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Los fuegos de La Paz

Cuerpo & Alma
Los fuegos de La Paz

A pocos días de las vacaciones y a un mes de la paceña “Noche de las Antorchas”, el espíritu de aventura ya está en el aire. Los primeros soles nos llevan hacia la zona este del departamento de Colonia

septiembre 13, 2016

 

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Por Martina Pérez. Fotos Olivia Pérez. 

Si Francis Mallmann atravesara, con su espíritu gitano, la zona este del departamento de Colonia, si sólo se desviara apenas unos kilómetros en su carrera hacia la Interbalnearia, no tengo dudas que detendría su Land Rover en Villa La Paz. Y sería amor a primera vista. El cocinero argentino acamparía con sus ollas y sus fuegos en este escondido paraje, también conocido como Colonia Piamontesa.

Una breve recorrida a pie -basta caminar apenas unas cuadras para desembocar en pleno campo- y nos topamos con esas postales tan típicas de los “feudos esteños” tan promocionados por el chef argentino. Es que, al igual que sucede con Pueblo Garzón, con quien Villa La Paz comparte además el diseño simétrico de sus calles arboladas y su plaza central inmaculada enmarcada por viejas fachadas, este pueblo de Colonia tiene un no-sé-qué cautivador.

La Paz es dueña de un encanto particular. Quizás sea su anonimato a medio camino entre la cosmopolita Colonia del Sacramento (a unos 50 kilómetros) y la bulliciosa capital del país. O quizás, también como Garzón, el ser ambos refugios de bajo perfil y a similares distancias de importantes polos turísticos.

 

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Para llegar a Villa La Paz se debe doblar en el kilómetro 130 de la ruta 1, y avanzar por la ruta 52, un par de kilómetros en dirección al sur. Una entrada disfrutable entre colinas suaves y trabajadas por este pueblo agrícola.

Noche de las Antorchas

El aire limpio y sereno, el silencio y la sensación de tiempo detenido hacen de este pueblo un oasis que bien hace honor a su nombre. Pero además de estos atributos, Villa La Paz ostenta de otro gran valor: su tradición. Cada 17 de octubre los paceños recuerdan a sus antepasados en el “Desfile de las Antorchas”, una pintoresca tradición piamontesa recreada  desde hace más de 150 años, tras la emancipación de este hostigado pueblo.

Al caer la noche, los paceños marchan en memoria de sus ancestros en un desfile de cientos de antorchas que culminan todas juntas ardiendo en una gran fogata, haciendo honor al viejo lema piamontés: “La luz resplandece en las tinieblas”.

 

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Un poco de historia: los Valdenses

Fueron los primeros colonos piamonteses en llegar a la zona, aunque luego se instalaron más al norte, en lo que hoy es Colonia Valdense, quedando en Villa La Paz los piamonteses católicos y evangélicos. Los practicantes del culto valdense tomaron su nombre de Valdo, un comerciante de Lyon (Francia) que en el siglo XII renunció a sus riquezas y se empeñó en divulgar el Evangelio de forma sencilla y directa, enfrentándose a las autoridades clericales, que lo excomulgaron y persiguieron. Sus seguidores, expulsados de Francia, se escondieron en el Valle del Piamonte y lucharon por la libertad de conciencia durante siglos hasta que en 1848 sus derechos fueron reconocidos. Las penurias económicas empujaron a un grupo de valdenses a venir a América del Sur y así llegaron a esta zona de Uruguay en 1857.

Para conocer más acerca de los valdenses, sugiero hacer un alto en Colonia Valdense (ruta 1, km 121) y visitar el Museo Valdense, el Templo Evangélico y la Biblioteca Archivo Valdense, todos minuciosos testigos de la forma de vida y religiosidad de este pueblo.

Apuntes en torno a La Paz

Si bien el gran imperdible de La Paz es su tradicional Noche de las Antorchas y su visita obligada es el 17 de octubre, hay otros atractivos de los que conviene tomar nota.

 

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  • Templo Evangélico Valdense. Es el primer templo evangélico valdense de América del Sur. Inaugurado en 1893 sobre la plaza Doroteo García.
  • Puente Negro. Sobre río Rosario e inaugurado en 1902, la antigua estructura de hierro, madera y piedra aún está en pie.
  • La casa Pérez Butler. Fue el primer edificio de la Villa, construido en 1858. Sede de la administración de la colonia agrícola de Rosario Oriental. Allí se alojaban los habitantes mientras conseguían trabajo.
  • La destilería de alcohol Vicente Carrió. La antigua edificación que aparece en la etiqueta del whisky Mac Pay se encuentra a la salida de Villa La Paz, hacia la playa.
  • Otros imperdibles paceños. El edificio del primer liceo rural de 1888. La fábrica Los Nietitos, principal fuente de trabajo de los habitantes de La Paz. La escultura de José Belloni en la plaza principal, el Monumento a los Colonos y un bajorrelieve de una familia piamontesa al anochecer.

