“Habitar una ciudad no significa dormir en ella”
Cuerpo & Alma
“Significa estar en ella, protegida por ella y participar de ella”. Lo dice una romana por adopción, guía turística de LC en Roma
Por Dolores de Arteaga
Me sentí parte de Roma desde el instante en que el tren me dejó en sus calles empedradas. Como si el caminar por ellas fuese algo de mi rutina. Y a medida que pasaban los días, sentía que la ciudad me envolvía cada vez más.
Romanos descontracturados. Emanaban olor a libertad. Hasta los pelos y las ropas parecían flotar. Nadie se mostraba apurado. “¡¿Acá nadie se estresa?!”, atiné a preguntarle a mi marido, sabiendo que mi pregunta no tendría respuesta. Es que no la tenía ni él ni yo. Y yo seguía admirada. Grupos de amigos comiendo sándwiches en las plazas. El tiempo, realmente parecía detenido.
Uno de los recorridos de la ciudad lo hicimos con Ximena Amarales, chilena, radicada en Roma desde hace 32 años, quien se dedica a ser guía turística desde hace muchos años. Fue un placer conocerla, porque además de contarnos toda la historia romana, su información estaba tamizada por una singular e inteligente mirada. “Es que acá la gente no solo habita la ciudad, sino que la ciudad habita a su gente”, comentó Ximena en un momento de la caminata. Y con esa frase comprendí todo.
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“Es que acá la gente no solo habita la ciudad, sino que la ciudad habita a su gente”
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Dolores: Destilás una gran personalidad. Contame un poco de vos.
Ximena Amarales Osorio: Crecí en el profundo sur del mundo, en esa Patagonia de mares tempestuosos, montañas graníticas y vientos antárticos. En la histórica Punta Arenas, puerto del Estrecho de Magallanes.
Me titulé de arquitecto en Santiago de Chile y recientemente obtuve mi Máster en Desarrollo Urbano, con la Tesis: “Patrimonio y Espacio Público: las Plazas de Roma.” Pude desarrollar este tema gracias a mis años de estudio histórico y artístico sobre la ciudad de Roma, que tuve que realizar para desempeñarme como guía turística. Emprendí esta profesión hace algunos años, después de un divorcio traumático con mi marido, quien es también arquitecto, y fue socio mío, además del padre de mis dos hijos. La necesidad y el orgullo fueron los motivos que me hicieron cambiar de rumbo.
D: Viniste hace 32 años, en 1984. Sin lugar a dudas, una Roma distinta.
XAO: Sí. En mis primeros años de vida romana, vivía en el corazón de la Roma histórica. Primero en Campo dei Fiori, a pocos pasos de Piazza Navona y después en Trastevere, el barrio bohemio al otro lado del río Tevere. Mi compañera de andanzas era la bicicleta. Solía pasear por las calles y plazas de esta ciudad, aparentemente caótica, pero plena de rincones de paz, de cotidianidad y de vida de barrio. A pesar de no conocer a nadie, no me sentí sola; sí nostálgica del Chile que había dejado, nostalgia que sublimaba pedaleando y participando como espectadora de la vida romana. Aún recuerdo mis andanzas por las iglesias históricas, en las que me topaba con bodas que miraba con curiosidad y goce la elegancia de las romanas y las situaciones familiares espontáneas, abiertas y afectuosas. Todo era parte de la ciudad y nadie ponía barreras a que yo, vestida en jeans y zapatillas de gimnasia, estuviera en medio de señoras con tacos aguja, vestidos de seda y sombreros pomposos, observando y admirando. ¡Esa era Roma!
D: ¿Cómo llegó a ser la Roma que es hoy?
XAO: Algunos romanos, popular, pero afectuosamente, llaman a su ciudad: “Roma puttana”. Porque Roma, desde tiempos inmemoriales, ha aceptado a todos, sin discriminación. Desde Grecia, trajeron la cultura clásica, la arquitectura, los dioses, las esculturas, el idioma. Abrazaron también la cultura egipcia, que uno aún encuentra por sus calles, en columnas, obeliscos, fuentes, esculturas.
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“Todo era parte de la ciudad y nadie ponía barreras a que yo, vestida en jeans y zapatillas de gimnasia, estuviera en medio de señoras con tacos aguja, vestidos de seda y sombreros pomposos, observando y admirando”
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Sufrieron las invasiones barbáricas, y los estoicos se quedaron, mientras miles abandonaron la ciudad para partir a las montañas. Fueron los años oscuros del medioevo, largo, interminable. Después llegaron los Papas triunfantes, en el siglo XV, y los romanos los aceptaron con resignación y sabiduría, a pesar de que un 70 por ciento de ellos nunca aprendió a leer ni escribir, mientras cardenales y prelados invertían dinero en hacer de Roma un salón del lujo y la mundanidad. Aquellos fueron los siglos en que comenzaron a ser creadas las plazas y las fuentes. En 1943 aparecieron los alemanes, ocuparon la ciudad, y los romanos, en silencio, se organizaron para resistir a tanques y deportaciones. Los romanos nunca perdieron la sonrisa y las plazas pasaron a ser lugar de encuentro y diálogo.
D: Entonces, ¿me estás queriendo decir que a partir de su creación, las plazas siempre fueron un punto neurálgico en Roma?
