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“Inquieta y distraída, esa soy yo”

Por amor al arte
“Inquieta y distraída, esa soy yo”

Con su celular captura la belleza cotidiana y este año se animó a exponer al mundo su faceta artística. Compartimos una conversación risueña con Paula Espasandín

noviembre 08, 2016

 

“Paulita es distraída. Pero, ¿qué es ser distraído? Es no estar pensando en lo que otro cree que deberías estar pensando, es estar pensando en algo más, es estar en otro lado, es mirar para arriba, la menos útil de las miradas, la que nos lleva a fascinarnos con las cosas transparentes, con lo usualmente mimetizado. Distracción es eso: desfasaje, cambio de rumbo, ruptura, y la distracción de Paula es intensa, aguda, punzante. Si estar distraído es no darse cuenta lo que pasa alrededor de uno, viendo las fotos de Paula, tengo serias dudas de quién está distraído”.

Javier Cruzado (Fotógrafo)

 

 

Por María José Borges

Ese texto de Cruzado antecede la muestra de Paula Espasandín en la Colección Engelman-Ost. Este fotógrafo amigo suyo la animó a exponer sus fotos caseras en 2011. Paula pasó unos cuantos años tomando coraje y también tomando muchas más fotografías. Este año otro amigo fotógrafo, Diego Nessi, le dijo que la muestra tenía que ser en 2016 y ella aceptó ese límite (los deadlines son buenos en esos casos). Entonces debió seleccionar 60 fotografías de las 10 mil que tenía acumuladas en su computadora. El resultado no tiene nada que envidiarle a las exhibiciones de fotógrafos profesionales, pese a que ella toma fotos con su iPhone y jamás la retoca.

Así sorprendió a más de un colega desprevenido. Es que los que conocemos a Paula del otro lado del mostrador -en el oficio de la difusión y la comunicación- podíamos intuir su sensibilidad, pero no adivinábamos esta faceta artística. Sin embargo, la inquietud artística está en ella desde niña, incluso por motivos familiares.

Además de ser distraída, Paula es dueña de su tiempo. Hace tres años decidió probar ser independiente y creó la agencia de comunicación Anphibia junto a su socia Cecilia Lucas, con la que vienen ideando eventos y campañas para distintas marcas y organizaciones. Antes, cuando salió del liceo, estudió para ser maestra preescolar pero enseguida cambió su rumbo hacia Ciencias de las Comunicación y Hotelería. En esa época tuvo su trabajo favorito: guest relations en el antiguo Victoria Plaza Hotel. Durante siete años se dedicó a recibir y agasajar a huéspedes como Sting, Eric Clapton, B. B. King, James Tylor, Armando Manzanero o Brian May. Como si fuera poco, trabajó para la cadena de hoteles Doral en Nueva York, proponiéndole a los huéspedes qué hacer en la ciudad que nunca duerme, por lo que tuvo que testear cada paseo y propuesta cultural, empachándose de arte tanto en museos y teatros de Broadway como en las propias calles. Una experiencia que la cambió para siempre.

De regreso a Uruguay, se abocó a la comunicación y a las relaciones públicas, trabajando para la agencia Porter Novelli durante 11 años y viviendo un año en Punta del Este para la inauguración del hotel Cipriani.

Ella vio el lujo y la sofisticación por dentro y, sin embargo, en sus fotografías aparecen casas antiguas y almacenes del Centro, timbres de barrio, sus hijas en momentos de enojo (Bianca de 8 años y Chiara de 12) y perros callejeros. La obsesionan la luz y las sombras, los contrastes, necesita el verde para vivir y es capaz de tirarse al suelo para tomar una foto a la salida del colegio de sus hijas. Ve algo que necesita fotografiar mientras espera en la fila de un banco y un limpiavidrios cuelga del otro lado de la ventana. Y se muestra por completo cuando decide que el momento para fotografiar la torta de un cumpleaños infantil es una vez que terminó la fiesta y el bizcochuelo está a medio terminar, con los colores entreverados en la fuente sobre el mantel torcido. Algo pasó ahí, algo familiar y colectivo, dice Paula, que ama las fotos no posadas.

