“La arcilla te pide mucho respeto; tenés que tomarte tu tiempo y ella después te gratifica”
Por amor al arte
Las cerámicas y la humildad de Ariel Chape nos invitan a pensar que la simpleza es, en definitiva, la mejor fuente de inspiración
Por Martina Pérez. Fotos Olivia Pérez
Ariel Chape (76) tiene la nobleza de la arcilla, esa tierra que tanto ama y que lo vio crecer. Con o a partir de ella, Ariel adquirió un ritmo propio. Una cadencia. Unas manos de oro y mucha paciencia. Así, sin prisa y con delicado respeto por este material, crea las piezas de cerámica más características de Colonia del Sacramento, objetos que visten esta hermosa ciudad del oeste uruguayo y que atraviesan fronteras.
“Nací en Riachuelo (once kilómetros al este de Colonia del Sacramento). Después, con los años, me enteré que soy ceramista de toda la vida. En el pueblo teníamos una ‘cañadita’ donde nos bañábamos y, cuando el agua estaba muy revuelta, jugábamos con la arcilla a hacer muñecos de cerámica, sin saber que estábamos haciendo cerámica. Hacíamos figuras humanas bien ‘porno’, exagerando atributos femeninos y masculinos (se ríe). En el pueblo había también hornos de ladrillo y, cuando se hacia la quema, que duraba todo un día, íbamos a conversar y a jugar. Era hijo único, aunque tenía primos en la vuelta. Mi padre era quintero y mi madre ama de casa”.
“Cuando no tuve más remedio, me fui a la ciudad. Llegué a Colonia del Sacramento e hice un curso de cerámica en la UTU, que duró tres años. Paralelamente, me iba armando en casa un taller mientras seguía aprendiendo. Ahí empecé a hacer lo que continúo y con lo que sobrevivo hasta hoy. En el medio, me fui a vivir once años a Mendoza, donde también armé un taller y trabajé muy bien. Cuando volví de Argentina, me encontré con una Colonia muy cambiada e identifiqué un nicho como para vender cerámicas”.
Martina Pérez: ¿Tuviste algún maestro que te impulsó en tu oficio?
Ariel Chape: Hubo dos personas que propulsaron el curso de la UTU. Una era el arquitecto y urbanista, Miguel Ángel Odriozola, muy conocido en Colonia, y Clíver Armand Ugon, otro arquitecto. Ellos fueron quienes me orientaron en el tema. Cuando terminé el curso, cada cerámica que hacía se la llevaba a ellos y ambos me devolvían su mirada, me comentaban o me criticaban la pieza. Pero no tuve ningún padrino ni nada de eso; en Colonia estaba solo.
MP: Lo tuyo entonces fue casi autodidacta, a base de ensayo y error…
AC: Sí. Después de que terminó el curso, me encontré con una cantidad de problemas que tenía que resolver de alguna manera y no tenía a quien consultar. Yo no estaba vinculado con los ceramistas de Montevideo; fue a los golpes que me fui haciendo.
MP: Contáme un día tuyo de trabajo…
AC: En esta etapa de viejo jubilado, estoy aprendiendo pintura con un maestro y tengo una clase con alumnos de una escuelita con capacidades diferentes; voy un par de días a la semana a darles clase de cerámica. Los chicos me esperan, les gusta mucho y eso me llena mucho. Después, voy un rato al taller a ver a mis amigos y tomo mate con ellos y bueno, así pasa el día…
MP: ¿Antes tenías una disciplina para trabajar?
AC: Tenía la costumbre de trabajar de noche; de mañana no hacía nada hasta que me separé de mi mujer y me tocó quedarme con los gurises. Ahí sí tuve que cambiar mi rutina y me costó mucho, ya que de mañana no rendía nada, recién me sentía a gusto a las 4 o a las 5 de la tarde, cuando los chicos venían de la escuela. Estaba con todas las luces para trabajar justo cuando volvían ellos. De mañana daba vueltas en el taller y no hacía nada, me costó mucho. Pero bueno, uno se acostumbra todo.
MP: ¿Tenés alguna manía cuando te ponés a trabajar con la cerámica?
AC: Sí. Siempre que iba a trabajar lo primero que hacía era prender la radio, ponía música; ahora escucho mucho la radio Uruguay y en aquella época escuchaba lo que sea, pero me gusta mucho la música, me gusta lo clásico de uruguayo: Cabrera, Drexler, Carbajal, Zitarrosa…
MP: ¿Trabajar con cerámica requiere de mucha concentración?
AC: No tanta concentración sino más bien armonía. Me ha pasado muchas veces que se me rompan piezas porque me encuentro pensando en que le voy a pegar al vecino… Así que ayuda porque me hace volver a mi trabajo, y no hacerle nada al vecino (risas).