XAO: Las plazas de Roma no sólo son el escenario de la vida romana, sino que sintetizan la cultura milenaria. Cada plaza de Roma nos habla de patrimonio, de siglos de historia: el agua que llega a sus fuentes viene a través de acueductos construidos durante la Antigua Roma, hace más de 2.000 años atrás. Las bateas fueron construidas por algún emperador, los obeliscos los trajo de Egipto Augusto o Calígula o Domiziano. Pero ahí están, delante de una iglesia, adornadas con escalinatas y en medio del agua fresca y gratuita.
¡Las plazas en Roma son de todos! Del pobre, del rico, del chino, del alemán, del uruguayo, del filipino. Todos sentados en los escaños de la iglesia o de la fuente que se encuentra al centro, como también de la baranda que la rodea. Digamos que las plazas de Roma son la radiografía de lo que es Roma, una ciudad donde el patrimonio es de todos, para el uso de todos y abierta a la humanidad, como fueron los Foros de antaño.
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“¡Las plazas en Roma son de todos! Del pobre, del rico, del chino, del alemán, del uruguayo, del filipino. Todos sentados en los escaños de la iglesia o de la fuente que se encuentra al centro”
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D: ¿Qué valor rescatás de cada plaza?
XAO: La Piazza di Spagna (Plaza de España) con su escalinata, es el mejor espejo. Quienes ocupan sus peldaños no sólo se sienten espectadores del universo, sino actores de su escalón, donde nadie los disturba o controla.
La Piazza della Rotonda (Plaza del Panteón) nos regala peldaños para observar el único Templo viviente de la Roma milenaria.
La Piazza Navona (Plaza Navona) nos abraza y refresca con sus fuentes que hablan de continentes lejanos y mitos antiguos.
La Fontana di Trevi es un oasis de frescura en medio de una ciudad dura y estrecha.
La Piazza del Popolo (Plaza del Pueblo), atrio de la ciudad histórica, nos indica el camino de la fe y la indulgencia.
La Piazza del Campidoglio (Plaza del Capitolio), proyectada por el genio de Miguel Ángel, es el único espacio renacentista en Roma diseñado en cada detalle para mostrarnos el pasado Greco-Romano, pero en una total armonía con la “ciudad de los Papas”.
D: Las plazas son el corazón romano, su espíritu.
XAO: En Roma, a través de las plazas, uno se siente integrado al mundo, parte activa de la cultura milenaria. Pero viviendo codo a codo con todos los visitantes del planeta, como parte de un gran universo. En las plazas la gente come, escribe, canta, reposa, participa, habita…¡Y esta es la riqueza de Roma!
Habitar la ciudad no significa dormir en ella, significa estar en ella, protegida por ella y participar de ella. En las plazas de Roma la gente habita y se enriquece, en el espíritu y en la mente. En Roma, si uno es pobre, no se siente miserable; en New York, si uno es pobre… Que lo cuenten ellos.
Después de charlar con Ximena Amarales comprendí por qué me sentí como en casa desde que pisé “la cittá piú bella del mondo.” Una ciudad que, a través de los siglos, tuvo que aprender a cobijar varios corazones. Algo que con los años se transformó en esa gran generosidad de recibir a tantos turistas al año y que bien le valió el título de una película de Roberto Rossellini, Roma, ciudad abierta.
Contacto:
Ximena Amarales Osorio
Mail askme@roma-bella.com
Cel. +39 339 7821813
www.roma-bella.com
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Acerca del autor
Me llamo Dolores de Arteaga y soy del 70. Amo la vida, con sus dulzuras y sus sinsabores, con mi pasado y mi presente. Tengo un largo camino recorrido como mujer y como ser humano, con todo lo que estas palabras implican. Fui niña y adolescente. Soy hija y madre, mujer de mi marido y amiga. ¿Mi marido? Mi pilar, el compañero que elegí desde que lo conocí, que nunca me cortó las alas para volar. ¿Mis hijos? Son lo más importante y fuerte que me pasó desde que nací. ¿Mis amigas? Son del alma, fueron mi propia elección, son mi otro yo, ven la vida con mis mismos lentes. sobremi Fui maestra, dueña de una tienda de segunda mano y ahora soy bloggera. Siempre digo que mis ciclos duran diez años; me gustan los cambios, reinventarme cada tanto. Me parece que las mutaciones forman parte del movimiento y de la riqueza de la vida. A partir de los 40 sentí que estaba empezando la otra mitad de mi existencia y se me despertaron gustos e intereses que quizás estaban dormidos. Me siento más entusiasta ahora que a los 20. Se preguntarán “¿qué se le dio por hacer un blog?”. Tengo intereses de todo tipo. Considero que leer es uno de los placeres de la vida, que el arte nos estimula los sentidos y que viajar nos enriquece el intelecto y el alma. Siempre me gustó descubrir la otra cara de las ciudades, hacer hallazgos donde no es fácil identificar a primera vista, descubrir y redescubrir lugares, conocer a la gente, estudiar la naturaleza humana en sus diferentes realidades, hurgar un libro hasta el cansancio, improvisar críticas de cine de lo más personales con amigas, salirme del clásico circuito pautado por unos pocos y estar pendiente de qué se puede hacer acá, allá o donde fuere. Pero sobre todo, me gusta reírme, y si es a carcajadas, mejor todavía. También soy una máquina de registrar datos. Siento un disfrute especial cuando lo hago. Mis amigas me llaman las “páginas amarillas”. Y hasta acá llegué para no aburrirlos hablándoles de mi. ¡Entren a descubrir el blog! ¡Para mí es un verdadero disfrute hacerlo!
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