a eso de las nueve de la noche.

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“En la ruta no estás solo, te encontrás con gente, te das cuenta que estás en una hermandad y eso es algo muy bueno”, Andrés

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D: ¿Siempre dormían en carpa?

AC: No siempre. Dentro del armado del proyecto hicimos un mail de presentación con una propuesta que mandamos a hostels y hoteles de las zonas que íbamos a atravesar. Cambiábamos hospedaje por una mención en nuestro blog. Lo que le dio solidez a todo esto fue siempre estar adelantado dos o tres jugadas, es como el ajedrez.

D: Para sobrevivir cuatro estaciones, ¿qué ropa llevaron?

AC: Teníamos como equipo dos remeras térmicas, un polar y unos zapatos de trekking. No teníamos el mejor equipo del mundo pero era lo que había.

D: ¿Cómo se alimentaban?

AC: El proceso de aprender a comer fue cambiando durante el viaje. Al principio éramos ignorantes. Nos comprábamos enlatados y después fuimos incorporando nueces, frutas. Conocimos a otros viajeros y nos daban consejos.

D: ¿Bibliografía sobre viajes del estilo?

JS: La literatura de viajes es muy rica. Yo sigo a Aniko Villalba, una chica argentina que viaja de mochilera por el mundo desde hace cuatro años y escribió un libro que se llama Días de Viaje. Relatos en primera persona. También sigo a unos chicos argentinos, Laura Lazzarino y Juan Pablo Villarino, autores del libro Caminos invisibles. 36.000 km a dedo de Antártida a las Guayanas, que está muy bueno. No conozco ningún argentino que haya escrito un libro sobre su viaje en bici. Es que son pocos los argentinos que se animan a recorrer las rutas de su país, por eso estamos en vías de publicar nuestro libro.

D: Algún lugar que les haya sorprendido… 

JS: ¡Santa Cruz y la Estepa Patagónica son increíbles! No te lo puedo describir con palabras. Justamente el lugar que más miedo tenía mi papá, fue el lugar más increíble; fueron 400 kilómetros donde estábamos nosotros y la estepa…

D: En base a las enseñanzas que les dejó este viaje, ¿cómo harían el próximo?

AC: El próximo lo queremos disfrutar más. En la semana había cuatro días que nos teníamos que poner a actualizar el blog, cuando nos prestaban una casa con wifi o bien en una estación de servicio. Nos ha pasado de estar en lugares paradisíacos y tener que estar con la computadora. Es que es la única forma de llevar adelante un proyecto sustentable y sólido como para extenderlo en el tiempo y vivir la vida de viaje, como se llama este proyecto.

JS: Yo también lo haría mucho más relajada.

D: La ruta…

AC: En la ruta no estás solo, te encontrás con gente, te das cuenta que estás en una hermandad y eso es algo muy bueno. Se van creando pequeñas historias. Hay gente de todo tipo y de todas las nacionalidades. Conocimos un yanqui que salió de su país caminando, hace ocho años, y lo sigue haciendo hasta el día de hoy.

D: Algún recuerdo inolvidable…

AC: En la carpa frente a ciertos paisajes, tomando unos mates y sintiendo que no me faltaba nada. Argentina es un país gigante, con todos los relieves y climas. Viajamos con todos los climas durante las cuatro estaciones.

JS: La llegada a la Quiaca y que estén allí Yolanda y Miguel, una pareja de viajeros de 70 años que en ese momento estaban recorriendo Argentina en su auto. A ellos los conocimos unos meses antes en el límite entre Chubut y Santa Cruz. Nosotros estábamos pedaleando cuando vimos frenar un auto al lado nuestro, los señores se bajaron y estuvimos conversando un largo rato. Antes de despedirnos nos sacamos fotos ¡y nos dieron 200 dólares de regalo! ¡Un amor!

D: ¿Qué les dejó el viaje?

AC: La gente de diferentes clases sociales que te abre sus casas sin conocerte, uno pasa a ser parte de esa familia. Todos te daban sin tener la obligación de hacerlo. Cuando recuerdo el viaje es como una manera de volver a viajar. Te confirma lo que querés seguir haciendo.

JS: Me reconcilié con la humanidad, por así decirlo. Yo estaba muy negativa con la gente, venía de estar trabajando en una agencia de publicidad con tanto ego entre las personas, tantos prejuicios. En el viaje conocí tanta gente buena, tanta gente que quería que cumpliéramos nuestros sueños de unir el país de punta a punta. Personas que no tenían nada nos daban un paquete de arroz, nos abrían las puertas de sus casas y nos daban un colchón para dormir. Todo eso me amigó no solo con la gente, sino conmigo misma. Pude confiar en mí y empezar a decir que hoy soy viajera y escritora. El hacer semejante viaje en bici sin experiencia previa reconfirmó el hecho de que cuando uno confía en sí mismo las cosas se dan. El viaje en sí fue la mejor terapia que pude haber hecho.

D: Ahora están en el post viaje, instalados en Buenos Aires. ¿Qué están haciendo?

AC: Estamos con la familia. Y dando los primeros pasos para escribir el libro de lo que fue la travesía en bicicleta.

JS: Pero todavía no lo empezamos, va a ser todo un desafío.

Contacto:
Andrés Calla y Jimena Sánchez
Mail: lavidadeviaje@gmail.com
Web: lavidadeviaje.com / blog de viajes y aventuras

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Acerca del autor

Me llamo Dolores de Arteaga y soy del 70. Amo la vida, con sus dulzuras y sus sinsabores, con mi pasado y mi presente. Tengo un largo camino recorrido como mujer y como ser humano, con todo lo que estas palabras implican. Fui niña y adolescente. Soy hija y madre, mujer de mi marido y amiga. ¿Mi marido? Mi pilar, el compañero que elegí desde que lo conocí, que nunca me cortó las alas para volar. ¿Mis hijos? Son lo más importante y fuerte que me pasó desde que nací. ¿Mis amigas? Son del alma, fueron mi propia elección, son mi otro yo, ven la vida con mis mismos lentes. sobremi Fui maestra, dueña de una tienda de segunda mano y ahora soy bloggera. Siempre digo que mis ciclos duran diez años; me gustan los cambios, reinventarme cada tanto. Me parece que las mutaciones forman parte del movimiento y de la riqueza de la vida. A partir de los 40 sentí que estaba empezando la otra mitad de mi existencia y se me despertaron gustos e intereses que quizás estaban dormidos. Me siento más entusiasta ahora que a los 20. Se preguntarán “¿qué se le dio por hacer un blog?”. Tengo intereses de todo tipo. Considero que leer es uno de los placeres de la vida, que el arte nos estimula los sentidos y que viajar nos enriquece el intelecto y el alma. Siempre me gustó descubrir la otra cara de las ciudades, hacer hallazgos donde no es fácil identificar a primera vista, descubrir y redescubrir lugares, conocer a la gente, estudiar la naturaleza humana en sus diferentes realidades, hurgar un libro hasta el cansancio, improvisar críticas de cine de lo más personales con amigas, salirme del clásico circuito pautado por unos pocos y estar pendiente de qué se puede hacer acá, allá o donde fuere. Pero sobre todo, me gusta reírme, y si es a carcajadas, mejor todavía. También soy una máquina de registrar datos. Siento un disfrute especial cuando lo hago. Mis amigas me llaman las “páginas amarillas”. Y hasta acá llegué para no aburrirlos hablándoles de mi. ¡Entren a descubrir el blog! ¡Para mí es un verdadero disfrute hacerlo!

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