Entre puntillas y escamas
Por amor al arte
“Todas las piezas son hechas con mucho amor. Las trabajo pensando: ¿A dónde irás?” Esta frase abrevia la esencia de Thiarak, emprendimiento cerámico de la argentina Karina Contini
Por Dolores de Arteaga
Karina Contini volaba. En sus sueños, porque la alejaban de una rutina de la que nunca fue amiga. Y en la realidad también. Porque durante 15 años fue azafata en vuelos privados, así como también de diferentes compañías aéreas, internacionales y de Argentina, su país natal. Hasta que llegó el diagnóstico no deseado. Tommy, su primer hijo, de 3 años, tenía autismo. Ahí todo cambió. Necesitaba los pies sobre la tierra, en el sentido amplio de la palabra, para encarar un tema por demás delicado. “Digamos que me quedé sin alas, creo que uno nace para volar, me daba mucha satisfacción hacerlo”, comenta Karina, recordando los viejos tiempos.
Hoy, Karina, con 43 años, es “las manos y el alma” de Thiarak, un emprendimiento dedicado a la creación de vajilla en cerámica. Ella es de esas ceramistas que viven el proceso desde el principio al fin. Disfrutando todos y cada uno de sus pasos. Y, lo fundamental, dándole su impronta. Me cuenta que trabaja solo al por mayor. Pero eso no hace que cambie su modalidad de trabajo ni su motor, ya que “todas las piezas son hechas con mucho amor. Las trabajo pensando: ¿A dónde irás?”
Fueron 15 años arriba de aviones. Vivió en Qatar, durante unos meses, durante el tiempo que trabajó para una compañía que la trasladó a ese estado arábigo. Cuando la zona se volvió peligrosa por las guerras, Karina decidió volver a Argentina. Se casó y tuvo a Tomás, que hoy tiene 13, y a Juana de 6 años. Vive, junto a su familia, en la zona de Vicente López, Buenos Aires.
Renunció a su pasión por volar en el momento que le dieron el diagnóstico de su hijo. “Cuando volaba en aviones privados no sabía cuándo me iba ni cuándo llegaba. A veces, los vuelos se me juntaban con estudios que tenía que hacerle a mi hijo. Y alguien tiene que ocuparse de sus terapias, de estar, de ir a recibirlo cuando llega del colegio, y demás. Renuncié a mi profesión por él”. Pero algo bueno la estaba esperando. Una actividad que le iba a permitir sublimar su dolor.
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“(Tras el diagnóstico) digamos que me quedé sin alas, creo que uno nace para volar, me daba mucha satisfacción hacerlo”
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Empecé a ver qué podía hacer de mi vida. Remodelando mi casa me encontré con un volante que promocionaba un curso de alfarería. Y allí fui, empecé a tomar las clases, y estuve siete años practicando esa técnica.” Karina empezó a trabajar con el torno, pero no la convenció mucho: “Hay que tener una cierta estabilidad, ya que el centrado de la pieza nace de vos misma. Era difícil para mí, por el momento que estaba viviendo. Entonces empecé a trabajar otras cosas con las manos. Ahí empezaron a salir las ensaladeras de formas irregulares y con escamas.” Y así, poco a poco, empezó a encontrar su camino. A dejar impregnada su personalidad en cada pieza lograda. Ella cuenta, “siempre investigo, es prueba y error. Fui encontrando mi nicho. Es que tenés que buscar hacer algo que no esté visto, para que no sea copia de copia. Después quise hacer algo que combinara con lo que estaba haciendo, y empecé con las puntillas, a transferirlas a la arcilla; ese género antiguo tiene lo que dejaron nuestros antepasados, lo que fuimos heredando…Mucho amor por todos lados”.
Resulta que tras su nueva pasión, surgió la acumulación de creaciones. “En un momento mi marido me dijo: ‘¿Qué pensás hacer con tantas piezas?’ Y yo no quería renunciar a ellas. Tomé la decisión y empecé a ir a ferias, hasta que me conocieron las chicas de Salmón (tienda de diseño en Buenos Aires).” Y, poco a poco, sus artículos empezaron a decorar no sólo las vidrieras de distintos locales de diseño, sino a vestir mesas de casas, chacras y hasta de revistas de decoración, entre ellas la revista Living. El programa de la pastelera Maru Botana, así como las producciones de la también cocinera Juliana López May, cuentan con sus creaciones.
«Cuando me llamaron del Clarín para hacer una nota sobre mis piezas, les pedí para quedarme a ayudar. Así empecé hace cuatro años y sigo hasta el día de hoy, como Asistente de Producción de la vestuarista Ana Markarian, quien trabaja para varias revistas de moda y de decoración. Es algo freelance, me acomodo a sus horarios, la ayudo con la producción de fotos”, comenta Karina, feliz del ojo estético que desarrolló a partir de este trabajo.
