Un sueño entre costuras
Deco & Diseño
Un encuentro con Mariela Zarzabal, directora de Café Costura, donde se reivindica el uso y el amor por el arte de coser
Por Dolores de Arteaga
“¿Por qué no será mi abuela?” Me preguntaba siempre. Buba era la abuela de mis primos. La definición de artista le quedaba chica. Pintaba Matrioshkas, reciclaba muebles y les incrustaba nácar, pintaba cuadros, bordaba… Seguramente de algo me esté olvidando. Nada le parecía imposible en cuanto a creación se tratara. La primera vez que la vi ante una máquina de coser, no pude retirarme de su lado. Quedé hipnotizada. Como esos aromas de la infancia que en un instante uno evoca de improviso, el día que entré a Café Costura retrocedí en el tiempo, fue como si por allí anduviera Buba, su máquina de coser y su pedal.
Hoy, aquí y ahora, entre las máquinas se encuentra Mariela Zarzabal, de 35 años. Se casó a los 20, luego de seis meses de noviazgo, cuando estaba terminando la Tecnicatura en Vestimenta en la UTU (Universidad del Trabajo del Uruguay). Es mamá de Tobías (12) y Ainara (9). Le costó decidirse por una carrera, viene de una familia de médicos y sentía cierta presión familiar. Después de empezar y abandonar la carrera de Medicina, se dio cuenta que lo que realmente llevaba en la sangre, transmitido por su abuela costurera, era todo lo relacionado al rubro vestimenta. “Yo siempre fui de hacer la ropa a mis muñecas, de trasformar mi ropa”, comenta Mariela. Su madre también tuvo una fuerte influencia en su vocación, trabajaba todo el día como dermatóloga pero cuando Mariela tenía una fiesta de 15 le hacía un vestido de un día para otro: “Me gusta rescatar eso de mi madre, siempre se buscaba el tiempo para coser, hacía los manteles, nuestra ropa, las cortinas de casa…”
Así fue que, luego de formarse profesionalmente y que pasó mucha agua bajo el puente, se convirtió en el alma detrás de Café Costura. La que dio vida a este emprendimiento que en noviembre va a estar cumpliendo tres años.
En palabras de Mariela: “Es como un cyber café, pero con máquinas de coser en vez de computadoras”. Yo agregaría que es un espacio donde Mariela y las dos personas que forman su equipo, Leonor y Ángela, acompañan a las personas que asisten, haciéndolas disfrutar del proceso de la costura y valorando su producto final. Y más que nada, reivindicando la vieja y querida máquina de coser, que tanto tiempo estuvo en desuso, seguramente en el rincón más escondido del ropero.
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“Es un servicio innovador. No hay un ejemplo a seguir, lo vamos construyendo desde el vamos”
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Dolores: Contame cuánta agua pasó bajo el puente desde que te recibiste hasta abrir Café Costura.
Mariela Zarzabal: Después de terminar la UTU comencé a hacer trabajos de confección en mi casa para amigas y vecinas. Eso fue prosperando y comencé a trabajar en forma independiente para muchos comercios de la calle Constituyente, confeccionando colchas, cortinas, chichoneras. Me dio mucha rentabilidad. Siempre me rehusé a buscar un trabajo de ocho horas. Luego puse un puesto en la feria de Villa Biarritz y en paralelo con la del Parque Rodó, donde vendía colchas y almohadones; allí estuve dos años. Dado el sacrificio que implicaban los horarios de las ferias, decidí proyectarme en algo más. Trabajé durante tres años en una academia dando clase de costura. Esa experiencia fue clave, ahí descubrí que me encantaba ser docente. Fue ahí cuando, ya con dos hijos, decidí empezar a estudiar la carrera en el Centro de Diseño Industrial, para potenciar mi parte más creativa. Hice tres años completos y me quedó un año que en algún momento lo haré. Lo interesante de todo esto es que cuando empezaba el período de entregas todo el mundo me pedía ayuda, sabían que tenía dominio sobre la técnica, sobre cómo aterrizar la idea y llevarla a cabo. Al principio ayudaba a mis compañeros de clase, les cobraba algo simbólico, pero después trascendió las generaciones. Llegó un momento en que mi casa desbordaba de gente y entonces vi que había que hacer algo.
D: Ahí empezó el concepto de Café Costura…
MZ: Sí. Empecé a buscar antecedentes, pero no había nada. Mi propuesta se adaptaba más a lo que necesitaba el usuario: venían personas con problemas puntuales, los resolvían y abonaban el tiempo que permanecían en casa. En un primer momento mi público principal eran los estudiantes de la carrera de Diseño Industrial que se iban hasta mi casa. Fue ahí que a fines de 2011 decidí abrir un local cerca del Centro de Diseño, acondicioné el lugar a puro pulmón. Pero a los dos meses de abrirlo me enteré que el Centro de Diseño se mudaba. Al principio se me vino el mundo abajo, lloré mucho, era como una broma después de todo el sacrificio. Pero increíblemente el universo conspira: en el momento en que se mudaba el Centro de Diseño me llamaron de un canal de la tele para decirme que se habían enterado de la propuesta y que me querían hacer una entrevista. Fue algo muy positivo y que me trajo mucha gente.
D: ¿Y cómo resultó el arranque de un local con un concepto totalmente innovador?
MZ: Si bien al principio no había mucho consumo, las personas se interesaban por lo que estábamos haciendo. A los meses explotó la propuesta.
D: ¿Hoy en día cómo funciona?
