“Es un reencuentro, en otra cancha, con el mismo jugador”
LC en Portones
Cuando nuestros hijos se empiezan a ir. Muchas veces los padres lo vivimos como una crisis. Como un vacío. Pero como dice la psicóloga Liliana Saibene: “Los hijos se van, pero no se pierden”
Por Dolores de Arteaga
La naturaleza humana no siempre es sabia. Pero a veces sí. Sobre todo cuando se trata del revuelo psíquico paternal, en el período que los hijos empiezan a volar. Porque, afortunadamente, la mayoría de las veces ese vuelo se da paulatinamente.
“¿A Villa Serrana…? ¿Este fin de semana? Ah… ¿Iríamos todos? Porque ya arreglamos con mis amigos para irnos a La Paloma.” Esas fueron las palabras de mi hijo mayor, Alejo, de 18 años. Palabras que iban quedando sin fuerza a medida que mi cara se iba demudando. Es que sentí dolor. Y él también lo sintió. Fueron segundos de silencio donde los gestos lo decían todo. Reaccioné que Alejo ya iba a empezar a “abandonarnos”. No podía imaginarme paseos o viajes sin él. Porque cada hijo es insustituible. Porque cada parte hace al todo. Y…Ya nada iba a ser igual.
Me recompuse. Normalicé mi rictus. Desdramaticé la “tragedia”. Y pensé: “Es parte de la vida. Uno les ayuda a echar raíces y también les da alas. Los educa para que sean lo más libres posibles. ¿Y ahora me voy a hacer mala sangre por algo que es parte natural del crecimiento y de la vida? ¡Arriba Dolores, que hay espíritu para rato!”
Charlé con Liliana Saibene, psicóloga infantil y adolescente, con una amplia trayectoria clínica. Ella me habló de lo importante que es vivir familiarmente con naturalidad y sin sobresaltos este período de transición en la vida de todos los seres humanos. Como parte del ciclo vital. Y de buscar el equilibrio dentro de la ruptura.
Dolores: Hijos adolescentes. Hijos en transición.
Liliana Saibene: Cuando tu construís una cometa lo hacés de antemano sabiendo que va a volar, que se va a ir. Pero al mismo tiempo sabés que manejás el hilo, lo alargás, lo acortás, y podés sostener la cometa. En ese juego dejás que vuele; tiene un vuelo autónomo pero está agarrada.
D: ¿Por qué cuesta tanto dejarlos ir? Cuesta dejarlos volar a pesar de haberles darles dado alas.
LS: Nos pasaba lo mismo cuando los chicos empezaban a caminar, uno tenía sus temores. O con el tema de las rueditas de la bici. Y con varias cosas durante su crecimiento. También, el hecho de que ellos se vayan nos muestra el paso del tiempo y que nosotros estamos mayores. Y las cosas van cambiando, ya que es el reencuentro de la pareja, de los dos solos, ya que no están los chicos; hay muchos movimientos que repiquetean en la dinámica familiar. Muchas veces hay cosas que se evacúan a través de los hijos, y entonces, cuando están los dos miembros de la pareja cara a cara, ya no hay un tercero a quien culpar.
D: El temido “nido vacío”.
LS: Con los chicos en casa uno se proyecta en ellos, pero cuando te quedás cara a cara contigo y con tu pareja, te planteás qué hacer, cuál es el proyecto de vida, y eso forma parte del nido vacío. El ponerte al frente de: “¿Qué hacemos ahora?”, cuando en realidad hay un montón de cosas para hacer, porque no empieza y termina la vida con los hijos. Hay un montón de cosas personales y de realizaciones que cuentan, y ese es el momento que sí podés empezar a hacerlas, pero depende de cómo cada uno se lo plantea.
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“La vida no empieza y termina con los hijos. Hay un montón de cosas personales y de realizaciones que cuentan, y ese es el momento que sí podés empezar a hacerlas, pero depende cómo cada uno se lo plantea”
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D: Los padres viven una conmoción no solo cuando nacen los hijos, sino también cuando se van…
LS: Es como ponerte en ese equilibrio inestable de la vida, que implica una readaptación y un reacomodo muy particular, ya que te enfrentás a cambios permanentes y es difícil, pero sería aburrido de otra manera. Además, los hijos se van, pero no se pierden. Yo eso hoy te lo digo con otra perspectiva que tú todavía no tenés. Primero se van de a poco, siendo adolescentes, pero después ya hacen su vida e igual vuelven de otra manera y con su propia cosecha; y uno también se reinserta como abuelo en ese tablero de la vida. Van cambiando las identidades y los roles.
D: Claro que todas las transiciones son diferentes. Cada hijo es un mundo.
LS: Claro. Es algo tan vivencial… Es como algo que se va tramitando; a veces es un trámite bien burocrático pero otras veces es algo brusco, y ahí te gustaría que fuera más como un trámite público, o que las distintas instancias demoraran más rato. Los tiempos de los adolescentes no son los nuestros tampoco. Pero también a veces pasa que los padres, en forma inconsciente, los impulsamos a irse y ellos no están preparados. Y el hecho de mantenerlos demasiado también es contraproducente, es como si dejaras una fruta en un árbol, al final se cae y se echa a perder.
D: Si siempre hubo una buena comunicación entre padre e hijo, ¿el desprendimiento es más “sano”?
