“Lloro mucho cuando nace un hijo. La vida me conmueve tremendamente”
Cuerpo & Alma
Claudia Romero, quien asiste a la Escuela de Parteras y tiene un curso realizado en Estados Unidos sobre partos humanizados, nos cuenta sobre la importancia de humanizar el suceso más importante en la vida de una mujer
Por Dolores de Arteaga
En unos minutos la vida me cambió para siempre. Literalmente, para siempre. De un momento a otro un ser chiquito e indefenso pasó a cambiar mi existencia. En todo sentido. Eso es lo que me pasó con la llegada de mi primer hijo. Y el cambio no solo fue en la rutina diaria, que eso sería lo más superfluo, sino en mi propia psiquis. Sentimientos que se entremezclaban. Felicidad. De a momentos tristeza. Ternura. Sensación de “no puedo”. Como me dijo una vez un psicólogo: “Para la psiquis de la mujer el nacimiento de un hijo es un drama.” Y así lo creo, en mayor o menor medida. A mi me movilizó desde lo más profundo de mi ser. No entendía qué me pasaba y, lamentablemente, no encontré a nadie competente en el plano profesional. Como quien dice, me recuperé “a los ponchazos.”
Quizás por eso, 15 años después de ese acontecimiento trascendental, y con dos hijos más en mi haber, las palabras que cito en el título, dichas por Claudia Romero en un encuentro casual, me tocaron en lo más profundo del alma. Enseguida pensé: “Esta mujer es la que yo hubiera necesitado en ese entonces.” Ese momento ahora vislumbrado tan lejano y borroso. Seguro me hubiera aferrado a Claudia como el niño abandonado se prende de la primera persona que le brinda un mimo.
Claudia Romero tiene 43 años y está casada desde hace 10. De su primer matrimonio tiene dos hijos: Pamela (17) y Mauro (15): “A mi primer marido lo conocí buceando; el agua para mi siempre fue una perdición, mi terapia. Pensá que abajo del agua hay otro mundo, hay que aprender a disfrutarlo. Tengo cursos de navegación, de vela, de todo. Mi bisabuelo fue el primer práctico del Río de la Plata. Y si bien nunca lo conocí, siempre me crié con las historias del mar. Yo amo el barco a vela y siempre nadé mucho. Mi familia siempre me dijo que solo me faltaban las branquias.”
A los 18 años Claudia se anotó en la Facultad de Medicina, aprovechando que le gustaba mucho la Biología. Pero finalmente desistió: “No me sentía fuerte como para encarar una carrera tan humana a esa edad. “Además, ¿viste que en la familia siempre hay alguien que está destinado a heredar un trono?”, agrega Claudia entre risas. Luego me aclara que su papá fue el primer epidemiólogo de Uruguay y director técnico en la Asociación Española. Ella sabía que si hacía Medicina iba a heredar ese trono, y por eso se dedicó al rubro empresarial. Estudió profesorado de Inglés y Secretariado ejecutivo. Trabajó en la Comisión honoraria de lucha contra el cáncer; en la Embajada Americana; y supo ser voluntaria en el Paso de la Cruz.
Pero a los 40, la edad de los replanteos, su vida dio un giro. En el 2012 ingresó a la Facultad de Medicina, a la Escuela de Parteras: “Los extremos de la vida siempre me atrajeron mucho, me atraen la vejez y los nacimientos. Ambas puntas son auténticas y creo que de dónde venimos y adónde vamos tienen una relación muy importante. Por eso me conecté tanto con mis abuelos, siempre hablé con ellos temas que con mis padres no me animaba a hacerlo. Y siempre disfruté mucho de los nacimientos, de los bebés; ese fue el motor para entrar al mundo de la partería. Me quiero dedicar al parto humanizado”, expresa Claudia.
Hoy todavía le queda un tiempo para terminar la carrera. Se encuentra cursando tercero y le falta medio año de estudio, la práctica en el Hospital Pereira Rossell y el Hospital de Clínicas, un internado de un año y la tesis. En el Pereira ya está asistiendo partos naturales, ya que no siempre los ginecólogos están presentes. Claudia, fiel a su manera de ser, da todo de sí, aportando todo su bagaje no solo en cuanto a conocimientos académicos, sino vertiendo toda su experiencia de vida.
Dolores: Después de tantos años dedicados al área empresarial. ¿Qué se te dio por estudiar la carrera de partera?
