“La adolescencia es un puente que los jóvenes deben recorrer solos; los padres podemos darles barandas, no muletas”
Cuerpo & Alma
Fernando Otero y su rico bagaje sobre temas adolescentes que interesan y preocupan a todos los padres comprometidos en la educación de sus hijos.
Hoy la vida encuentra a Fernando Otero trabajando como profesor de Ética en el Instituto Pre Universitario de Montevideo (Pre/U) y también como Coordinador en el Área de Educación de la Universidad de Montevideo (UM). Tiene en su haber tres libros escritos sobre la adolescencia y otro en camino.
Jamás imaginó, aquél día en que se graduó de Dr. en Veterinaria, en lo que iba a desembocar su vida. Al tiempo, un poco por necesidad y otro por casualidad, empezó a trabajar en un colegio. Fue tanto lo que se involucró en la educación, que no sólo hizo una Maestría en Colombia y se especializó en valores, sino que ya lleva 30 años dando clases en forma ininterrumpida.
Dolores: Adolescentes del siglo XXI. ¿Por qué decidiste escribir ese libro?
Fernando Otero: Surgió para ayudar a los papás que están presionados por el ambiente y se sienten con poca seguridad para actuar. Me gusta escribir desde mi experiencia como educador, aprovechando mis años de trabajo con adolescentes y sus padres. Todas las historias son reales, cambio los nombres para mantener el respeto.
Lo que quiero es transmitir a los padres que ellos pueden, que no bajen los brazos. Vienen papás con unos valores espectaculares y dicen: “Ay, estoy pasado de moda”, pero no pueden tener complejo de inferioridad cuando piensan bien. También están los casos de los papás que no tienen autoridad moral pero que, independientemente de eso, son padres y deben actuar, porque son los primeros educadores de sus hijos.
D: La adolescencia, un puente para recorrer. ¿Por qué ese título?
FO: El término puente me parece muy significativo en el caso de los adolescentes, porque lo comienzan a recorrer siendo niños y salen jovencitos de 25 años casi adultos, prontos para la vida. Ese puente lo tienen que recorrer solos, cada uno con sus vivencias, a su manera. Yo digo que ese puente tiene que tener barandas para no caerse, para que se apoyen, descansen y puedan mirar para atrás cuando lo necesiten. Un puente sin barandas tiene sus peligros.
Yo siempre digo que en ese puente hay tres etapas: el descubrimiento de lo físico; el descubrimiento de sus amigos y el descubrimiento del corazón. Todas y cada una de esas etapas hay que transitarlas y vivirlas.
También escribí una novela para adolescentes pero todavía no la publiqué, se llama Backstage. En estos momentos me encuentro escribiendo otro libro que es Ética Inclusiva, sobre ética dirigida a los profesores.
D: ¿Cómo viven la adolescencia los chicos y sus padres?
FO: Los chicos la viven en una forma muy conflictiva porque a veces quieren ser niños y otras veces quieren ser grandes, y estos cambios suceden de un momento para otro. Yo veo por ejemplo a un chico de 16 años que habla del tequila y a la media hora está jugando con su hermanito a la par. Y a los padres los desorienta no saber cómo tratarlos.
D: ¿Cómo ves la función parental hoy día?
FO: Creo que el chico está muy solo, tropieza y a veces tiene miedo. Por más que se diga que los padres de ahora hablan, que los de antes no, que todo era tabú, ahora siguen sin hablar porque no hay tiempo, no les interesa o no piensan en sus hijos.
El adolescente es el lenguaje de la acción, por eso en las charlas a los padres les decimos que hagan cosas juntos, por ejemplo que laven el auto y mientras que lo hacen surgen conversaciones.
D: Y cuando falla el sostén familiar, la “baranda” dirías tú…
FO: Y si la baranda no está, ¿quién me la va a dar?, ¿los medios de comunicación?, ¿mis amigos?, ¿mi abuela?, ¿quién? El escritor argentino Sergio Sinay escribió un libro muy interesante sobre este tema: La sociedad de los hijos huérfanos.
D: Los adolescentes, ¿cómo ven a sus padres?
FO: Ven una diferencia generacional y les gusta que sus padres sean padres, que no se hagan los adolescentes, sino los hijos probablemente sean inmaduros, sin baranda, inestables, incapaz de comprometerse, con déficit afectivo.
Los padres tienen que ser padres con prestigio, y el prestigio es la autoridad, hablar de lo que haga falta y estar atento, sobre todo estar a la espera. Los chicos necesitan padres que los quieran, que los comprendan y que les exijan.
D: Frente a un adolescente, ¿cuándo hay que alarmarse?
FO: Cuando se encierra, está hermético, deja de estar con su grupo de amigos, empieza con costumbres distintas, deja de comer…
D: ¿Qué opinás de las redes sociales?
FO: Las redes sociales repercuten en la identidad de la persona, ya que su intimidad pasa a ser de todos. Es un tema complicado en el que yo me estoy metiendo más ahora.
D: ¿Qué decís de los juegos violentos de Play o internet?
FO: Es tremenda la violencia de algunos juegos. A veces juegan tres horas sin parar, después van al aula y no saben discernir la realidad virtual de la verdadera. Vienen de manejar una metralleta virtual entonces cuando un compañero los golpea un poquito sin querer, reaccionan en forma desmedida… Eso es acostumbramiento y se nota.