Apuntes ruteros

  • Nueva Helvecia. Ver construcciones de típica arquitectura helvética. Muchas fachadas tienen los escudos de los cantones a los que pertenecieron las familias de inmigrantes suizos, franceses y austríacos. Agosto es el mes de sus festividades tradicionales, que incluyen la Fiesta del Chocolate a fin de mes. Ruta 1, km 118. (Fotos Martina Pérez).

 

 

  • Restaurante Hotel Suizo. Es para muchos de los mejores del país. Ruta 1, km 118. Avanzar 2 kilómetros guiados por los carteles.
  • Puestos de comidas artesanales. Esta zona del país se caracteriza por la calidad de sus productos artesanales, especialmente los quesos. Recomiendo detenerse en granjas y puestos de comidas artesanales y probar toda la variedad de quesos posible: Colonia, Gruyere, Dambo, Parmesano, Reggiano, de cabra… Hay de todos los sabores, olores y texturas. También vale la pena animarse con vinos, aceites de oliva y dulces en conserva. Sobre ruta 1 y aledaños
  • Granja Los Fundadores. Nueva Helvecia. Merece un apartado ya que tradicionalmente produce de los mejores dulces artesanales de la zona. Imperdibles los higos con almendras y ron y recientemente incorporaron también bombones.  Cno. Valdense, a 200 metros de la Radial del Suizo.
  • Molino Quemado. Las ruinas de este viejo molino, que funcionaba a base de fuerza hidráulica, están sobre el arroyo Rosario. Construido en 1875, perteneció a Don Luis Vigni. Tuvo corta vida como molino harinero. Recomiendo adentrarse varios metros por monte nativo para llegar a este edificio envuelto en un halo místico, quizás por las misteriosas leyendas en torno a él. Por la ruta 1, tomar la 51 hacia Nueva Helvecia y (a mitad de camino) doblar a la izquierda según indican carteles. (Fotos Martina Pérez).
  • Alojamiento. Posada de Ofelia  en Nueva Helvecia. Muy cálida y buena relación calidad/precio. www.laposadadeofelia.com 

 

 

 

 

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Acerca del autor

Me llamo Dolores de Arteaga y soy del 70. Amo la vida, con sus dulzuras y sus sinsabores, con mi pasado y mi presente. Tengo un largo camino recorrido como mujer y como ser humano, con todo lo que estas palabras implican. Fui niña y adolescente. Soy hija y madre, mujer de mi marido y amiga. ¿Mi marido? Mi pilar, el compañero que elegí desde que lo conocí, que nunca me cortó las alas para volar. ¿Mis hijos? Son lo más importante y fuerte que me pasó desde que nací. ¿Mis amigas? Son del alma, fueron mi propia elección, son mi otro yo, ven la vida con mis mismos lentes. sobremi Fui maestra, dueña de una tienda de segunda mano y ahora soy bloggera. Siempre digo que mis ciclos duran diez años; me gustan los cambios, reinventarme cada tanto. Me parece que las mutaciones forman parte del movimiento y de la riqueza de la vida. A partir de los 40 sentí que estaba empezando la otra mitad de mi existencia y se me despertaron gustos e intereses que quizás estaban dormidos. Me siento más entusiasta ahora que a los 20. Se preguntarán “¿qué se le dio por hacer un blog?”. Tengo intereses de todo tipo. Considero que leer es uno de los placeres de la vida, que el arte nos estimula los sentidos y que viajar nos enriquece el intelecto y el alma. Siempre me gustó descubrir la otra cara de las ciudades, hacer hallazgos donde no es fácil identificar a primera vista, descubrir y redescubrir lugares, conocer a la gente, estudiar la naturaleza humana en sus diferentes realidades, hurgar un libro hasta el cansancio, improvisar críticas de cine de lo más personales con amigas, salirme del clásico circuito pautado por unos pocos y estar pendiente de qué se puede hacer acá, allá o donde fuere. Pero sobre todo, me gusta reírme, y si es a carcajadas, mejor todavía. También soy una máquina de registrar datos. Siento un disfrute especial cuando lo hago. Mis amigas me llaman las “páginas amarillas”. Y hasta acá llegué para no aburrirlos hablándoles de mi. ¡Entren a descubrir el blog! ¡Para mí es un verdadero disfrute hacerlo!

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