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La diversidad de la vida

Deco & Diseño
La diversidad de la vida

Charla con Mónica Rodríguez, artesana de animales autóctonos uruguayos, realizados en punto marroquí

octubre 23, 2014

 

La feria de Tristán Narvaja me pierde. A tal punto, que olvido rápidamente el objetivo de la ida. Así fue que, aquel domingo, caminando precisamente por la calle Tristán Narvaja con mi hija Jacinta en busca de un tocadiscos antiguo, me encontré con un puesto de animalitos autóctonos uruguayos hechos en punto marroquí. Hace poco mi hija había estudiado en la clase la fauna local, y todos los días me recitaba un poema que los nombraba uno por uno. Y ahí los teníamos a todos juntos, como servidos en bandeja. Una delicia cómo la artesana Mónica Rodríguez tenía decorado su puesto, donde no faltaban libros y frases elocuentes. Como por ejemplo:

“Al final, conservaremos solo aquello que amemos,
Amaremos solo aquello que comprendamos,
comprenderemos sólo aquello que se nos enseñe.”
Baba Dioum, conservacionista senegalés

Desde el 2002 Mónica Rodríguez tiene el título de médica guardado en un placard de su casa. Con la debacle económica que azotó a nuestro país por aquél entonces, decidió volver a sus orígenes: “Toda mi vida, antes que nada, fui diseñadora. Ya a los 5 años mi maestra de jardinera me mandó hacer estudios por la creatividad que asombraba.” Hoy, con 55 años y con dos hijas ya adultas, Florencia (28) y Camila (18), recuerda con mucho cariño a su “tía vieja” con la que compartía un “tallercito” y le enseñó a coser en una máquina Singer vieja: “Hacíamos esas muñecas patonas para colgar en las paredes, esas que se usaban antes.” De la época que ejerció como doctora recuerda, entre risas, que iba siempre tejiendo en la parte de atrás de la ambulancia.

Pero tejer no es su única pasión. La diversidad biológica es otra de ellas. Se reconoce como ecologista militante y ante su siguiente planteo: “¿Cómo hacemos para educar y tratar de conservar lo que nos queda?” surgió la creación de una línea de fauna nativa. Unió arte y ciencia y sintió una gran satisfacción. Lo vio como una forma de resarcir todo lo grave que está pasando: “Nuestro patrimonio biológico está desapareciendo, ya no tenemos montes y es irreversible”.

Mónica también es artesana de la vida. Su eterna sonrisa esconde dolor. Dolor causado no solo por una infancia envuelta en violencia familiar, sino también por una poliartritis reumatoidea, una discopatía en la columna y cataratas en ambos ojos. “La poliartritis me atacó las manos, que las tengo deformadas como garras. La discopatía es porque he hecho de todo en mi vida, y he hecho pedazos la columna, no tengo una vértebra sana. Las cataratas se deben a una medicación que tomé mucho tiempo por las dos enfermedades”, comenta Mónica. Ambas enfermedades, independientes una de la otra, intentan opacar su alegría de vivir, pero ella no baja los brazos. Sus ganas de vivir van por más.

Su forma de trabajo ya habla de su compromiso con la vida y de su insondable amor por los animales: “Trabajamos en tres dimensiones. Yo primero conozco al animal, estoy con él. Muchas veces voy al Parque Lecocq. Después busco unas buenas fotos. Lo dibujo y después desestructuro ese dibujo en piezas que puedo ir haciendo…¡Es complejo! Por ejemplo: hago una mulita. Primero el cuerpito. Por un lado, unas piezas van a ser el caparazón, la cabeza, la trompita. Por otro lado las orejas. ¡Me lleva un tiempo hacerlo! Pero ya llevo 12 años en esta evolución de lograr esos bichos que son miméticos, que los reconocés enseguida. La idea es que la gente conozca los animales uruguayos.”