MP: ¿Tenés alguna actividad que te baje las revoluciones cuando ves que andas medio loco?
AC: Hacía Thai Chi hasta que empezaron a dolerme las rodillas; ahora hago yoga y concentración. Me cuido esa zona.
MP: ¿Tus hijos siguieron la tradición?
AC: Sí. El varón, Pablo, que tiene 39, trabaja conmigo en el taller. Y una de las mellizas (Paloma y Rocío, 35) es maestra y va unas horitas a pintar.
MP: ¿Tenés nietos?
AC: Tres. Dos mujeres de 14 y 15 años y un varón de 4. Martina, Celeste y Bruno. Las mujeres son del varón y el varón es de una de las mellizas.
MP: Hacés muchas réplicas de cerámicas portuguesas antiguas, ¿cómo te inclinaste por ese estilo?
AC: Me fue llevando el hecho de que Colonia tiene esa impronta portuguesa. Aquí hay un Museo Portugués, y otro de los Azulejos… Iba a los museos y copiaba cosas, también le agregaba lo mío. Después, una comisión del Barrio Histórico me pidió que me encargara de los carteles de las calles y ahí me identificaron mucho con la cerámica con letras en azul en mayólica.
MP: ¿Cómo definirías tu estilo?
AC: Mi intención siempre fue hacer una cerámica utilitaria y accesible para la gente. Me gusta lo decorativo, pero que la pieza pueda ser utilitaria y linda. Que sean juegos de café, de platos, etcétera. Cuando viene un cliente y me dice que compró una “jarrita” hace 10 años y que la tienen en un rincón, yo pienso que no es para eso. Es para usarla y, si se rompe, se vuelve a comprar otra.
MP: Imagino que a través de los utensilios antiguos que replicás se refleja el tipo de vida de esa época… ¿Te colgas con eso?; ¿Te inspira?
AC: No, no lo tengo muy en cuenta. Sí te digo que con todas las excavaciones que se han hecho en Colonia, se han encontrado muchas cosas; y algunas las he reproducido y se han vendido bastante bien.
MP: Algunas piezas se habrán impuesto…
AC: Sí claro. Por ejemplo, el candelabro que lleva una manija y una vela, o las piezas de agua bendita, que son para poner en la pared… Las fuentes son también reproducciones fieles. Son piezas copiadas exactamente del Museo, de las que me han prestado las originales para sacarles el molde.
MP: ¿Cuales son tus piezas estrella?
AC: El candelabro es uno de mis favoritos, también las jarras de tamaño de un litro y un litro y medio; o las fuentes de colgar. En general, todo lo que se hace se vende… También los azucareros y los azulejos con frases clásicas.
MP: ¿Entre tus clientes hay mucho extranjero?
AC: Mi cliente más importante es el porteño. El brasileño también me compra mucho.
MP: ¿Tuviste etapas en la cerámica hasta inclinarte al estilo portugués?
AC: El tema es que las veces que he intentado cambiar un poco no he tenido mucha repercusión. La gente ya está acostumbrada y vienen a comprar “lo azul y blanco”. He hecho también gres, que es una cerámica que se cocina a mayor temperatura, pero la he puesto a la venta y no anda muy bien, así que a veces la regalo.
MP: ¿Considerás tu trabajo un arte?
AC: No, es una artesanía de buena factura; yo no tengo la veta ni la preparación de un artista.
MP: ¿Hay cosas que te inspiren? Colonia que es tan linda, su naturaleza y su parte antigua…
AC: Hay motivos como la callecita de la Calle de Los Suspiros, que la dibujamos, la pintamos y sale muy linda, pero no me busques la creación artística porque no la hay (risas).
MP:¿Sos exigente con tu obra?
AC: Sí, claro. Soy exigente y si las cosas no salen bien, se vuelven a cocinar.
MP: Cuando entregas las piezas, ¿te da pena?
AC: No. Es un trabajo muy rutinario.
MP: ¿Dónde se pueden ver tus artesanías?
AC: En Plaza Menor (galería en el centro del Barrio Histórico de Colonia del Sacramento) y hay dos cooperativas de artesanos, Gades y Arte. Co. También en Punta del este en 100% Uruguayo.
MP: Hiciste arte urbano… Hay mucho tuyo en la ciudad…
AC: Sí. Hay muchas cosas y lo que yo hago creo que es arte urbano, hay fuentes, murales y carteles por todos lados; hay un mural en el consulado argentino y lo vinieron a inaugurar en su momento el presidente argentino y el uruguayo (por entonces, Carlos Menem y Julio María Sanguinetti).
MP: ¡Es divino ese mural! Vos sos muy humilde. Contáme que más hay con tu firma en la ciudad…
AC: Carteles y murales se han hecho en varias oportunidades para clientes, en Facebook está todo. Para que no me rezongues y veas que no soy tan humilde, te muestro esto: es un Morosoli que me dieron en el año 2008 (risas). Y en febrero me invitaron de Guatemala a un evento de cerámica para todo Iberoamérica y fui.
