Cabezal

redes sociales

728 X 90

“Tengo material digno de estar en un museo, y eso no tiene precio”

Vestir: una pasión
“Tengo material digno de estar en un museo, y eso no tiene precio”

Un ida y vuelta con Sandra Peduto, quien está dedicada de lleno a la venta y alquiler de ropa antigua

diciembre 16, 2014

 

Por Dolores de Arteaga

Cuando traspasé las enormes puertas de la casona antigua de Sandra Peduto en la calle Pozos del Rey, en pleno barrio de la Aguada, fue como atravesar el túnel del tiempo. Vestidos de los años ’20. Sombreros y tocados de finales de los ’60 que uno fácilmente emparenta con peinados batidos y la típica banana que lucían las mujeres en aquella década. Ropa psicodélica, pantalones Oxford, cajas llenas de pañuelos, así como también guantes largos, son algunos de los infaltables en los percheros de esta señora, que tiene claro que a pesar de sentirse coleccionista no puede serlo, porque vender y alquilar sus adquisiciones son su medio de vida. Así fue que logró un punto de equilibrio. Algunas cosas las vende, y otras las hace suyas: “A la hora de vender me cuesta. Me gusta quedarme con algunas cosas que me resultan especiales y únicas”, agrega Sandra, quien se encariña con todo el material que tiene exhibido en dos de los cuartos de su casa.

Sandra es uruguaya, descendiente por parte de padre de italianos y nieta de un egipcio: “Me siento identificada con todo lo italiano. Mi familia es de Salerno, Italia. Pero me encanta Uruguay.” Disfruta de salir con su cámara de fotos y retratar fachadas de casas, cornisas: “Me gusta todo lo que es bello y armonioso.” Está divorciada desde hace cuatro años y tiene un hijo de 21, quien aprecia su casa de una manera especial: “Mi hijo tiene claro que su casa es diferente, se respira armonía, hay cosas lindas.” Los comienzos en la venta de antigüedades fueron con su marido, hace unos 30 años, compartiendo un puesto en la Feria Tristán Narvaja: “El se dedicaba a vender objetos y yo ropa, botoncitos y puntillas.” Luego llegaron los tiempos del local a la calle, en Bartolomé Mitre; y la Galería Concorde, en Punta del Este, también fue uno de sus lugares de venta. Hoy, sin socio, ella no solo vende y alquila ropa y accesorios antiguos, sino también objetos de decoración.

El especial sabor de lo antiguo proviene de una infancia rodeada de afectos. Compartir el mismo hogar con sus abuelos, rodeada de enormes roperos sobrecargados de ropa de lo más variada, eran para esa Sandra niña como el paraíso en sus juegos infantiles. “En esa casa habían vivido mis cuatro tías, todas muy coquetas. Entonces allí encontrabas vestidos que fueron usados en óperas, fiestas, y demás. Y todo eso fue quedando allí. “Nunca me vestí a la moda, siempre fui un poco más osada. No me gustaba ser del montón. Tampoco era excéntrica. Fui bastante hipilla. Usaba el pelo largo y con rulos”, agrega Sandra, amante de las décadas pasadas.

Desde hace unos seis años presta, además, un servicio que nos permite remontarnos a alguna década pasada. Tanto familias enteras como grupos de amigas llegan a lo de Sandra para dejarse vestir por ella con ropa de época y retratarse simulando que están viviendo en tiempos de antaño. Los motivos para contratar este servicio es muy variado: parejas que van a festejar su aniversario y quieren una foto para hacer las invitaciones; cumpleaños; despedidas de solteros; etcétera. “Todo lo que uso para vestir a mis clientes es ropa mandada a hacer especialmente. Igualmente siempre se respetan los diseños de época y sus materiales: puntillas, telas antiguas.” También comenta que hay talles para todos, desde bebés hasta gente adulta, gente flaca y no tanto. Viste a las personas con una paciencia infinita, a las mujeres les recoge el pelo con horquillas; las posiciona delante de una escenografía característica, luego ella se coloca detrás de la cámara y ¡a sonreír! Las personas se van felices con su foto en color sepia, impresa en el momento, enmarcada en un cartón. Me cuenta que es muy divertido ver toda la transformación, el antes y el después de la gente antes de la foto. La primera década de 1900 es la más solicitada; cuando viene algún grupo de chicas solas piden los locos años ’20. Sandra puede pasar más de una hora para tomar una foto a cuatro personas, porque parte del disfrute también es comunicarse; la gente quiere saber la historia de todo.

Sandra se abastece en casas de particulares, en la Feria Tristán Narvaja, Mercado Libre, y la feria de Piedras Blancas, de la cual dice: “Voy seguido porque es como una aventura. Podés caminar diez cuadras y encontrar cualquier cosa, ¡pero de repente te encontrás con algo que no podés creer!” Sus precios de reventa oscilan entre los 500 pesos y los 200 dólares.

Todas las épocas por las que ha atravesado la historia de la vestimenta le gustan mucho a Sandra. Considera que todas tuvieron su encanto, pero a los años ’20 los considera especiales porque marcaron un cambio muy grande, la liberación de la mujer, fue como una protesta: “Pasaron de las polleras larguísimas, que no dejaban ver ni los tobillos, a esos vestidos con flecos y plumas que me encantan…” También le gustaron mucho los ’50.