LS: Sí, lógico, porque se tramita de otra manera. Se hace de una forma más gradual, conversado, donde cada uno pone de sí para que el otro pueda volar, y donde se puede dar una suerte de gratitud por todo lo recibido. La gratitud no es “dar las gracias”, es como un reconocimiento que en este caso ayuda a ese desprendimiento. Porque el hijo se va pleno y los padres sienten que dieron todo y que su hijo puede hacer propio ese “todo”.
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“Hacen su vida e igual vuelven de otra manera y con su propia cosecha; y uno también se reinserta como abuelo en ese tablero de la vida. Van cambiando las identidades y los roles”
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D: O sea, un duelo que hay que atravesar.
LS: Claro, pero al mismo tiempo es un reencuentro, en otra cancha, con el mismo jugador y con otras dinámicas entre los padres y sus hijos; y que si bien serán diferentes, forman parte de la vida en esa etapa. Y además, es algo que no podemos remediar. Lo mismo pasa cuando dejás a tu hijo el primer día en el Jardín, hay un desprendimiento; no sólo le cuesta al niño, sino también a los padres.
D: Y en el caso de los adolescentes, ¿decís que también les cuesta a ambos, al padre y al hijo?
LS: Sí. Es como un tironeo de los dos lados. El hijo al mismo tiempo se quiere ir y le da miedo. Muchas veces le da miedo ese paso, es algo complejo. Pero como decía el químico francés Antoine-Laurent Lavoisier: “Nada se pierde, todo se transforma.”
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“Nuestro hogar es desde donde nos iniciamos, pero también desde donde podemos partir. Y creo que eso también vale”
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D: ¿Cómo ayudarías a una madre que de repente se encuentra angustiada por la ida de su hijo? Ya sea porque se fue a estudiar a otro país, porque empieza a separarse de los programas familiares, etcétera.
LS: Yo no la trataría de convencer de cosas, ya que por un lado es bueno que sienta cierta tristeza, preocupación y miedo. Es una etapa nueva, pero al mismo tiempo le daría la confianza que sembró y que va a prosperar. Y además, no se pierde al hijo que se va, sino que se lo rescata desde otro lugar. Le diría: “Miralo con otros ojos”.
D: Una reflexión final.
LS: Hay un libro que se llama El Hogar Nuestro Punto de Partida (D. W. Winnicott, 1994), que se refiere a la partida en el sentido de inicio, pero también a la partida en el sentido de irse; hay un juego de palabras. Nuestro hogar es desde donde nos iniciamos, pero también desde donde podemos partir. Y creo que eso también vale.
Créditos fotográficos:
Fotos de Liliana por Olivia Pérez
Las imágenes que ilustraron la nota son del fotógrafo japonés Hengki Koentjoro. Sus elegantes fotos en blanco y negro muestran vacíos, espacios minimalistas que lejos de entristecer, transmiten una soledad digna de atesorar. Para ver más de Koentjoro hacer click aquí
Contacto:
Liliana Saibene
Cel.: 099 643 713
Mail: liliana.saibene@gmail.com
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Acerca del autor
Me llamo Dolores de Arteaga y soy del 70. Amo la vida, con sus dulzuras y sus sinsabores, con mi pasado y mi presente. Tengo un largo camino recorrido como mujer y como ser humano, con todo lo que estas palabras implican. Fui niña y adolescente. Soy hija y madre, mujer de mi marido y amiga. ¿Mi marido? Mi pilar, el compañero que elegí desde que lo conocí, que nunca me cortó las alas para volar. ¿Mis hijos? Son lo más importante y fuerte que me pasó desde que nací. ¿Mis amigas? Son del alma, fueron mi propia elección, son mi otro yo, ven la vida con mis mismos lentes. sobremi Fui maestra, dueña de una tienda de segunda mano y ahora soy bloggera. Siempre digo que mis ciclos duran diez años; me gustan los cambios, reinventarme cada tanto. Me parece que las mutaciones forman parte del movimiento y de la riqueza de la vida. A partir de los 40 sentí que estaba empezando la otra mitad de mi existencia y se me despertaron gustos e intereses que quizás estaban dormidos. Me siento más entusiasta ahora que a los 20. Se preguntarán “¿qué se le dio por hacer un blog?”. Tengo intereses de todo tipo. Considero que leer es uno de los placeres de la vida, que el arte nos estimula los sentidos y que viajar nos enriquece el intelecto y el alma. Siempre me gustó descubrir la otra cara de las ciudades, hacer hallazgos donde no es fácil identificar a primera vista, descubrir y redescubrir lugares, conocer a la gente, estudiar la naturaleza humana en sus diferentes realidades, hurgar un libro hasta el cansancio, improvisar críticas de cine de lo más personales con amigas, salirme del clásico circuito pautado por unos pocos y estar pendiente de qué se puede hacer acá, allá o donde fuere. Pero sobre todo, me gusta reírme, y si es a carcajadas, mejor todavía. También soy una máquina de registrar datos. Siento un disfrute especial cuando lo hago. Mis amigas me llaman las “páginas amarillas”. Y hasta acá llegué para no aburrirlos hablándoles de mi. ¡Entren a descubrir el blog! ¡Para mí es un verdadero disfrute hacerlo!
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