“Churrinche… ¡Merecía una nota!”
Deco & Diseño
Detrás de este encantador almacén de regalos en pleno San Isidro hay magia, vuelo y una historia de amor y coraje encabezada por su dueña Valeria
Sábado de mañana. Primer fin de semana de agosto. Cielo totalmente encapotado. Corría una linda brisa matinal. Relajada, caminaba por una de las calles céntricas de San Isidro. De repente miro la vereda de enfrente. Una tienda llamó mucho mi atención. Entrecerré los ojos para ver si podía hacer foco: mucho color, mucha cosa colgada, mucha energía efervescente salía de ese lugar. Presentí que aquello merecía una visita. Ni bien atravesé la puerta me sumergí en un mundo de fantasía. Un espacio tan chiquito como intenso. Entré manoteando banderines y tiras que colgaban del techo. La vista y las manos no me daban para ver y tocar todo lo que se presentaba ante mi. Nada faltaba, pero increíblemente sentí que nada sobraba.
Churrinche, así fue bautizada la tienda hace cinco años por su dueña Valeria Marini. El nombre fue tomado de una leyenda Tehuelche, en la que un churrinche terminó mostrando un gran coraje y valentía. “El churrinche es nuestra inspiración. Es un pájaro de un rojo tan intenso como la sangre”, comenta Valeria. Ella recuerda que antes de inaugurar el local, un cura fue a bendecirlo y le dijo que no fuera solo un espacio de intercambio material, sino que hubiera otro tipo de intercambio. Y por si había alguna duda, al tiempo empezaron a concurrir clientas mayores que vivían solas y que antes de irse a dormir pasaban por el comercio para llenarse de color y energía. Ese fue el momento en que le cayó la ficha a Valeria y se dio cuenta que tenía que inclinarse hacia lo espiritual. El local tenía una misión. Comenzó a escribir planchas en vinilo con frases que le salían del alma y las ponía en la vidriera para regalarlas a todo aquél que las pidiera.
Corazones, flores, lunas, símbolos de la paz, mariposas, búhos, pájaros llenan de vida a cortinas de flecos, banderines, pompones, macetas, bancos, casitas de pájaros, atrapasueños. Mucha lana, algodón, madera, cerámica. Materiales nobles. Plástico, ni por asomo. En Churrinche se respira trabajo artesanal. “En sus comienzos empecé con importadores, compraba objetos que no eran de acá. Hasta que me di cuenta que tenía que reivindicar el arte argentino. Me gustaba la idea que hubiera un espacio para los artesanos. Caen solos, no los busco, creo que no hay que buscar. En este momento tengo casi 90 proveedores”, comenta Valeria. Desde hace poco empezó a desarrollar una segunda pata del negocio: “Churrinche Artemanos a la Obra”. En sinergia con las artesanas y auspiciada por una empresa, dan talleres a gente en situación vulnerable para que aprenda un oficio: “Me gusta la parte social, uno tiene que devolver algo por lo bendecido que es.”
Valeria es una persona que desborda energía y optimismo. Se maneja con la intuición más que con la razón. De niña era temperamental, muy sensible y bastante insegura: “ La seguridad me la fui creando, el trabajo me ayudó mucho.” En su casa tenía un taller de arte y cuando no le salía algo lo rompía. Era cachivachera, todo lo guardaba. Hoy, con 50 años, conserva mucho de esa niña que fue, lo cual se ve reflejado en su nuevo hogar: “Nuestra casa está llena de banderines. Somos dos familias y armamos una. Parece una historia perfecta pero tiene mucho dolor, mucha alegría y mucho amor. Costó. Final feliz todavía no, porque pretendo vivir unos 50 años más.” Así resume Valeria su vida actual. Divorciada del papá de sus dos hijos, desde hace siete años está en pareja con César, quien la apoyó para que Churrinche cobrara vida.
Después de conversar un rato con Valeria me di cuenta que la tienda es el fiel reflejo de su personalidad. Directora de teatro, pintora, diseñadora gráfica y creativa por donde se la mire. “Yo soy un churrinche”, me dice. Y cita la última parte de la leyenda responsable del nombre de la tienda: “De vez en cuando nos encontramos en situaciones en las que debemos vencer nuestros miedos, limitaciones y superarnos a nosotros mismos. Y lograrlo es el mejor regalo que la vida nos puede dar.” Y así es el espíritu que lleva adelante este imperdible espacio creativo que no solo cuenta con la clientela de la zona, sino de varios barrios de Buenos Aires y también del interior de Argentina. Y para finalizar, cito las palabras de Tefi, la encargada del local: “Churrinche… ¡Merecía una nota!”
Contacto:
Churrinche almacén de regalos
Dir.: Pasaje Garrido 391 (ex Chacabuco)
Mail: info@churrincheregalos.com.ar
Horarios: de lunes a viernes: 10 a 19.30 hs. / sábados: 10 a 14 hs.
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Acerca del autor
Me llamo Dolores de Arteaga y soy del 70. Amo la vida, con sus dulzuras y sus sinsabores, con mi pasado y mi presente. Tengo un largo camino recorrido como mujer y como ser humano, con todo lo que estas palabras implican. Fui niña y adolescente. Soy hija y madre, mujer de mi marido y amiga. ¿Mi marido? Mi pilar, el compañero que elegí desde que lo conocí, que nunca me cortó las alas para volar. ¿Mis hijos? Son lo más importante y fuerte que me pasó desde que nací. ¿Mis amigas? Son del alma, fueron mi propia elección, son mi otro yo, ven la vida con mis mismos lentes. sobremi Fui maestra, dueña de una tienda de segunda mano y ahora soy bloggera. Siempre digo que mis ciclos duran diez años; me gustan los cambios, reinventarme cada tanto. Me parece que las mutaciones forman parte del movimiento y de la riqueza de la vida. A partir de los 40 sentí que estaba empezando la otra mitad de mi existencia y se me despertaron gustos e intereses que quizás estaban dormidos. Me siento más entusiasta ahora que a los 20. Se preguntarán “¿qué se le dio por hacer un blog?”. Tengo intereses de todo tipo. Considero que leer es uno de los placeres de la vida, que el arte nos estimula los sentidos y que viajar nos enriquece el intelecto y el alma. Siempre me gustó descubrir la otra cara de las ciudades, hacer hallazgos donde no es fácil identificar a primera vista, descubrir y redescubrir lugares, conocer a la gente, estudiar la naturaleza humana en sus diferentes realidades, hurgar un libro hasta el cansancio, improvisar críticas de cine de lo más personales con amigas, salirme del clásico circuito pautado por unos pocos y estar pendiente de qué se puede hacer acá, allá o donde fuere. Pero sobre todo, me gusta reírme, y si es a carcajadas, mejor todavía. También soy una máquina de registrar datos. Siento un disfrute especial cuando lo hago. Mis amigas me llaman las “páginas amarillas”. Y hasta acá llegué para no aburrirlos hablándoles de mi. ¡Entren a descubrir el blog! ¡Para mí es un verdadero disfrute hacerlo!
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