“Sólo la práctica te permite conocer tus límites y potencialidades”
Cuerpo & Alma
Entrevista al congoleño Efuka Lontange, coordinador general del Centro Uruguay-África, y profesor de iniciación a la danza africana
Texto: Martina Pérez
Fotos y videos: Olivia Pérez
A mediados de los ‘90, en un tablado de Andalucía, se me caían las lágrimas de la risa mirando a un grupo de alemanas que sin mucho éxito ensayaban pasos flamencos frente a las sevillanas en escena. Desde la penumbra, las fornidas rubias ponían cara de sufridas, fruncían el ceño, golpeaban el piso con fuerza, lanzaban gritos de lamentos al aire frente a varias botellas de cerveza vacías… Pero no había caso. Sus movimientos eran cómicos, grotescos, desacertados. No pegaban una. Les faltaba fuerza, enojo, actitud, sentimiento. No llevaban el flamenco en la sangre.
En aquel entonces yo me reía sí, pero también sentía bastante vergüenza ajena. Muchos años después, en mi primera clase de danza africana, recordé ese sentimiento… Y tengo que decir que me sentí una de ellas. En el escenario del teatro Bastión del Carmen de Colonia, el profesor, Efuka Lontange, comenzó a bailar. Una decena de personas, de todas las edades y ambos géneros, lo mirábamos como atontados. Algunos notoriamente cohibidos. Todos profundamente admirados. Efuka realmente se movía con todo el cuerpo. Desde la punta del pie hasta la punta del pelo. Abría los ojos, mostraba los dientes, emitía sonidos viscerales, sacudía el esqueleto. Mantenía un diálogo de ida y vuelta con el tambor, una conversación armónica, alegre y llena de energía. Nos mostraba movimientos de partes del cuerpo que ni sabíamos que existían… Y luego nos invitaba a seguirlo. “Por suerte no hay espejo”, fue todo lo que alcancé a pensar en aquel momento. Con las semanas las risas de vergüenza, el miedo al ridículo, fueron apagándose y arrasó el disfrute. Predominó eso que dicen de “baila como si nadie te estuviera mirando”. Predominaron las ganas de soltar y sentir cada parte de nuestro cuerpo, mirar a los otros, sentirnos parte de una tribu.
Hoy, varios meses después, seguimos trancándonos, dudando, riéndonos, y por supuesto también avergonzándonos pero creo que, poco a poco, Efuka lo está logrando. Nos va transformando, como él dice, primero desde lo práctico.
Martina Pérez: ¿Contanos cómo fue tu infancia?
Efuka Lontange: Nací en 1957 en Mbandaka, en el norte de República Democrática de Congo, donde pasa la línea del Ecuador. Cuando nací mi madre tenía 15 años y mi padre 22. Los dos estaban estudiando, no podían cuidarme así que me críe con mi bisabuela materna, Marie Louise Bolewa.
M: ¿Qué edad tenía tu bisabuela?
EL: Ella no sabía su edad. Le sorprendía que le preguntaran su edad porque para ella no tenía ninguna importancia. A los 13 años me recuperaron mis padres, y a los 14 me fui con ellos y mis hermanos a vivir a Francia porque mi padre era diplomático.
M: ¿De dónde viene tu vínculo con la danza?
EL: De mi bisabuela. Ella era curandera. Trabajaba con plantas, con la música y con la danza. En mi idioma se les dice “nganga”, son chamanes africanos de la tradición bantú.
M: ¿Cómo fue la llegada a París?
EL: Difícil. Un cambio de vida total. Fue en 1972. Yo tenía 14 años y fui a estudiar a un colegio. En mi pueblo en Congo mi vida era la escuela y mi bisabuela. Cada vez que ella iba a buscar plantas a la selva, yo la acompañaba y ella me explicaba. Seguramente, si me hubiera quedado en mi país, hubiera seguido sus pasos. De todas formas, hoy siento que en cierta manera continué su legado dándole la forma de la danza.
M: ¿Por qué relacionás la danza con ese contacto con la naturaleza que te llegó a partir de ella?