 

ELLA VIO EL LUJO Y LA SOFISTICACIÓN POR DENTRO Y, SIN EMBARGO, EN SUS FOTOGRAFÍAS APARECEN CASAS ANTIGUAS Y ALMACENES DEL CENTRO, TIMBRES DE BARRIO, PERROS CALLEJEROS…

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LA OBSESIONAN LA LUZ Y LAS SOMBRAS, LOS CONTRASTES, NECESITA EL VERDE PARA VIVIR Y ES CAPAZ DE TIRARSE AL SUELO PARA TOMAR UNA FOTO A LA SALIDA DEL COLEGIO DE SUS HIJAS

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SE MUESTRA POR COMPLETO CUANDO DECIDE QUE EL MOMENTO PARA FOTOGRAFIAR LA TORTA DE UN CUMPLEAÑOS INFANTIL ES UNA VEZ QUE TERMINÓ LA FIESTA Y EL BIZCOCHUELO ESTÁ A MEDIO TERMINAR, CON LOS COLORES ENTREVERADOS EN LA FUENTE SOBRE EL MANTEL TORCIDO.

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MJB: ¿Cuándo sacas fotos?

PE: En cualquier momento. Caminando, de mi casa al trabajo, yendo a buscar a mis hijas al colegio o a lo de un amigo, haciendo mandados, paseando. Muchas son de Montevideo, de los típicos barrios, sobre todo del Centro, porque tengo debilidad por ese barrio, y otras las saqué yendo a Maldonado, Punta del Este, Piriápolis, o me voy a Peñarol, barrios donde no voy tan seguido o que no forman parte de mi circuito diario.

MJB: ¿Cuándo comenzaste a sacar con intenciones artísticas?

PE: En 2011, cuando tuve el primer iPhone, me volví fanática. Era ideal para mí, porque andaba por todos lados, toda cargada, con mis hijas o trabajando, y le podía sacar fotos a todo lo que quería: al perrito en la azotea, al señor mayor sentado en la puerta, edificios antiguos, timbres, ventanas. Cualquier situación que a mí me gustara, la capturaba en el instante y me era comodísimo el celular para eso. Entonces mi amigo Javier Cruzado, que es fotógrafo, me dio muy para delante, me empoderó, me decía que eran lindas mis fotos y que me tenía que comprar una cámara. Pero él no entendía que si yo me compraba la cámara, se me iba la diversión. Que la cámara del celular me venía como anillo al dedo. Porque además yo saco al instante, veo al niño asomándose en la ventana y le saco ahí. Si me apronto mucho el niño se distrajo o se fue. La idea de la muestra me la dio Javier en 2011. Pero yo, que soy volátil y colgada, seguí juntando y juntando hasta que recién ahora logré exponer. Lo hice cuando otro amigo fotógrafo, Diego Nessi, me dijo que no podía terminar el 2016 sin que hiciera la exposición. Entonces de las 10 mil fotos que había acumulado tuve que elegir 60, que fueron las que quedaron, fue como tener un tercer hijo (se ríe), fue muy difícil. Por otro lado, me sirvió para ordenar, para ver todas las fotos que tengo y armar series.

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“Mi amigo Javier Cruzado, que es fotógrafo, me dio muy para delante, me empoderó, me decía que eran lindas mis fotos y que me tenía que comprar una cámara. Pero él no entendía que si yo me compraba la cámara, se me iba la diversión”

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MJB: Hay algunos temas recurrentes en tus fotos, como las sombras y los contrastes… 

