“Fui a Ezeiza y pedí un pasaje para el primer vuelo que saliera”
Por amor al arte
Entrevista al actor uruguayo con la carrera actoral internacional más difundida hasta el momento. Hablamos de George Hilton
Por Dolores de Arteaga
En algunas familias sucede que hay parientes que son un mito, por infinitas razones. En mi familia el mito siempre tuvo el artístico nombre de George Hilton. Menudo nombre, hasta asusta. Resulta que el famosísimo actor George Hilton es el criollísimo Jorge Hill, primo hermano de mi papá. La cosa es tan simple como que durante toda mi infancia me enorgullecí contando a amigas, incluidas las del barrio, así como también al almacenero José y a la cantinera del colegio, que yo tenía un tío famoso, con nombre rimbombante, triunfando en Italia como actor.
Hoy, Jorge Hill Acosta y Lara está por cumplir 80 años, y no parece ni por asombro. Pinta de galán recio, vital, entrañable y sumamente agradecido de la vida, vive en Roma desde los 28 años. Llegó por el año 1962, con unas monedas en el bolsillo. Pareciera que, como reza el título de la taquillera película La felicidad trae suerte, su alegría y el creer en sí mismo, hicieron que Roma cayera a sus pies.
Dolores: Tus comienzos actorales fueron en Montevideo, ¿no?
Jorge Hill: Sí, ya con 14 años hacía obras y las representaba en casa. Nunca estudié actuación, se ve que nací con el don. Creo que la mejor escuela es el trabajar continuamente en esta profesión. Mi padre lo veía muy mal, decía que ser actor no era lo mejor para mi. Por mi padre fue que me cambié el apellido a Hilton. Pero cuando triunfé mi padre decía: “Este es mi hijo”.
Formalmente, como actor, empecé en el teatro Tinglado, que era un teatro amateur en Montevideo. Fui el fundador del Teatro Circular, lo hice yo mismo con clavos y martillos. Debuté con Eduardo Malet y Hugo Massa en tres obras muy buenas. Además hacía radionovelas. Pero después Uruguay me quedó chico…
D: Uruguay te quedó chico, ¿y?
JH: A los 17 años me fui de Montevideo y me instalé en Buenos Aires, sin un peso. Hice varias películas allí. Alto Paraná (1958), con el también uruguayo Ubaldo Martínez; La Procesión (1960), entre otras. Llegué a tener una compañía de teatro en Buenos Aires con Guillermo Bredeston. Actué en el teatro Odeón y en el Smart (actual teatro Lola Membrives), donde conocí a Alfredo Alcón y trabajé con Beatriz Taibo. También hice mucha televisión.
D: Si tenías un futuro prometedor en Argentina, ¿por qué Italia?
JH: Me fui a Italia escapándome de una mujer diez años mayor que yo, con la que mantenía una situación sentimental muy complicada. Yo siempre tuve líos con las mujeres. Fui a Ezeiza y pedí un pasaje para el primer vuelo que saliera, no me importaba el lugar. Y el próximo destino era Milán. Y así llegué, con una valijita, con poca plata, sin ropa, y sin hablar italiano, pero acompañado de mucha suerte.
D: ¿Y cómo llegaste a ser actor de renombre, en un lugar donde nadie te conocía?
JH: Se fue dando una cadena de hechos entrelazados, todos con un final feliz. Desde encontrarme con una famosa pianista italiana que me reconoció de un teatro en Mendoza y que me permitió vivir en la casa de balneario de su familia, hasta que me prestaran un altillo en un hotel de Roma. Finalmente conocí a una mujer que me dijo: “Te llevo mañana a una audición”. El director no me quería, porque yo no era el perfil físico que buscaban. Pero al productor le gusté y finalmente quedé con el papel de protagonista. Yo me llevaba el mundo por delante. Después de esa película me presenté en otra audición con 300 actores, y también quedé. Fue con ese papel que me consagré en Italia, con barba, sucio, borracho y tuve un gran éxito. A partir de ahí, hice seis películas por año, en total sesenta como protagonista.
D: El no tener conocimiento del idioma, ¿te jugó una mala pasada?
JH: Lo aprendí casi enseguida, porque me dediqué a ver mucha tele y también iba al cine y miraba cinco veces la misma película para tratar de agarrar la onda. Leía todos los diarios. Hoy en día hablo mejor el italiano que el castellano.
D: Tuviste un ajetreada vida amorosa, ¿no?
JH: Sí, tengo que reconocer que la suerte mía siempre fueron las mujeres. Mi ex y única mujer con la que me casé es Marisa, romana, con la que tuve a mis dos hijas. Después conviví con otras novias. Actualmente tengo una novia argentina, que tiene 50 años, con la que mantenemos una relación espectacular.
D: ¿Alguna vez te vieron como latino, en el sentido peyorativo de la palabra?
JH: Al principio puede ser, había muchos actores italianos que estaban con bronca. He tenido peleas con actores o gente del espectáculo, pero ahora soy un italiano más. Me hice amigo de Gassman, de Mastroianni, de todos los capos.
D: Al día de hoy, ¿seguís trabajando como actor?
JH: Sí, pero con otro ritmo. Ya tengo dinero y quiero vivir mi vida más tranquila. He ahorrado bien, por suerte. Llegué a actuar como protagonista con actores americanos que ganaron el Oscar. Es que la vida me ha dado tanto…
o
“Por Uruguay y de corazón. A Uruguay lo llevo adentro”
o
D: ¿En las calles de Roma te reconocen?