EL: La danza es la vida. La danza está para dar alegría, para disfrutar. Es una gran terapia entre cuerpo y alma. Eso lo aprendí y lo viví con mi bisabuela, eso marca mi manera de transmitir la danza.
M: La danza como sanadora…
EL: No “como” sanadora, la danza es sanadora. La danza libera. No voy a hablar por todas las danzas. En África, nosotros los africanos entendemos que la danza africana es una. Es como el ser humano, somos todos seres humanos pero somos todos diferentes. La danza africana es así. Hay mucha gente que insiste en hacer distinciones. En mi país hay 418 tribus, hay 418 ritmos, hay 418 danzas. No es que cada país africano tiene su danza, no, hay mucha diversidad.
M: ¿En el Congo bailabas?
EL: Sí, todo el día. La danza en Congo no es un concepto, es una realidad. La danza está integrada a la vida cotidiana. En toda actividad hay música. Cada actividad tiene su ritmo, tiene su danza, tiene sus canciones. No es algo recreativo. Es la realidad, es como respirar, como comer. No hay un marco teórico de cómo se tiene que hacer, es como es, uno vive la danza.
M: ¿Cómo siguió todo en París?
EL: Ya más grande me fui a tomar clases de teatro en el Centro Cultural Americano. Cuando entré al edificio escuché el sonido del tambor. Me fui a buscarlo y era una clase de danza africana de Lucky Zebila, un congoleño que vive en París hace mucho tiempo y fue de los primeros africanos que difundieron la danza africana. Zebila me dijo que no me inscribiera en esas clases de danza sino que él tenía un ballet de danza africana, que fuera ahí. Luego mis padres se volvieron al Congo y yo me quedé en París a ser parte de su ballet. Hicimos giras en Europa. Paralelamente, estudiaba Relaciones Internacionales, como mi padre, pero duré dos años. No funcionó. Alcancé a trabajar profesionalmente con Lucky en su Ballet Zebila.
M: ¿Cómo llegaste a Sudamérica?
EL: Más tarde. En Francia soy artista activista de Derechos Humanos. Un amigo francés me presentó a un percusionista uruguayo. A través de este amigo francés, con el percusionista uruguayo, armamos una organización que se llamó “Triangulación Kultural”, un instrumento de intercambio de cultura entre Europa, África y América. Así fue como llegué acá hace más de seis años invitado por Mundo Afro. Mi familia se quedó en París. Actualmente, estoy trabajando como coordinador general del Centro Uruguay África. Este Centro es una iniciativa del Ministerio de Relaciones Exteriores y Presidencia de la República. Hoy hay seis centros Uruguay-África.
M: ¿Qué diferencia a la danza africana de otras danzas?
EL: En África no existe la mejor danza. La mejor danza es cuando la persona siente la danza con todos los sentidos, bien vivida, bien sentida. No es un tema de estética. La danza no necesita estética.
M: Pero sí una técnica…
EL: La técnica es un instrumento que nosotros utilizamos para transmitir a la gente que no es africana. En África tradicional no hay escuela. El movimiento es de determinada forma pero no por un tema estético, sino por un tema de expresión. Por ejemplo, estás comiendo, necesitás demostrar que realmente estás comiendo. El movimiento tiene que ser auténtico. Y en lo auténtico está todo, está el sentido. En África todo es uno. No se privilegia la forma.
A mí me preocupa que el concepto se tome como la “técnica” occidental de la danza, porque es física. Yo no hablo de una técnica física. Para mí es un instrumento para llegar a algo, hablo de técnica en ese sentido. La danza en África es algo cotidiano. El niño que aprende a bailar aprende en la vida cotidiana. No hace coreografías. Claro que hay profesionales de la danza que hacen coreografías, especialistas del baile. Pero la danza comúnmente es abierta a todos.
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“La danza africana es concebida como un instrumento de iniciación para ayudar a moverse en la vida”
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M: ¿Es un instrumento para qué?