PE: Sí, me encantan las sombras y es verdad que hay cosas que se repiten. Me detengo en los detalles, los encuadres y también me gustan los arboles invadiendo la ciudad, reflejados en los edificios… Los viejitos, los barrios, las puertas, almacenes antiguos, adoro las ventanas y los contrastes, el atardecer, la luz. En esa foto por ejemplo (señala una de las expuestas) está mi marido con un amigo en una azotea. ¿Y ves esta casa? (señala otra de las fotografías), esa casa la veo cada vez que voy a Cinemateca Pocitos, paso caminando y la veo siempre ahí, gris, me encanta pero siempre la veo ahí incambiada y oscura desde hace años. Un día pasé y vi que tenía unos globos de colores y no lo podía creer, en seis años fue la primera vez que le vi un toque de color y me emocionó. Tenía que sacar esa foto. Y aquella otra (señala a la pared), la saqué cuando fui a llevar a mis hijas al colegio, me tiré al piso para sacarla. Mis hijas ya se miran entre ellas haciendo caras como diciendo: “Ok, son las fotos de mamá” (nos reímos). Mi marido y mis hijas ya saben que en cualquier paseo o traslado yo los paro un segundo para sacar la foto de algo que vi. Hasta mi socia sabe que la voy a parar para sacar una foto en plena Ciudad Vieja cuando vayamos camino a alguna reunión…

MJB: Tus hijas están también en algunas fotografías, pero incluso la mirada de madre que aparece es distinta…

PE: Sí, es vedad, les saco en momentos que me gustan pero que no son perfectos. En esa foto por ejemplo (señala una de su hija en el sillón con cara fastidiosa y el vestido blanco enrollado sobre ella), ¡mi hija estaba tan empacada! Estaba muy enojada y se tiró al sillón, y me dio mucha gracia porque le quedó el vestido como un merengue alrededor, así que fui corriendo y le saqué la foto. En esta otra (señala abajo en una columna) sí la saqué mejor, porque me gustó que estaba vestida de azul, con los zapatitos azules y sobre una puerta azul, y el gesto además… Me morí de amor porque me hizo acordar a mí cuando era chica, toda chuequita, con el vestido todo desprolijo como era yo. ¡Me di cuenta que era otra Paulita! Pobre santa (nos reímos).

MJB: ¿Estudiaste fotografía alguna vez?

PE: Hace muchísimos años -antes de irme a Estados Unidos- estudié unos meses en el FotoClub, pero no llegué a completar un curso. Fue divino, pero después me fui y volví, me enrosqué con la hotelería y la comunicación y no lo retomé. Cuando era chiquita admiraba a Cartier Bresson, me encantaba mirar sus fotos, pero no me metí en el mundo de la fotografía ni tengo maestros. Lo que sí hice fue ir al taller de Nelson Ramos a estudiar pintura cuando era más joven. Ahí hacía unos trabajos con crayolas, Nelson te daba unas mesas viejas con muchas texturas y vos le dabas con todo a la hoja sobre esa mesa y quedaba como si fuera la corteza de un árbol. Divino. En ese momento expuse en la Vaz Ferreira, también en Punta del Este y por trabajo, las llevaron a Japón a un stand de Uruguay. Así que siempre tuve algo artístico en la vuelta. De chiquita siempre me llevaban a museos y me encantaba la fotografía, pero nunca hice un curso formal ni tuve una máquina profesional.

MJB: No retocás las fotos, no le cambias los colores ni los contrastes…

PE: No, porque es parte de eso, de contar realmente cómo lo vi yo. Después me pasan cosas también como la de la foto del árbol que se ve doble. Cuando la estaba sacando el iPhone se corrió a la función HDR, que no sé ni lo que quiere decir (nos reímos) y quedó una foto bien y otra foto movida, la HDR. Y la verdad que la vi así y me encantó, me pareció muy loca, parece como un bosque de Harry Potter. Entonces la dejé así a propósito.

MJB: ¿Y tenés conciencia de dónde viene tu sensibilidad artística?