Claudia Romero: Con la medicina no había hecho nada hasta el momento, y fue de una manera bizarra la decisión de ponerme a estudiar para ser partera. Un día fui a depilarme y la chica que me atendió estaba embarazada, entonces yo le dije que la acompañaba, que no estuviera sola en ese momento. Llego a casa y averiguo sobre la Escuela de Parteras; ¡era tremenda carrera! Me encantaban todas las materias.
D: ¿Vos creías que era algo similar a un curso corto?
CR: Yo creo que falta conocimiento en un cierto nivel socio-cultural de que esto es un carrera; no es un cursito, ¡es una gran carrera! En Uruguay uno va al ginecólogo y no a una partera; en algunos países desarrollados no es así. El ginecólogo bien merecido que lo tiene, porque estudió 12 años, pero la partera tiene una formación más humanitaria. Es decir, la partera va más allá del parto, puede llegar a acompañar hasta la menopausia, todo lo que es control de embarazo, el control del puerperio (que es después del trabajo de parto). El puerperio a muchas mujeres le dejan fobias, miedos, aprensión con los hijos, y a veces la persona no puede salir sola. Y los ginecólogos (no digo que todos sean iguales) no dan importancia a estos aspectos. Es importante decirle a la persona que después del parto va a tener un cóctel de hormonas impresionante que te puede enloquecer, pero que si tenés a alguien que te contenga, salís rápidamente. Se pude trabajar con la familia y, si no, se puede derivar a un psicólogo. La partera también aconseja sobre la anticoncepción, la lactancia hasta el año, y la depresión que puede llegar a vivir la mamá.
D: Entiendo que averiguaste sobre la carrera y te gustaron las materias. ¿Pero qué fue lo que te movilizó como para anotarte?
CR: Estoy haciendo mi carrera como un apostolado a la vulnerabilidad. Y en el trabajo de parto se vive a diario.
D: Estudiar a los 18 y estudiar a los 40…
CR: Primero que soy madre, o sea que uno proyecta cosas. Me divorcié con hijos muy chicos, y fui una madre muy vulnerable. Y si uno no se transforma en robots, la vida te da la posibilidad de ponerte en lugar del otro, y no con las herramientas que vos tenés sino con las herramientas que tiene la otra persona… Y esa es la verdadera empatía. Con qué autoridad me paro yo a decirle a una mujer que vive en un asentamiento: “Señora, solo teta.” Haber hecho la carrera a esta edad me parece muy bueno, no es lo mismo que a los 18. Soy la nona del grupo (risas) y no es fácil entrar a la facultad a los 40. Todo ha cambiado mucho, la tecnología ha cambiado, yo amo los libros, su olor y me encanta subrayarlos, pero hoy día es todo digital.
D: ¿Cómo decidiste dedicarte al parto humanizado?
CR: En tercer año de la carrera empezás a hacer guardias en el Pereira y en el Clínicas. Yo ya asistí partos y me di cuenta de que algo anda mal, porque se supone que el ginecólogo es el que domina la farmacología, la cirugía y la partera domina todo lo que es humano y lo que es el parto natural. Ahí fue cuando me di cuenta que la carrera no me estaba formando en eso; me ponía a pensar que cuando estuviera de guardia no iba a tener las herramientas, no iba a poder apoyar humanamente a la mujer y al hombre… Entonces decidí cortar tercer año, hacer solo la parte teórica, y dejar las guardias para el año siguiente. Ahí fue que en 2014 me contacté con una institución en Estados Unidos que se llama ICEA, (International Child Birth Education Association).
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“Cuando la vida te da la posibilidad de ponerte en el lugar del otro, y no con las herramientas tuyas sino con las herramientas que tiene la otra persona… Esa es la verdadera empatía”
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D: ¿Y qué es lo que sacaste en limpio de ese curso en Estados Unidos?
CR: El hincapié en que el centro es la familia, y la familia no quiere decir papá mamá e hijo, sino que se centra en el vínculo que se forma cuando nace un niño con todas las personas que están en su entorno. La familia tiene que estar informada sobre todas las formas en que un nacimiento se puede dar, y así poder elegir, más allá que uno como partera crea que hay uno que es el ideal. La persona que atiende el parto tiene que respetar la forma, siempre y cuando no haya riesgo.