EL: Es un instrumento de ritual, es también una terapia para lograr la armonía entre alma y cuerpo. Es un ejercicio de concentración, de “ser”, pero de ser con toda la funcionalidad del cuerpo, cada parte del cuerpo, cada articulación. Si tenemos articulaciones es por una razón. Por alguna causa la naturaleza nos dio una articulación, para servir a algún fin. En la vida moderna sabemos poco de la articulación. La rodilla tiene una función, el codo tiene una función… El cuerpo, para expresarse libremente, necesita las funciones de cada una de sus partes. El cuerpo humano es flexible como el de un bebé. Cuando no se utiliza, se atrofia, queda duro, rígido.
M: ¿Cuál es tu objetivo como profesor?
EL: Creo que el fin de la danza africana es transmitir, colaborar a utilizar el cuerpo, lograr la armonía de, por ejemplo, todas las articulaciones del cuerpo. Cuando marcás, cuando caminás… Permitir que sientas tu cuerpo en armonía con tu espíritu. En el mundo de hoy, que somos todos muy mentales, la danza africana es un buen instrumento para volver a la tierra. Eso es invalorable no sólo para ustedes los occidentales, sino para África también, porque África se está transformando. Cada día África tradicional está muriendo. Difundir su conocimiento, a través de la danza, es una manera para mí de protegerla. Porque hay un conocimiento a través de la danza, es un conocimiento que es experiencia. En la tradición africana la práctica está antes que la teoría. La teoría viene después.
M: Si tuvieras que definir la danza africana entonces, ¿qué dirías?
EL: ¡Es la vida! La parte de iniciación, los rituales son parte de la naturaleza. Es la vida que se manifiesta a través de la danza. Un movimiento siempre significa algo. Son cosas que después uno va a aplicar en la vida. Y te llevan a que tú estés siempre presente, que tengas conciencia de tu movimiento. Cada cosa de la vida necesita ser. La danza es un instrumento para recordar que la vida es así.
M: Por eso enfatizás que primero la práctica y luego la teoría…
EL: Sí, porque la práctica te permite sentir los propios límites y las propias potencialidades. Sólo la práctica te permite eso. Es una danza de conocimiento y no de saber. Se trata de sentir tu cuerpo. Cuando una persona siente realmente no necesita hablar. Hablamos sólo para guiar, para orientar a la persona acerca de cómo entrar en contacto con su cuerpo. El concepto de arte occidental es completamente diferente, hacen falta muchas palabras. La tradición africana es oral, de palabra también, pero cuando se trata de danza, no hacen faltan las palabras. Es otro tipo de expresión. La palabra en la danza africana es canción. En la danza africana la respiración no es inspira y espira, porque en la vida cotidiana uno no puede estar todo el tiempo inspirando y espirando. Uno respira naturalmente, pero con conciencia. Saber que la respiración está, que uno está respirando.
M: Durante las clases haces mucho énfasis en recrear movimientos como comer, lavarte la cara, etcétera, que forman parte de nuestra vida diaria. Explicanos por qué.
EL: En algunas zonas de África aún hoy los niños aprenden a cazar con la danza. Aprenden a remar con la danza. Muchas actividades físicas de la vida cotidiana el niño las aprende con la danza. Por eso hay danza de comer, danza de nadar… Ellos aprenden a nadar con la danza, antes incluso de sumergirse en el agua. La danza concebida como un instrumento de iniciación para ayudar a moverse en la vida. Hasta para manejar un auto aprenden con la danza. No hay una sola forma de nadar, no hay una sola forma de comer, no hay una sola forma de manejar.
M: También hacés mucho énfasis en la presencia…
EL: Sí. La danza africana es una danza del instante. Trabajamos mucho el aquí y el ahora. Como somos aquí, estamos aquí. El cuerpo humano capta y emite mucha energía; sólo si tú estás presente puedes tanto captar como difundir. Si bailas, existes. Si estás presente, existes. Y eso es también espiritualidad, porque no es sólo la presencia propia, sino del otro. Eso es “ubuntu”. Es la tradición de toda el África negra de compartir a través de la danza. Bailas, pero no bailas solo, bailas con otro. La tradición de toda el África negra de compartir también a través de la danza.