MP: Interactuaste con ceramistas y piezas diferentes entonces…
AC: Sí, vi de todo y muchas de México y de España, que son bastante parecidas a las que yo hago.
MP: Viniste con ideas…
AC: Sí, vine con ideas y en los rubros que me interesan, encontré mucha cosa; además el conversar con todos los ceramistas, artesanos y colegas, eso me enriqueció.
MP: Un sueño por cumplir…
AC: Siempre tuve intenciones y ganas de pintar. Nunca me hice tiempo y había que meter pata para generar lo necesario. Ahora estoy pintando y me gusta mucho ese tema y me tengo fe.
MP: Hoy se habla mucho de lo terapéutico de trabajar con las manos y con la arcilla. ¿Lo crees?
AC: Sí, totalmente. Estoy convencido de que a mí la cerámica me ayudó en momentos crudos y amargos; yo me encerraba en el galpón y no me importaba nada, mentalmente me ayudo mucho. Es meterte con la arcilla y cambiás, el contacto con la arcilla te aclara la mente. En la época en que enseñaba cerámica en la UTU, había un grupo interesante con tres o cuatro que eran insoportables. El resto de los profesores se quejaba mucho de estos chicos y conmigo se aplacaban de una manera no tenia queja de ellos. Estoy convencido que era la arcilla que los aplacaba.
MP: ¿Y cómo es la experiencia de dar clase?
AC: A mí me gustaba mucho y es interesante ver cómo van dominando la técnica y la arcilla; es un material tan noble que podés hacer lo que quieras una vez que le hayas encontrado la mano. La arcilla te pide mucho respeto; si no das los pasos como corresponde, se niega, se rebela; en cambio, si la sabés acompañar, es bárbara.
MP: La arcilla te amansará entonces, ya que tenés que aprender a llevarla y tenerle paciencia…
AC: No hay vuelta, hay que respetarla, para trabajar en el torno, tenés que amasar la arcilla, darle su trabajo, tomarte tu tiempo y después ella te gratifica, si querés entrar “a prepo”, no va. Tiene un comportamiento femenino (risas).
MP: Un comportamiento que te habrá ayudado mucho con las mujeres…
AC: No tanto, quizás debería haber tenido antes esa experiencia y me hubiera ido mejor.
MP: ¿Decís que es más fácil la arcilla?
AC: Sin duda.
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Ariel Chape
@ariel.chape.9
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Acerca del autor
Me llamo Dolores de Arteaga y soy del 70. Amo la vida, con sus dulzuras y sus sinsabores, con mi pasado y mi presente. Tengo un largo camino recorrido como mujer y como ser humano, con todo lo que estas palabras implican. Fui niña y adolescente. Soy hija y madre, mujer de mi marido y amiga. ¿Mi marido? Mi pilar, el compañero que elegí desde que lo conocí, que nunca me cortó las alas para volar. ¿Mis hijos? Son lo más importante y fuerte que me pasó desde que nací. ¿Mis amigas? Son del alma, fueron mi propia elección, son mi otro yo, ven la vida con mis mismos lentes. sobremi Fui maestra, dueña de una tienda de segunda mano y ahora soy bloggera. Siempre digo que mis ciclos duran diez años; me gustan los cambios, reinventarme cada tanto. Me parece que las mutaciones forman parte del movimiento y de la riqueza de la vida. A partir de los 40 sentí que estaba empezando la otra mitad de mi existencia y se me despertaron gustos e intereses que quizás estaban dormidos. Me siento más entusiasta ahora que a los 20. Se preguntarán “¿qué se le dio por hacer un blog?”. Tengo intereses de todo tipo. Considero que leer es uno de los placeres de la vida, que el arte nos estimula los sentidos y que viajar nos enriquece el intelecto y el alma. Siempre me gustó descubrir la otra cara de las ciudades, hacer hallazgos donde no es fácil identificar a primera vista, descubrir y redescubrir lugares, conocer a la gente, estudiar la naturaleza humana en sus diferentes realidades, hurgar un libro hasta el cansancio, improvisar críticas de cine de lo más personales con amigas, salirme del clásico circuito pautado por unos pocos y estar pendiente de qué se puede hacer acá, allá o donde fuere. Pero sobre todo, me gusta reírme, y si es a carcajadas, mejor todavía. También soy una máquina de registrar datos. Siento un disfrute especial cuando lo hago. Mis amigas me llaman las “páginas amarillas”. Y hasta acá llegué para no aburrirlos hablándoles de mi. ¡Entren a descubrir el blog! ¡Para mí es un verdadero disfrute hacerlo!
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