D: ¿Considerás que los adolescentes buscan la inmediatez?
FO: Yo hablo de la cultura del “yaismo”, del ya todo. Y esto es preocupante porque el adolescente que no tolera frustraciones se vuelve incapaz de asumir compromisos futuros.
Tolerar la frustración es asumir el fracaso; la tolerancia implica aguantar, soportar, buscar la manera, otros caminos, para después asumir compromisos que implican tiempo, ya sea un compromiso laboral, afectivo o social. Como el chico vive en una cultura de “uso y tiro” se ve incapaz de asumir compromisos, porque está acostumbrado a que todo sea fácil.
D: ¿Qué le dirías a un padre desbordado con su hijo adolescente?
FO: Buscar espacios para hablar con claridad, cuidando las formas, porque el chico sabe que su papá está desbordado. Hablar de los hechos, de las cosas, porque el chico entiende perfectamente todo.
Es importante saber diferenciar los hechos de las emociones; si objetivamente hay algo para corregir o si es un capricho del papá porque quiere que su hijo sea de una determinada manera.
D: ¿Qué características positivas rescatás en los adolescentes de hoy día?
FO: La autenticidad. No les importa mucho el formalismo, el normativismo. Antes nosotros íbamos a trabajar y para nosotros era muy importante el mantener ese trabajo; es más, una persona que cambiaba de trabajo frecuentemente era vista como rara, en cambio ahora si al chico no le gusta el trabajo, cambia por otro, porque es auténtico, coherente consigo mismo, y eso es muy bueno.
También son más autónomos. A un chico de 20 años que lo pongo a trabajar no le puedo decir cómo tiene que hacerlo, le pido que lo haga y él tiene una manera de hacerlo distinta a la mía, pero llega al mismo fin. Estos adolescentes son la generación Y.
D: ¿Qué consejos le darías a los padres como principales educadores de sus hijos?
FO: Hay que ayudar a los chicos a que animen a superar los desafíos actuales, que se sientan apoyados.También está en nosotros, como padres y educadores, el confiar, saber que el otro va a usar bien su libertad…Y a veces tenemos miedo de confiar y decimos: “Este se va a equivocar”. Hasta qué punto dejo que se equivoque o intervengo es la típica. Por eso digo de ponerle barandas, no muletas…
Es importante que los padres den su opinión, porque por más que el chico se ponga en contra en ese momento, después lo pensará y lo aplicará a su realidad.
D: Para terminar, ¿qué te van dejando todos estos años de trabajo diario con adolescentes?
FO: La satisfacción de saber que lo que vos aportaste en clase los chicos lo recuerdan. El contenido propio de la asignatura es como un vehículo que te permite conectar con los temas más profundos del chico; también al yo hacer orientación educativa ya es distinto a ser un docente común, porque se crea un ámbito propicio para el diálogo.
Siempre digo que si al profesor no le interesa el adolescente como persona, que se dedique a otra cosa.
Contacto:
Dr. Fernando Otero
fotero@um.edu.uy
www.um.edu.uy
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Acerca del autor
Me llamo Dolores de Arteaga y soy del 70. Amo la vida, con sus dulzuras y sus sinsabores, con mi pasado y mi presente. Tengo un largo camino recorrido como mujer y como ser humano, con todo lo que estas palabras implican. Fui niña y adolescente. Soy hija y madre, mujer de mi marido y amiga. ¿Mi marido? Mi pilar, el compañero que elegí desde que lo conocí, que nunca me cortó las alas para volar. ¿Mis hijos? Son lo más importante y fuerte que me pasó desde que nací. ¿Mis amigas? Son del alma, fueron mi propia elección, son mi otro yo, ven la vida con mis mismos lentes. sobremi Fui maestra, dueña de una tienda de segunda mano y ahora soy bloggera. Siempre digo que mis ciclos duran diez años; me gustan los cambios, reinventarme cada tanto. Me parece que las mutaciones forman parte del movimiento y de la riqueza de la vida. A partir de los 40 sentí que estaba empezando la otra mitad de mi existencia y se me despertaron gustos e intereses que quizás estaban dormidos. Me siento más entusiasta ahora que a los 20. Se preguntarán “¿qué se le dio por hacer un blog?”. Tengo intereses de todo tipo. Considero que leer es uno de los placeres de la vida, que el arte nos estimula los sentidos y que viajar nos enriquece el intelecto y el alma. Siempre me gustó descubrir la otra cara de las ciudades, hacer hallazgos donde no es fácil identificar a primera vista, descubrir y redescubrir lugares, conocer a la gente, estudiar la naturaleza humana en sus diferentes realidades, hurgar un libro hasta el cansancio, improvisar críticas de cine de lo más personales con amigas, salirme del clásico circuito pautado por unos pocos y estar pendiente de qué se puede hacer acá, allá o donde fuere. Pero sobre todo, me gusta reírme, y si es a carcajadas, mejor todavía. También soy una máquina de registrar datos. Siento un disfrute especial cuando lo hago. Mis amigas me llaman las “páginas amarillas”. Y hasta acá llegué para no aburrirlos hablándoles de mi. ¡Entren a descubrir el blog! ¡Para mí es un verdadero disfrute hacerlo!
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