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“(Trabajo sola) porque pienso que las manos de uno no son iguales a las manos de otro. Por eso no me importa que saquen fotos a mis piezas, porque podés copiar… ¡Pero nunca va a ser igual!”
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Al día de hoy Karina tiene un catálogo de veinte productos para la venta. Platos y ensaladeras, vasos de diferentes tamaños, compoteras de distintas formas, y porta velas, salen del horno con las fallas más lindas, las fallas de lo artesanal. Como dice Karina: “Los colores pueden no ser iguales y la puntilla puede romperse y no quedar igual en todos las piezas. A veces me piden 24 platos con la misma puntilla y en el proceso se termina rompiendo. En ese caso, les digo que la puntilla tiene un agujerito acá y que va a salir ‘así’, y no tienen problema. En general, lo que quieren es que se note que la puntilla es antigua. El hilo muy finito con el que tejían las abuelas no aguanta (risas).” En cuanto a la cerámica que viene de China, la temida competencia por los artesanos en general, comenta: “Hay que aguantar. Seguir y seguir. Perseverar. Yo sé que no puedo competir con lo chino, ya que el precio que ponen ellos yo ni siquiera lo tengo de costo.”
Su sello personal salta a la vista. La delicadeza de las puntillas y las escamas. La exquisitez de una paleta que va desde el acqua, un rosa que tira al salmón, hasta un crema medio sucio. “Para cambiar de colección, lo que hago es cambiar colores. Siempre trabajo los mismos, pero los alterno, según la estación del año. Turquesa da a verano y gris a invierno. Pero lo que no cambio, son las escamas y las puntillas”, me comenta Karina, orgullosa de lo que está cosechando. Y agrega: “Probé hacer unas cosas con oro; en otras ocasiones tuve una ilustradora que pintaba mis platos y mis ensaladeras…Pero no era lo mío. No me llegaba. Si veía esas piezas, no era Thiarak. Es que todo tiene que ver con mi estética, nada es caído del cielo”
En cuanto a qué la inspira, cree que una cosa te lleva a la otra. “Por ejemplo, me voy de viaje, veo moda y a mí los colores, las texturas, me llenan la mente. Y en un momento, sin querer lo transfiero a la cerámica, al arte.”
Cuando le pregunto por qué trabaja sola, sin ayuda, ella me contesta: “Porque pienso que las manos de uno no son iguales a las manos de otro. Por eso no me importa que saquen fotos a mis piezas, porque podés copiar… ¡Pero nunca va a ser igual!”
Aunque es anti-rutina, Karina no tiene más remedio que caer en el “horario de trabajo” impuesto por ella misma. “Aunque hay otros momentos del día en que disparo para mi taller, porque ahí me inspiro mucho más (risas). Aprovecho cuando mis hijos duermen, sobre todo la noche. Me gusta el silencio, no tener el grito o el llamado de mis hijos. Necesito estar concentrada. La radio con información y música me acompañan.” Actualmente tiene el taller en su casa, pero está en proceso de mudanza. “Me estoy mudando a un loft de 110 metros cuadrados, a diez cuadras de nuestra casa, ya que el espacio no me estaba alcanzando. Lo compré en base a mi trabajo, ya que, por suerte, mi marido es el que alimenta a la familia y lo mío lo uso como ahorro.”
Claro está que mucha gente desearía tomar clases con Karina. Y llegó a hacerlo. “Antes daba, pero me sacaban mucha energía. Todos usamos los talleres como una forma de psicoanálisis, entonces sentía eso de llevarme la energía de esa gente… Pero no me estaba haciendo bien, no me daban ganas de estar ahí.”
Los diseños de Karina se encuentran desperdigados por quince tiendas de Argentina. Entre ellas, Agustina Cerato, en Buenos Aires; Rumah, en Pehuajó; Fabiana Pesce, en Santa Fé y Las Durrieu, en Salta. “Trato de dejar zonas amplias, no quiero estar en todos lados. La idea es que el cliente me busque a mí por mi producto, por lo que hago. Que la gente aprecie el arte de la cerámica y busque mis piezas porque realmente las quiere tener”, agrega Karina. Y me confiesa que su sueño sería estar en alguna tienda de decoración de Uruguay, aunque sabe que tarde o temprano se va a dar.
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“La cerámica es mi cable a tierra y mi momento de escape. Mi terapia. El tener un hijo con autismo no es fácil. De a momentos me explota la cabeza”
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Karina ha tenido ofrecimientos grandes. Pero ella conoce bien sus límites. Sabe dónde está parada. “He llegado a decirle que no a dos imperios, a Falabella y a Wanama, porque querían que firmara mis piezas con sus nombre. Y yo eso no lo hago. Por más que me hubiesen ofrecido mucho desde el punto de vista económico, porque esa no es mi meta.”
