Mi blankape, mi mundo
Vestir: una pasión
La blankape llegó para quedarse
“I’ve been a wild rover for many a year
I’ve spent all my money on whiskey and beer.
And now I’m returning with gold in great store
I never will play the wild rover no more.»
Wild Rover by The Dubliners
Texto: Martina Pérez
Producción: Olivia Pérez
Antes de ponernos a hablar sobre temas como el pronóstico del tiempo para este próximo invierno o, ya entrando en nuestros asuntos de moda y hacer énfasis, por ejemplo, en la importancia de un abrigo infalible de cara al frío que se avecina, recomiendo cliquear la canción Wild Rover y disponerse a leer este artículo con el clásico tema de The Dubliners de fondo. Una Guiness o un café irlandés a mano tampoco estaría de más…
Y no es que la tendencia en cuestión, la “blankape” (blanket cape) tenga origen celta ni mucho menos. Pero sí interpreto detrás de esa gran manta cierto espíritu vagabundo, guerrero, irreverente, primitivo… El abrigarse con una frazada, poncho o capa, parecería ser un acto más bien instintivo, que nos remite a la infancia, cuando mamá, papá, o la abuela, nos abrazaban con una gran manta “espantafrío”, dejándonos con una agradable sensación de calor humano y de confort.
Es sabido que, inconscientemente o no, las personas buscamos recrear situaciones agradables de nuestra infancia. Nos conmueven aromas, sabores, texturas, gestos, sensaciones… Para mí, hablar de blankape es algo así como hablar de comfort food… El irreproducible plato de sopa de mi abuela Blanca. Detrás de esa gran tela hay, por qué no, un gesto de amor y de protección. La convicción que dentro de esa manta, todo va a estar bien.
Y así salimos a la calle. Invencibles. Enfundadas en un poncho, manta, capa, ruana (en el Hemisferio Norte, siempre tan prácticos, lo resumieron con el término “blankape”) que nos proteja no sólo del frío sino de toda posible amenaza. Fuertes y convincentes. Sintiéndonos Daenerys Targaryen en Game of Thrones, la Reina Amidala de Starwars o Winter Bones en Juegos del Hambre. Especies de heroínas urbanas, tan protagonistas del siglo XXI. No llevaremos espada, arco y flecha, nos armamos sí con unas buenas botas de cuero, un posible cinto o gorro con suerte, y una gran cartera todo terreno. Junto a este “empoderamiento”, la blankape nos da libertad o, al menos, «la sensación de…»
Entre tanto blog, alguna trendsetter propone sacarse la manta y desplegarla en el parque para un pic nic… O usarla de capa ante las primeras gotas de lluvia… Digo yo, ¿por qué no la convertimos en carpa y acampamos en la Plaza Independencia también? Personalmente no creo que llegue a tanto, pero el espíritu aventurero y vagabundo de una prenda a prueba de todo, que no sólo me proteja y me “solucione”, sino que además me invite a fantasear en medio de la ciudad, sin dudas me seduce.
Nada de ser objeto de bromas como “Che, te olvidaste de dejar la frazada en casa…”. Aquí la blankape es llevada de forma sofisticada. Toda una actitud que puede ser completada por lentes, sombrero y bolso que enfaticen ese halo de espíritu inquieto propio de la capa. Y, si lo que sobra es personalidad, mezclarla con tacos altos o carteras glamorosas es una decisión acertada para quienes saben llevarla.
Las opciones son infinitas y quienes se animen adaptarán a su estilo esta propuesta que, me parece, vino para quedarse. En su versión vagabunda, sofisticada, con escocés o bien a lo frazada de la abuela, personalmente compro la blankape. Compro su abrigo. ¡Y compro, ante todo, su espíritu!
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Acerca del autor
Me llamo Dolores de Arteaga y soy del 70. Amo la vida, con sus dulzuras y sus sinsabores, con mi pasado y mi presente. Tengo un largo camino recorrido como mujer y como ser humano, con todo lo que estas palabras implican. Fui niña y adolescente. Soy hija y madre, mujer de mi marido y amiga. ¿Mi marido? Mi pilar, el compañero que elegí desde que lo conocí, que nunca me cortó las alas para volar. ¿Mis hijos? Son lo más importante y fuerte que me pasó desde que nací. ¿Mis amigas? Son del alma, fueron mi propia elección, son mi otro yo, ven la vida con mis mismos lentes. sobremi Fui maestra, dueña de una tienda de segunda mano y ahora soy bloggera. Siempre digo que mis ciclos duran diez años; me gustan los cambios, reinventarme cada tanto. Me parece que las mutaciones forman parte del movimiento y de la riqueza de la vida. A partir de los 40 sentí que estaba empezando la otra mitad de mi existencia y se me despertaron gustos e intereses que quizás estaban dormidos. Me siento más entusiasta ahora que a los 20. Se preguntarán “¿qué se le dio por hacer un blog?”. Tengo intereses de todo tipo. Considero que leer es uno de los placeres de la vida, que el arte nos estimula los sentidos y que viajar nos enriquece el intelecto y el alma. Siempre me gustó descubrir la otra cara de las ciudades, hacer hallazgos donde no es fácil identificar a primera vista, descubrir y redescubrir lugares, conocer a la gente, estudiar la naturaleza humana en sus diferentes realidades, hurgar un libro hasta el cansancio, improvisar críticas de cine de lo más personales con amigas, salirme del clásico circuito pautado por unos pocos y estar pendiente de qué se puede hacer acá, allá o donde fuere. Pero sobre todo, me gusta reírme, y si es a carcajadas, mejor todavía. También soy una máquina de registrar datos. Siento un disfrute especial cuando lo hago. Mis amigas me llaman las “páginas amarillas”. Y hasta acá llegué para no aburrirlos hablándoles de mi. ¡Entren a descubrir el blog! ¡Para mí es un verdadero disfrute hacerlo!
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