D: ¿Cómo sentís que forma la UDELAR (Universidad de la República)?
CR: Te forma científicamente, tenés Anatomía, Patología, Microbiología, etcétera. Obtenés información de cómo un niño viene al mundo. Por eso yo opté por hacer ese curso de acompañamiento de parto humanizado, la idea es que la mujer no esté sola durante el trabajo de parto. Yo parezco Mary Poppins: llevo pelota para el masaje, música para el relax; entre muchas otras cosas.
D: ¿Cómo definirías un parto humanizado?
CR: Aquel parto que respeta las decisiones de una familia, de una mujer, de la pareja.
D: El compromiso que mostrás ya es algo que traés con tu personalidad, más allá de los estudios…
CR: Es que una como partera tiene que estar al servicio de la mujer y su familia. Tal vez la futura mamá quiera parir en cuatro patas, y uno como partera tiene que estar al servicio de lo que ella quiera. Esa familia son los reyes y eso es la humanidad del parto.
Hay que hacer hincapié en que uno es un ser humano, y que todo aquél que trabaje en la salud conoce ese paradigma que se llama Biopsicosocial, pero el 80% de esas personas va al Bio, al biológico, en cambio al social te puedo asegurar que va muy poca gente que realmente le pone alma, corazón y vida. Son condicionantes para un buen parto y para la vida. Te pudo asegurar que si hoy los médicos escucharan más a la gente, diagnosticarían mejor.
D: ¿Que es lo que más te conmueve como partera?
CR: Lloro mucho cuando nace un hijo. Aviso de antemano que me pongo a llorar. La vida me conmueve tremendamente. Tengo dos docentes que me dicen que yo tengo que aprender a no involucrarme tanto. Y la verdad, no quiero dejar de involucrarme. Yo nací en una familia privilegiada, tengo la suerte de llegar a diferentes sectores y poder dejar cambios. Puedo ir al piso 16 del Clínicas y hablar de igual a igual con un ginecólogo, por eso agradezco haber nacido en un hogar privilegiado, pero como instrumento para otras personas.
D: Cuando tuviste a tus hijos, ¿tuviste partera?
CR: Yo te lo voy a contestar así: le pagué a mi ginecólogo para que me asistiera el día del parto y me empecé a descontrolar emocionalmente. Vino una partera y esa mujer logró en mi cosas que nadie había logrado, me llevó a mi centro, consiguió que me controlara. Le pedí que no se fuera de mi lado y ella no me dejó. Siempre digo que lo más cercano a Dios que yo conocí fue a esa mujer; después le mandé una carta de agradecimiento. Esta mujer es lo que en realidad a mí me gustaría que la gente vea en mi; si bien fue algo corto, fue muy intenso en mi vida; nunca más lo olvidé.
D: ¿Qué te generan las mujeres que paren hijos solas?
CR: Me parten el alma. Creo que hoy en día la mayoría de las mujeres paren solas. Pueden estar con una persona que esté al lado y les lleve el bolsito, pero que no las contiene.
D: ¿Y qué pasa si el parto no es natural? ¿Tu función ya no tiene sentido?
CR: Sí, tiene sentido. La partera tiene que ser la guardiana de la fisiología del trabajo de parto, es como el ángel de la guardia. Porque una vez que la mujer está medicamentada, hay que monitorear el feto. En una mutualista, por ejemplo, mientras el médico viene a medicar a la futura mamá, uno como partera va monitoreando que el bebé esté sano y la madre también. Si se le da la epidural es importante que la mujer rote para mantener la pelvis abierta, favoreciendo así el trabajo de parto. Hay parejas que no pueden presenciar el trabajo de parto y la partera acompaña a la mamá. También está el tema del parto no medicamentoso, por medio de las 3 R: ritmo, relajación y ritual.
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“Mi misión sería que ninguna mujer pariera sola. La vulnerabilidad está presente en todas las clases sociales”
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D: ¿Cuál es el concepto de las 3 R?
CR: El ritmo, una mujer en el trabajo de parto, por ejemplo, no puede gritar porque eso es visto como signo de descontrol; pero si emite sonidos como “aaah”, eso está bien. Uno aprende que hay ritmo, o a veces puede golpear el colchón como un ritmo de palma. En toda contracción de dolor tiene que haber un ritmo que se hace con la respiración, con la voz. La relajación es el todo. El rituales lo que la mujer precisa para hacer de esa situación un momento único, y que sea único de esa mujer y de esa familia; por ejemplo: un almohadón que me acompañó durante todo el embarazo y me hace sentir cómoda; la música a la que estoy acostumbrada y que me relaja. Siempre y cuando las cosas no estén contraindicadas, por ejemplo: si rompiste bolsa, no te podés poner dentro de una bañera, porque te estarías contaminando.