Ubuntu
“Hoy buscás el término ubuntu en Internet y lo primero que sale es un sistema operativo de computación”, dice Efuka entre risas. Un sistema operativo que se inspiró en un concepto tan africano como Nelson Mandela. “El ejemplo de Mandela es muy fuerte porque es un producto cien por ciento africano. Y no fue a Harvard o a La Sorbonne. Mandela aplica ubuntu”, agrega. Ubuntu, un término que refiere a la humanidad, a la empatía y que podría traducirse como ‘Soy porque nosotros somos’.
“La diferencia con Occidente es tanta que hay muchas palabras que tenemos dificultad no sólo de traducción a la sociedad occidental, sino de comprensión. La sociedad occidental monopoliza todo. Interpreta con sus palabras. El idioma africano no tiene palabras como “religión” o “filosofía”. Si hubiera religión o filosofía, existirían. La palabra «amor» sí existe. La palabra «espiritualidad» existe. La palabra «civilización» no existe, la palabra «tradición» sí existe. A mí me gustaría decir que África no tiene civilización, tiene tradición. Si Occidente tiene civilización, qué bueno, no hay problema, que se la guarde”, explica Efuka entre risas.
Ante la pregunta si reconoce algo de África en nuestra sociedad uruguaya, Efuka se explaya: “Para mí toda la humanidad viene de África. En Uruguay veo la presencia de África en palabras como «Fulano», que tiene el mismo significado que en África. «Quilombo» también es una palabra africana. Pero acá y en Argentina es desorden y en África es organización. Viene de la época de la esclavitud, de cuando el esclavo se fue para organizarse en base a cómo vivía en África. Para la sociedad fue un quilombo (risas) pero el esclavo se fue justamente para reagruparse con el fin de ordenarse, de organizarse”.
Por más info y clases
Contacto:
Profesor Efuka Lontange (Congo)
Cel.: 098 218 799
Mail: e.lontange@yahoo.com.fr
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Acerca del autor
Me llamo Dolores de Arteaga y soy del 70. Amo la vida, con sus dulzuras y sus sinsabores, con mi pasado y mi presente. Tengo un largo camino recorrido como mujer y como ser humano, con todo lo que estas palabras implican. Fui niña y adolescente. Soy hija y madre, mujer de mi marido y amiga. ¿Mi marido? Mi pilar, el compañero que elegí desde que lo conocí, que nunca me cortó las alas para volar. ¿Mis hijos? Son lo más importante y fuerte que me pasó desde que nací. ¿Mis amigas? Son del alma, fueron mi propia elección, son mi otro yo, ven la vida con mis mismos lentes. sobremi Fui maestra, dueña de una tienda de segunda mano y ahora soy bloggera. Siempre digo que mis ciclos duran diez años; me gustan los cambios, reinventarme cada tanto. Me parece que las mutaciones forman parte del movimiento y de la riqueza de la vida. A partir de los 40 sentí que estaba empezando la otra mitad de mi existencia y se me despertaron gustos e intereses que quizás estaban dormidos. Me siento más entusiasta ahora que a los 20. Se preguntarán “¿qué se le dio por hacer un blog?”. Tengo intereses de todo tipo. Considero que leer es uno de los placeres de la vida, que el arte nos estimula los sentidos y que viajar nos enriquece el intelecto y el alma. Siempre me gustó descubrir la otra cara de las ciudades, hacer hallazgos donde no es fácil identificar a primera vista, descubrir y redescubrir lugares, conocer a la gente, estudiar la naturaleza humana en sus diferentes realidades, hurgar un libro hasta el cansancio, improvisar críticas de cine de lo más personales con amigas, salirme del clásico circuito pautado por unos pocos y estar pendiente de qué se puede hacer acá, allá o donde fuere. Pero sobre todo, me gusta reírme, y si es a carcajadas, mejor todavía. También soy una máquina de registrar datos. Siento un disfrute especial cuando lo hago. Mis amigas me llaman las “páginas amarillas”. Y hasta acá llegué para no aburrirlos hablándoles de mi. ¡Entren a descubrir el blog! ¡Para mí es un verdadero disfrute hacerlo!
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