MZ: Es un servicio innovador. No hay un ejemplo a seguir, lo vamos construyendo desde el vamos. Tenemos varios servicios diferenciales. El espacio libre es para una persona que ya tiene conocimiento de costura, más que nada precisa de la infraestructura que está completamente equipada; abona el tiempo que estuvo (150 pesos). La persona trae la tela y por ahí un cierre, nosotros le damos todas las herramientas y las máquinas, las tijeras, lápices. No intervenimos en el proceso. También brindamos café y té.
Después tenés el servicio con asesoría, que básicamente es lo mismo que el anterior pero incluye nuestro seguimiento (180 pesos la hora).
El espacio para niños es todos los viernes durante tres horas, en la tarde. Es a partir de los 5 años; el promedio de edad es de entre 8 y 10 años. Es una clase de tres horas con todos los materiales. Con respecto al tema de los adolescentes les proponemos el espacio libre, porque es lo que ellos quieren, vienen cuando tienen ganas. Puede ser por día (350 pesos) o sacar una cuponera mensual (1.350 pesos).
D: ¿Cómo es la propuesta para los niños? ¿Es libre o guiada?
MZ: Se empezó haciendo cada uno lo que quería, esto parecía Chernobyl, ¡era un caos! Nos fuimos organizando y hoy hacemos propuestas puntuales. Por ejemplo: para el Día del Padre hicimos delantales parrilleros donde los niños estampaban las letras, con bolsillos patchwork. Es decir, hacemos una propuesta pero sale todo diferente. Aquí lo más importante es el proceso y que vayan adquiriendo confianza con la máquina de coser, que es una herramienta fundamental.
D: ¿Tercerizan algún taller?
MZ: Si bien nosotras manejamos todas las técnicas textiles, porque fue parte de nuestra carrera, tenemos los talleres complementarios que los dan diferentes profesionales: fieltro, patchwork, clases de faldas, clases de calzas, tejido.
D: ¿Qué edades son el fuerte de Café Costura?
MZ: Señoras de entre 25 y 70 años, con buen nivel adquisitivo, profesionales en su mayoría, que buscan cosas alternativas. Siguen la tendencia de “Hazlo tu mismo”, algunas tenían sus máquinas archivadas.
D: Hoy que está tan de moda todo lo artesanal, ¿venden productos?
MZ: Queremos hacer productos, pero es algo que está muy en pañales porque primero nos gustaría asentarnos en los talleres. Por ahora lo hacemos para momentos puntuales; para la fiestas sacamos costureros, productos de fieltro.
D: ¿Hay algún otro espacio como el de ustedes en Uruguay y en el mundo?
MZ: Cuando abrimos y empecé a investigar antecedentes, éramos el tercer taller con el concepto café costura que abría en el mundo. En Uruguay no había nada.
D: ¿Cómo se proyecta Café Costura?
MZ: En breve estamos abriendo otro local en Pocitos con la ayuda de la ANII (Agencia Nacional de Investigación e Innovación). En teoría ya tendría que estar abierto (risas). Estamos acondicionando el local, es en Rivera y Tiburcio Gómez. Otro tema es el de las franquicias, de hecho ya hay muchas personas interesadas en el Interior del país y en Argentina.
D: Para terminar…
MZ: Quiero convertir Café Costura en una empresa seria, de marca, de referencia. Es un trabajo de hormiga, aún nos estamos armando.
Contacto:
Café Costura
Mail alo@cafecostura.com.uy
Tel 2622 4062
Dir Rivera 3606
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Acerca del autor
Me llamo Dolores de Arteaga y soy del 70. Amo la vida, con sus dulzuras y sus sinsabores, con mi pasado y mi presente. Tengo un largo camino recorrido como mujer y como ser humano, con todo lo que estas palabras implican. Fui niña y adolescente. Soy hija y madre, mujer de mi marido y amiga. ¿Mi marido? Mi pilar, el compañero que elegí desde que lo conocí, que nunca me cortó las alas para volar. ¿Mis hijos? Son lo más importante y fuerte que me pasó desde que nací. ¿Mis amigas? Son del alma, fueron mi propia elección, son mi otro yo, ven la vida con mis mismos lentes. sobremi Fui maestra, dueña de una tienda de segunda mano y ahora soy bloggera. Siempre digo que mis ciclos duran diez años; me gustan los cambios, reinventarme cada tanto. Me parece que las mutaciones forman parte del movimiento y de la riqueza de la vida. A partir de los 40 sentí que estaba empezando la otra mitad de mi existencia y se me despertaron gustos e intereses que quizás estaban dormidos. Me siento más entusiasta ahora que a los 20. Se preguntarán “¿qué se le dio por hacer un blog?”. Tengo intereses de todo tipo. Considero que leer es uno de los placeres de la vida, que el arte nos estimula los sentidos y que viajar nos enriquece el intelecto y el alma. Siempre me gustó descubrir la otra cara de las ciudades, hacer hallazgos donde no es fácil identificar a primera vista, descubrir y redescubrir lugares, conocer a la gente, estudiar la naturaleza humana en sus diferentes realidades, hurgar un libro hasta el cansancio, improvisar críticas de cine de lo más personales con amigas, salirme del clásico circuito pautado por unos pocos y estar pendiente de qué se puede hacer acá, allá o donde fuere. Pero sobre todo, me gusta reírme, y si es a carcajadas, mejor todavía. También soy una máquina de registrar datos. Siento un disfrute especial cuando lo hago. Mis amigas me llaman las “páginas amarillas”. Y hasta acá llegué para no aburrirlos hablándoles de mi. ¡Entren a descubrir el blog! ¡Para mí es un verdadero disfrute hacerlo!
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