D: ¿Te parece que en un futuro el trabajo de partera se valore más?
CR: Yo creo que sí. La Escuela de Parteras hace pocos años tenía pocas estudiantes, de hecho era algo muy familiar, y hoy en día se está enfrentando a una crisis por la cantidad de personas que se están inscribiendo. La ley 17565 obliga a las instituciones de salud a tener parteras de guardia. Actualmente está pasando que los médicos se forman y se quedan en la capital, ¿y qué pasa en el resto del país? Las parteras del interior tienen otro rol. Es que en realidad una partera está capacitada hasta para el recibimiento del recién nacido, para hacerle el test de Apgar, etcétera.
D: ¿Qué es lo que te deja el corazón contento?
CR: Cuando un trabajo de parto se hace bien, porque le hace bien a todos. El ginecólogo no puede estar con todas sus pacientes, y para eso estamos nosotras.
D: ¿Te ves siendo viejita y partera?
CR: Si Dios quiere, sí.
D: Proyectos…
CR: Estoy con ganas de dar una charla de las cosas que he observado todo este tiempo. Cuando te va a ver el médico luego del parto, éste jamás se sienta al lado tuyo, siempre hay un sillón al lado de la cama, pero no hay nadie que se siente a escucharte. Para mí la verdadera partera es una obra de Dios.
D: Para finalizar…
CR: Mi misión sería que ninguna mujer pariera sola. La vulnerabilidad está presente en todas las clases sociales y quiero dar lo mejor de mí, me gustaría siempre tener fuerzas para lidiar con esta carrera. Hay una docente que dice que esta carrera es “hippie tripi loca”, porque realmente es una locura.
Contacto:
Claudia Pérez Romero
Mail: C_perezromero@hotmail.com
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Acerca del autor
Me llamo Dolores de Arteaga y soy del 70. Amo la vida, con sus dulzuras y sus sinsabores, con mi pasado y mi presente. Tengo un largo camino recorrido como mujer y como ser humano, con todo lo que estas palabras implican. Fui niña y adolescente. Soy hija y madre, mujer de mi marido y amiga. ¿Mi marido? Mi pilar, el compañero que elegí desde que lo conocí, que nunca me cortó las alas para volar. ¿Mis hijos? Son lo más importante y fuerte que me pasó desde que nací. ¿Mis amigas? Son del alma, fueron mi propia elección, son mi otro yo, ven la vida con mis mismos lentes. sobremi Fui maestra, dueña de una tienda de segunda mano y ahora soy bloggera. Siempre digo que mis ciclos duran diez años; me gustan los cambios, reinventarme cada tanto. Me parece que las mutaciones forman parte del movimiento y de la riqueza de la vida. A partir de los 40 sentí que estaba empezando la otra mitad de mi existencia y se me despertaron gustos e intereses que quizás estaban dormidos. Me siento más entusiasta ahora que a los 20. Se preguntarán “¿qué se le dio por hacer un blog?”. Tengo intereses de todo tipo. Considero que leer es uno de los placeres de la vida, que el arte nos estimula los sentidos y que viajar nos enriquece el intelecto y el alma. Siempre me gustó descubrir la otra cara de las ciudades, hacer hallazgos donde no es fácil identificar a primera vista, descubrir y redescubrir lugares, conocer a la gente, estudiar la naturaleza humana en sus diferentes realidades, hurgar un libro hasta el cansancio, improvisar críticas de cine de lo más personales con amigas, salirme del clásico circuito pautado por unos pocos y estar pendiente de qué se puede hacer acá, allá o donde fuere. Pero sobre todo, me gusta reírme, y si es a carcajadas, mejor todavía. También soy una máquina de registrar datos. Siento un disfrute especial cuando lo hago. Mis amigas me llaman las “páginas amarillas”. Y hasta acá llegué para no aburrirlos hablándoles de mi. ¡Entren a descubrir el blog! ¡Para mí es un verdadero disfrute hacerlo!
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