En lo de Sandra los siglos XIX y XX están muy presentes:“Botitas y sombrillas de principios del 900; chatitas de los ’50; vestidos de la década del ’30, glamorosos, drapeados, con mucha caída y cola; y también de los ‘40 que pasó sin pena ni gloria, era ropa simple. En los ’50 la mujer vuelve a ser una figura muy femenina, glamorosa, con telas muy ricas, todo muy acampanado, sombreritos, guantes con un arte impresionante y collares. En los ’60 el maquillaje era fuerte, con delineador líquido, vestidos de línea recta y algún tajo. Los ’70 fueron más sueltos, mucho color fuerte, blusas largas. Los ’80 me cuesta identificarlos, porque no la veo una década tan marcada.” Sandra aclara que tiene prendas antiguas de uso personal, como un chal de los años ’20 en seda con hilos de colores: “Es una obra de arte.”

Está convencida que hay artículos con un valor que va más allá del costo, como un vestido de novia que le compró a los nietos de una mujer que lo supo llevar allá por 1896, y que está conservado en su caja original, con las medias, zapatos y su tocado. Hasta la foto de los novios venía dentro de la caja. “No es que tenga prendas favoritas, pero sé que hay cosas que nunca más las voy a conseguir. Y esas son las que no vendo por nada del mundo. La calidad de la confección y las telas ya no son las mismas.”

El sueño de Sandra es abrir, algún día, un museo de la vestimenta. Exhibir al público todo lo que juntó en estos 30 años de trabajo ininterrumpido: sombreros, bijouterie, sombrillitas, zapatos, etcétera: “Tengo material digno de estar en un museo, y eso no tiene precio.” Quiere que algún día los demás puedan apreciar el valor de la vestimenta con más de 100 años de antiguedad, rescatando también el valor de lo artesanal: “Lo hicieron con las manos, por eso cada prenda es única.”

Antes de retirarme de esta “casa museo” Sandra me dice: “Me gusta mucho buscar ropa, tanto en ferias como en casas particulares, porque nunca sabés con qué te vas a encontrar. Ayer me trajeron una bolsa llena de cositas que parecían bombones. Había cuellitos, delantalitos, una cofia para ir a dormir…Todo precioso. Me hubiera encantado vivir en la época pasada. Soy muy feliz con lo que hago y no es casualidad que esté aquí. Pero tengo una materia pendiente: ayudar en una Casa Cuna, estar en contacto con esos niños que necesitan tanta atención y afecto…”

 

Contacto:
Sandra Peduto
Cel 094 462 043

 

Sandra-Peduto-1-abajo-de-todo Sandra-Peduto-2-abajo-de-todo Sandra-Peduto-3-abajo-de-todo Sandra-Peduto-4-abajo-de-todo Sandra-Peduto-5-abajo-de-todo Sandra-Peduto-6-abajo-de-todo Sandra-Peduto-7-abajo-de-todo Sandra-Peduto-8-abajo-de-todo Sandra-Peduto-9-abajo-de-todo

¿Qué opinás?

Acerca del autor

Me llamo Dolores de Arteaga y soy del 70. Amo la vida, con sus dulzuras y sus sinsabores, con mi pasado y mi presente. Tengo un largo camino recorrido como mujer y como ser humano, con todo lo que estas palabras implican. Fui niña y adolescente. Soy hija y madre, mujer de mi marido y amiga. ¿Mi marido? Mi pilar, el compañero que elegí desde que lo conocí, que nunca me cortó las alas para volar. ¿Mis hijos? Son lo más importante y fuerte que me pasó desde que nací. ¿Mis amigas? Son del alma, fueron mi propia elección, son mi otro yo, ven la vida con mis mismos lentes. sobremi Fui maestra, dueña de una tienda de segunda mano y ahora soy bloggera. Siempre digo que mis ciclos duran diez años; me gustan los cambios, reinventarme cada tanto. Me parece que las mutaciones forman parte del movimiento y de la riqueza de la vida. A partir de los 40 sentí que estaba empezando la otra mitad de mi existencia y se me despertaron gustos e intereses que quizás estaban dormidos. Me siento más entusiasta ahora que a los 20. Se preguntarán “¿qué se le dio por hacer un blog?”. Tengo intereses de todo tipo. Considero que leer es uno de los placeres de la vida, que el arte nos estimula los sentidos y que viajar nos enriquece el intelecto y el alma. Siempre me gustó descubrir la otra cara de las ciudades, hacer hallazgos donde no es fácil identificar a primera vista, descubrir y redescubrir lugares, conocer a la gente, estudiar la naturaleza humana en sus diferentes realidades, hurgar un libro hasta el cansancio, improvisar críticas de cine de lo más personales con amigas, salirme del clásico circuito pautado por unos pocos y estar pendiente de qué se puede hacer acá, allá o donde fuere. Pero sobre todo, me gusta reírme, y si es a carcajadas, mejor todavía. También soy una máquina de registrar datos. Siento un disfrute especial cuando lo hago. Mis amigas me llaman las “páginas amarillas”. Y hasta acá llegué para no aburrirlos hablándoles de mi. ¡Entren a descubrir el blog! ¡Para mí es un verdadero disfrute hacerlo!

Ver todas las entradas de lacitadina.

Banner observador 1 interna

Banner observador interna 2

Otra Noticias

banner observador interna 3

Not3