PE: Sí, yo lo agradezco, porque mis padres desde chiquitita me llevaban siempre a museos. Además, por el lado de mi mamá, de apellido Courtoisie, eran todos artistas. El tío abuelo era pintor, la hija fue Margarita Courtoisie, una ceramista famosísima acá en Uruguay que vendió sus obras al mundo entero, que hacía unos murales y unas obras de arte únicas, y el hijo continuó con eso, Marcelo Perotti. En esa rama de la familia eran escritores, pintores, ceramistas… Y yo me acuerdo que iba a visitarlos de chiquita y sentía que era en el lugar en donde más cómoda me sentía, en el taller de cerámica, andando por ahí entre las pinturas, me encantaba esa parte de la familia porque me encantaba ir a esos lugares. Además, como mi mamá fue directora de liceos durante tantos años, la invitaban a un montón de lugares como al Museo de Artes Visuales… Y ella iba con mi padre y me llevaba a mí, era una genia. Mis hermanos no le daban tanto corte, porque son 10 años mayores que yo, pero a mí me chapaban del cole y me llevaban a esos lugares. Yo tengo recuerdos muy felices de andar entre los museos, eran mis lugares favoritos. Ahí conocí a Nelson Ramos cuando tenía 14 años, por ejemplo. Y esos recuerdos sin duda tienen que ver con mi inquietud artística. Es como ahora que yo quiero que mis hijas correteen por acá entre estas obras y no se olviden más de esto. También creo que tengo una debilidad por la naturaleza desde que nací. Adoro lo urbano, me encanta trabajar acá, pero ni bien puedo me escapo a hacer ruta, a ver verde o a un parque, a ver los árboles moverse, las sombras, la luz… Eso es lo único que logra calmarme y me da como una felicidad divina, esa sensación de cuando estás en paz. Y se ve que se conjugó todo eso en la fotografía, ese trauma con la naturaleza que tengo (se ríe), ¡que de repente tengo que abrir una ventana de golpe para mirar verde porque me ahogo! Sumado a esa infancia entre museos y gente sensible…

 

“(A MIS HIJAS) LES SACO EN MOMENTOS QUE NO SON PERFECTOS. EN ESA FOTO ¡MI HIJA ESTABA TAN EMPACADA! SE TIRÓ AL SILLÓN, Y ME DIO MUCHA GRACIA PORQUE LE QUEDÓ EL VESTIDO COMO UN MERENGUE ALREDEDOR, ASÍ QUE FUI CORRIENDO Y LE SAQUÉ LA FOTO.»

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MJB: ¿Cómo fue pasar de la comunicación a ser vos misma la entrevistada?

PE: Fue muy divertido, me fascinó hacerlo. Y encima exponer en este lugar… Fue como haber pedido un deseo y que se me cumpliera, como haberme dado un gustito en vida. Hacerlo para mí y para que les quede el recuerdo a mis hijas, de andar correteando acá. Además con las fotos lo que hago es contar lo que siento y lo que veo, y eso me encanta y a eso me dedico, aunque sea en otros formatos…

MJB: ¿Ya habías pensando en el lado positivo de ser distraída antes de que Javier Cruzado escribiera el texto sobre tu exposición?

PE: Sí, ¡toda mi vida! Pero por eso mismo cuando Javi me mandó por correo ese texto casi que me pongo a llorar, me emocionó pila, me pareció una ternura que un amigo me conociera tanto y le dé así en la tecla de una manera tan linda. Porque siempre fui distraída. Pero a mí me gustaba estar como en otro mundo. En esa distracción voy viendo detalles que atesoro, que me llevo conmigo. Tengo otra amiga que me decía el otro día: “¿Cómo ves todo eso? Yo veo graffitis y calles sucias”. Y yo le decía que seguro si salíamos a dar una vuelta manzana por acá alrededor encontrábamos mil detalles de estos, cosas divinas en una sola cuadra. Otra amiga me dijo que a pesar de que algunas fotos podrían inspirar algo triste, dan como candidez. Y me encantó esa palabra, porque es como una ignorancia buena, como la de un niño. Intento que todas tengan su encanto y cierta magia. Mi ojo se va a para ahí, siempre. Por eso no puedo ni manejar, porque soy nerviosa, asustadiza, ansiosa, distraída, todo lo malo para manejar. Lo intenté mil veces y nunca pude. Es que voy mirando para arriba en lugar de mirar para delante. Eso lo veo claro, mi distracción no me ayuda a manejar pero me ayuda a ver las cosas lindas que tengo alrededor…