Mónica trabaja sola, en su casa. “Mi casa es mi templo, es donde me siento contenida y protegida, es mi castillo. Aquí tengo todo mi diseño, mi colección de latas de tunas. Me encanta estar en casa, que siempre tiene las puertas abiertas.” Me cuenta con total disfrute que se divierte mucho con su cabeza: “ Mi cabeza trabaja, miro, imagino. Es como que tengo un mundo dentro de la cabeza y el tema es aprender a disfrutarlo.”

Cada pieza le lleva muchas horas. A veces hace un animal por día, otras veces dos: “Cuando hago dos es como si trabajara una jornada de ocho horas.” El precio ronda los 450 pesos por unidad. El mano pelada, el coatí, la nutria, el lobito de río, el guazubirá, la pareja de venados de campo, y el tamanduá, son algunos de los tantos animales que crea.

Entre charla y charla con los clientes que frecuentan su ya clásico puesto en la feria, Mónica sabe más que nadie qué libros recomendarles. El baile de los bichos, de Francisco Espínola; Las aventuras de Juan el zorro, de Serafín J. García; Buscabichos, de Julio César Da Rosa; Vincha Brava, de Mauricio Rosencof; entre otros. Pero reconoce que La diversidad de la vida, de Edward O. Wilson, es un libro del cual nunca se separa: “Es un libro de biología que vale la pena que lo lea todo el mundo.”

Y para terminar, Mónica nos deja una reflexión: “Tratemos de conocer y salvar el patrimonio biológico que nos queda. Hagámoslo de la mejor manera, jugando y conversando.”

Contacto:
Mónica Rodríguez
Cel.: 091 031 715
¿Dónde ubicarla? puesto en Feria Tristán Narvaja:
Tristán Narvaja, frente al Nº 1720

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Mónica Rodríguez en pleno trabajo

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Acerca del autor

Me llamo Dolores de Arteaga y soy del 70. Amo la vida, con sus dulzuras y sus sinsabores, con mi pasado y mi presente. Tengo un largo camino recorrido como mujer y como ser humano, con todo lo que estas palabras implican. Fui niña y adolescente. Soy hija y madre, mujer de mi marido y amiga. ¿Mi marido? Mi pilar, el compañero que elegí desde que lo conocí, que nunca me cortó las alas para volar. ¿Mis hijos? Son lo más importante y fuerte que me pasó desde que nací. ¿Mis amigas? Son del alma, fueron mi propia elección, son mi otro yo, ven la vida con mis mismos lentes. sobremi Fui maestra, dueña de una tienda de segunda mano y ahora soy bloggera. Siempre digo que mis ciclos duran diez años; me gustan los cambios, reinventarme cada tanto. Me parece que las mutaciones forman parte del movimiento y de la riqueza de la vida. A partir de los 40 sentí que estaba empezando la otra mitad de mi existencia y se me despertaron gustos e intereses que quizás estaban dormidos. Me siento más entusiasta ahora que a los 20. Se preguntarán “¿qué se le dio por hacer un blog?”. Tengo intereses de todo tipo. Considero que leer es uno de los placeres de la vida, que el arte nos estimula los sentidos y que viajar nos enriquece el intelecto y el alma. Siempre me gustó descubrir la otra cara de las ciudades, hacer hallazgos donde no es fácil identificar a primera vista, descubrir y redescubrir lugares, conocer a la gente, estudiar la naturaleza humana en sus diferentes realidades, hurgar un libro hasta el cansancio, improvisar críticas de cine de lo más personales con amigas, salirme del clásico circuito pautado por unos pocos y estar pendiente de qué se puede hacer acá, allá o donde fuere. Pero sobre todo, me gusta reírme, y si es a carcajadas, mejor todavía. También soy una máquina de registrar datos. Siento un disfrute especial cuando lo hago. Mis amigas me llaman las “páginas amarillas”. Y hasta acá llegué para no aburrirlos hablándoles de mi. ¡Entren a descubrir el blog! ¡Para mí es un verdadero disfrute hacerlo!

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