JH: Sí, claro, y en la provincia más aun, ya que Roma es una ciudad cosmopolita.
D: Lo mejor del mundo artístico italiano…
JH: La fantasía de crear cosas, porque el italiano lo que tiene es una gran fantasía, y eso me gusta. Difícilmente siguen el guión, inventan. Lo peor de todo es que en Italia es todo por recomendación, ponen gente a trabajar que no sabe actuar.
D: ¿Te movés dentro de la farándula romana?
JH: Sí, pero poco.
D: ¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre?
JH: Ver fútbol, me encanta. Me veo los partidos de todo el mundo.
D: ¿Por quién hinchás en el mundial?
JH: Por Uruguay y de corazón. A Uruguay lo llevo adentro. El otro día hablaba con mi novia argentina y decíamos que nos podría interesar que gane Italia, Uruguay o Argentina. Yo estoy agradecido de los tres países.
D: Uruguay según la visión de los italianos…
JH: Nos ven por el tema del fútbol, y yo creo ser el menor embajador sin bandera. Siempre digo que soy uruguayo, a mi me llena de orgullo. Aquí hablan muy bien de Uruguay y de su presidente Mujica.
D: Hace poco estuviste en Montevideo, después de 15 años ¿Cómo lo encontraste?
JH: Lo encontré muy bien, me encantó el aeropuerto nuevo, me pareció fantástico. Me encantó ver la rambla.
D: ¿Qué es lo que más extrañás de Uruguay?
JH: Mi familia, amigos y ¡el tango que me enloquece!
D: ¿Qué mensaje le dejarías a tus compatriotas uruguayos?
JH: Que sigan así, que sigan adelante, progresando.
D: Reflexión final…
JH: En mi lápida quiero que diga: “Gracias a la vida que me ha dado tanto”.
Ping Pong:
D: Una película que te haya flasheado…
JH: Te digo tres. El último tango en París, con Marlon Brandon; Carlitos Way’s, con Al Pacino, que es mi actor preferido; y otra que me emocionó mucho fue Ghost, con Demi Moore.
D: Un director de cine…
JH: Ridley Scott, el actor de Blade Runner.
D: Un actor…
JH: Te nombro cuatro. Marlon Brando, número uno. También María Schneider, con la cual trabajé. Al Pacino y Jack Nicholson.
D: Un escritor…
JH: García Márquez. Me encantó Cien años de soledad. Pablo Neruda también me gusta mucho.
D: Roma te deja…
JH: Mis hijas, mi hija, porque perdí una.
D: Lo mejor en Roma se come en…
JH: Curucu, donde se come de todo, está en el Rio Tevere, con una vista impresionante y todo iluminado por la noche. La pasta se come mejor en la Toscana, en Bolonia.
D: Un lugar en el mundo…
JH: Un pueblito de pescadores que es cerca de Génova, se llama Santa Margherita Ligure, un lugar muy tranquilo con un mar espléndido, con gente buena, sencilla. También me gusta La Provence, en Francia.
Contacto:
Jorge Hill
Jorgehill13@gmail.com
www.georgehilton.it
Fb: George Hilton Fan Club
¿Qué opinás?
Acerca del autor
Me llamo Dolores de Arteaga y soy del 70. Amo la vida, con sus dulzuras y sus sinsabores, con mi pasado y mi presente. Tengo un largo camino recorrido como mujer y como ser humano, con todo lo que estas palabras implican. Fui niña y adolescente. Soy hija y madre, mujer de mi marido y amiga. ¿Mi marido? Mi pilar, el compañero que elegí desde que lo conocí, que nunca me cortó las alas para volar. ¿Mis hijos? Son lo más importante y fuerte que me pasó desde que nací. ¿Mis amigas? Son del alma, fueron mi propia elección, son mi otro yo, ven la vida con mis mismos lentes. sobremi Fui maestra, dueña de una tienda de segunda mano y ahora soy bloggera. Siempre digo que mis ciclos duran diez años; me gustan los cambios, reinventarme cada tanto. Me parece que las mutaciones forman parte del movimiento y de la riqueza de la vida. A partir de los 40 sentí que estaba empezando la otra mitad de mi existencia y se me despertaron gustos e intereses que quizás estaban dormidos. Me siento más entusiasta ahora que a los 20. Se preguntarán “¿qué se le dio por hacer un blog?”. Tengo intereses de todo tipo. Considero que leer es uno de los placeres de la vida, que el arte nos estimula los sentidos y que viajar nos enriquece el intelecto y el alma. Siempre me gustó descubrir la otra cara de las ciudades, hacer hallazgos donde no es fácil identificar a primera vista, descubrir y redescubrir lugares, conocer a la gente, estudiar la naturaleza humana en sus diferentes realidades, hurgar un libro hasta el cansancio, improvisar críticas de cine de lo más personales con amigas, salirme del clásico circuito pautado por unos pocos y estar pendiente de qué se puede hacer acá, allá o donde fuere. Pero sobre todo, me gusta reírme, y si es a carcajadas, mejor todavía. También soy una máquina de registrar datos. Siento un disfrute especial cuando lo hago. Mis amigas me llaman las “páginas amarillas”. Y hasta acá llegué para no aburrirlos hablándoles de mi. ¡Entren a descubrir el blog! ¡Para mí es un verdadero disfrute hacerlo!
Ver todas las entradas de lacitadina.