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“Es que voy mirando para arriba en lugar de mirar para delante. Eso lo veo claro, mi distracción no me ayuda a manejar pero me ayuda a ver las cosas lindas que tengo alrededor…”

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MJB: ¿Te reconocés ahora cuando dicen “la fotógrafa” Paula Espasandín? 

PE: No, eso me da gracia, me parece tierno. Me río sola.

MJB: Si mirás para atrás, ¿recordás alguna foto que te haya marcado? Ya sea una foto familiar o artística en alguna pared…

PE: Lo que recuerdo es que de chicos vivíamos en una casa enorme en Rodó, en la que mi abuela cuando estaba viejita vino a vivir con nosotros. Y me acuerdo que yo amaba su cuartito porque había muchas fotos. Las típicas de las señoras grandes, fotos de las tres hijas, una de ella de joven, otra de ella casada, otra de ella con toda su familia. Y me acuerdo que me fascinaba porque eran bien diferentes a las fotos que teníamos nosotros, me llamaban la atención, iba a su cuarto y me colgaba mirándolas. Porque los hacían vestir especialmente para la foto, en una producción en un estudio. De las paredes de mi casa recuerdo pinturas y esculturas, que había muchas.

MJB: En las tuyas no hay ni una sola pose… 

PE: Sí, porque me parece lindo reunir a la familia para sacarles la foto típica, pero en realidad me gusta mucho más tomar a la gente como está. Robar la foto, robar ese instante. Son como momentos de vida en los que ves tal cual lo que está pasando. Todas estas fotos son robadas.

MJB: Hace tres años trabajas independiente con tu agencia, eso te debe ayudar a ser un poco más libre para caminar a la hora que quieras y encontrar fotos, ¿no?

PE: ¡Sí! Exacto. Porque si fuera por mí, además, andaría caminando todo el día. Y al trabajar así puedo andar cómoda, puedo acomodar todas mis reuniones de una manera en que me queden dos horas libres para tomarme el tren a Peñarol y disfrutar del paseo y sacar fotos, o si vengo de una semana muy movida, la semana siguiente me puedo tomar un día libre para irme a Punta del Este a ver verde o buscar a mis hijas e irme a un parque. Eso vale oro. Trabajar es vital porque con mi inquietud me moriría si no trabajo y además me fascina lo que hago, pero es divino poder decidir vos tus tiempos. Por suerte lo logramos con mi socia y lo pude lograr con mi familia. A veces uno en la vorágine no lo valora o no se da cuenta, pero yo lo agradezco pila.

MJB: ¿Qué sentiste cuando viste tus fotos colgadas en las paredes de este museo?

PE: Fue divino. Los días previos y posteriores a la inauguración fueron increíbles, con los amigos que me ayudaron y los dueños de esta casa además, que son divinos. Además no paraban de aparecer notas periodísticas y venía mucha gente, alumnos traídos por profesores de arte, mucha gente interesante con la que charlar, muchos jóvenes, que se paraban frente a las fotos y me hacían preguntas buenísimas. O un señor que me dijo que él compraba sus figuritas en el almacén que yo fotografié. Y otro, muy increíble, que vino con la hermana a decirme que el timbre que yo había fotografiado era el de la casa de su mamá, que falleció hace unos meses. Eso fue muy fuerte, estaban emocionados. Yo le decía a la dueña de este museo que no me quería ir más de acá. Porque además la Colección Engelman-Ost es un lugar del que yo estoy enamorada y que abre en ocasiones especiales, para muestras puntuales, por lo que exponer acá fue un privilegio.