Gratificaciones, muchas. Y todavía le falta mucho camino por andar. Me cuenta una anécdota que todavía lleva en su corazón: “Un día me escribió una bloguera argentina, a la que no conozco, que en la casa que había alquilado en Nueva York se había encontrado con una pieza mía. ¡Yo misma no lo podía creer! Seguramente la propietaria de la casa la habría comprado en Argentina, o alguien se la llevó de regalo.”
«En casa de herrero cuchillo de palo” es el dicho que mejor le va. En su casa, sus piezas brillan por su ausencia. “Nunca me sobra nada. Siempre necesito tener alguna pieza guardada para alguna producción.”
“¿Por qué Thiarak?”, le pregunto antes de terminar la entrevista. Parece que su hija se iba a llamar “Thiara”, por elección de su hermano Tommy. Y como su hija finalmente se llamó Juana, Karina bautizó a su emprendimiento “Thiarak”, agregándole, al final, la inicial de su nombre.
Casi por terminar, Karina nos deja algunas palabras: “La cerámica es mi cable a tierra y mi momento de escape. Mi terapia. El tener un hijo con autismo no es fácil. De a momentos me explota la cabeza. Juana, mi hija más chica, es celosa de Tommy, porque tiene mucha atención mía, algo inevitable.”
Sus palabras, de a momentos duelen. Pero también reconfortan. Porque Karina pudo completar su felicidad a través de una profesión que involucra sus manos, como una continuación de su alma. “Cada persona se lleva una parte de mí en la pieza.” ¡Gracias Karina!
Fotos:
Gentileza Fotografía Ambardeco
Lugares donde encontrar cerámicas Thiarak en Argentina
Agustina Cerato
Arenales 1257 – Recoleta
Migueletes 925 – Belgrano
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Bohemia Velas
Av. Fondo de la Legua 2042 – Martínez
Mahalla Concept
Vía Fb Facebook
Broome Alem 901 – Banfield
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Baardo estudio
Calle 13 b, entre 471 y 472. City Bell, La Plata
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Olivia, almacén de curiosidades
Rivadavia 2429, Olavarría
Rumah Hernández 451 – Pehuajó
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Fabiana Pesce
Pueyrredón 797 – Venado Tuerto – Santa Fé
Las Durrieu
José Hernandez 640, Villa San Lorenzo – Salta
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*Compañía de Indias
C. Pellegrini 802 – Ciudad de Corrientes – Corrientes
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Pipa Showroom
Juan Pujol 1085 – Mercedes – Corrientes
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Contacto:
Thiarak Cerámica
Mail: ThiaraK@live.com.ar
Cel.; +54 9 11 3103 9346
Instagram Thiarak
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Acerca del autor
Me llamo Dolores de Arteaga y soy del 70. Amo la vida, con sus dulzuras y sus sinsabores, con mi pasado y mi presente. Tengo un largo camino recorrido como mujer y como ser humano, con todo lo que estas palabras implican. Fui niña y adolescente. Soy hija y madre, mujer de mi marido y amiga. ¿Mi marido? Mi pilar, el compañero que elegí desde que lo conocí, que nunca me cortó las alas para volar. ¿Mis hijos? Son lo más importante y fuerte que me pasó desde que nací. ¿Mis amigas? Son del alma, fueron mi propia elección, son mi otro yo, ven la vida con mis mismos lentes. sobremi Fui maestra, dueña de una tienda de segunda mano y ahora soy bloggera. Siempre digo que mis ciclos duran diez años; me gustan los cambios, reinventarme cada tanto. Me parece que las mutaciones forman parte del movimiento y de la riqueza de la vida. A partir de los 40 sentí que estaba empezando la otra mitad de mi existencia y se me despertaron gustos e intereses que quizás estaban dormidos. Me siento más entusiasta ahora que a los 20. Se preguntarán “¿qué se le dio por hacer un blog?”. Tengo intereses de todo tipo. Considero que leer es uno de los placeres de la vida, que el arte nos estimula los sentidos y que viajar nos enriquece el intelecto y el alma. Siempre me gustó descubrir la otra cara de las ciudades, hacer hallazgos donde no es fácil identificar a primera vista, descubrir y redescubrir lugares, conocer a la gente, estudiar la naturaleza humana en sus diferentes realidades, hurgar un libro hasta el cansancio, improvisar críticas de cine de lo más personales con amigas, salirme del clásico circuito pautado por unos pocos y estar pendiente de qué se puede hacer acá, allá o donde fuere. Pero sobre todo, me gusta reírme, y si es a carcajadas, mejor todavía. También soy una máquina de registrar datos. Siento un disfrute especial cuando lo hago. Mis amigas me llaman las “páginas amarillas”. Y hasta acá llegué para no aburrirlos hablándoles de mi. ¡Entren a descubrir el blog! ¡Para mí es un verdadero disfrute hacerlo!
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