 

“YO TENGO RECUERDOS MUY FELICES DE ANDAR ENTRE LOS MUSEOS, ERAN MIS LUGARES FAVORITOS. (…). ES COMO AHORA QUE YO QUIERO QUE MIS HIJAS CORRETEEN POR ACÁ ENTRE ESTAS OBRAS Y NO SE OLVIDEN MÁS DE ESTO.»

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“(LA NATURALEZA) ES LO ÚNICO QUE LOGRA CALMARME Y ME DA COMO UNA FELICIDAD DIVINA, ESA SENSACIÓN DE CUANDO ESTÁS EN PAZ. Y SE VE QUE SE CONJUGÓ TODO ESO EN LA FOTOGRAFÍA, ESE TRAUMA CON LA NATURALEZA QUE TENGO, ¡QUE DE REPENTE TENGO QUE ABRIR UNA VENTANA DE GOLPE PARA MIRAR VERDE PORQUE ME AHOGO!»

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“UNA AMIGA ME DIJO QUE A PESAR DE QUE ALGUNAS FOTOS PODRÍAN INSPIRAR ALGO TRISTE, DAN COMO CANDIDEZ. Y ME ENCANTÓ ESA PALABRA, PORQUE ES COMO UNA IGNORANCIA BUENA, COMO LA DE UN NIÑO. INTENTO QUE TODAS TENGAN SU ENCANTO Y CIERTA MAGIA. MI OJO SE VA A PARA AHÍ, SIEMPRE”.

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Info

La muestra de Paula Espasandín se puede visitar hasta el próximo 11 de noviembre en la Colección Engelman-Ost (Rondeau 1430), entre las 16 y las 19 hs.

Fotos: Gentileza Paula Espasandín

 

 

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Acerca del autor

Me llamo Dolores de Arteaga y soy del 70. Amo la vida, con sus dulzuras y sus sinsabores, con mi pasado y mi presente. Tengo un largo camino recorrido como mujer y como ser humano, con todo lo que estas palabras implican. Fui niña y adolescente. Soy hija y madre, mujer de mi marido y amiga. ¿Mi marido? Mi pilar, el compañero que elegí desde que lo conocí, que nunca me cortó las alas para volar. ¿Mis hijos? Son lo más importante y fuerte que me pasó desde que nací. ¿Mis amigas? Son del alma, fueron mi propia elección, son mi otro yo, ven la vida con mis mismos lentes. sobremi Fui maestra, dueña de una tienda de segunda mano y ahora soy bloggera. Siempre digo que mis ciclos duran diez años; me gustan los cambios, reinventarme cada tanto. Me parece que las mutaciones forman parte del movimiento y de la riqueza de la vida. A partir de los 40 sentí que estaba empezando la otra mitad de mi existencia y se me despertaron gustos e intereses que quizás estaban dormidos. Me siento más entusiasta ahora que a los 20. Se preguntarán “¿qué se le dio por hacer un blog?”. Tengo intereses de todo tipo. Considero que leer es uno de los placeres de la vida, que el arte nos estimula los sentidos y que viajar nos enriquece el intelecto y el alma. Siempre me gustó descubrir la otra cara de las ciudades, hacer hallazgos donde no es fácil identificar a primera vista, descubrir y redescubrir lugares, conocer a la gente, estudiar la naturaleza humana en sus diferentes realidades, hurgar un libro hasta el cansancio, improvisar críticas de cine de lo más personales con amigas, salirme del clásico circuito pautado por unos pocos y estar pendiente de qué se puede hacer acá, allá o donde fuere. Pero sobre todo, me gusta reírme, y si es a carcajadas, mejor todavía. También soy una máquina de registrar datos. Siento un disfrute especial cuando lo hago. Mis amigas me llaman las “páginas amarillas”. Y hasta acá llegué para no aburrirlos hablándoles de mi. ¡Entren a descubrir el blog! ¡Para mí es un verdadero disfrute hacerlo!

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