Escapadas al lejano oeste
Cuerpo & Alma
Cinco propuestas distintas para soltar amarras y escaparse rumbo a Carmelo y alrededores
Texto: Martina Pérez
Fotos: Olivia Pérez
Playas paradisíacas y de agua dulce, campos de viñedos, antiguos puentes, historias de inmigrantes todavía suspendidas en el aire y pueblitos llenos de encanto. Indi K y La Citadina te acercan cinco propuestas a un paso de la ciudad de Carmelo. Escapadas que maridan a la perfección con estas relajadas tardes de calor y pueden disfrutarse indiferentes a los caprichos del sol.
Desde el Paseo de los Constituyentes se aprecia, en toda su magnitud, el clásico puente giratorio de Carmelo, que tiene la particularidad de ser el único en Sudamérica movido a tracción humana. Fue inaugurado el 1 de mayo de 1912 y dota a la ciudad de una personalidad única. Hay una leyenda que dice que quien cruza el puente siempre regresa a Carmelo.
Colonia Estrella, un encantador paraje en torno a la Capilla San Roque, construida en 1869 en honor al Santo ante el temor que provocó una epidemia en la zona. Al atravesar estos paisajes uno se siente en la Toscana, seducido por aromas y sabores en un recorrido entre campos de viñedos, encantadoras posadas, bodegas y restaurantes de tradición europea.
El Balneario Zagarzasú y la Playa Seré son las principales playas de los alrededores de Carmelo, con arenas finas y espectaculares atardeceres. Zagarzasú envuelve con su entorno agreste y apacible, su aroma a pino y a eucalipto, garantías de un verdadero descanso. Playa Seré es un clásico, con buenos paradores, zona apta para actividades náuticas deportivas y servicios para toda la familia.
El viejo Puerto de Conchillas, a cinco kilómetros del centro urbano, es un pequeño balneario que conserva huellas de un pasado de esplendor, vinculado a la llegada de la empresa británica C.H.Walker y Cía. por 1887 que se instaló con el fin de extraer piedra y arena para la construcción del puerto de Buenos Aires. Entre la abundante vegetación se asoman las pintorescas casas de los primeros pobladores de la zona, obreros de diversas nacionalidades, con su típico estilo inglés, paredes amarillas, con techos a dos aguas, de cinc acanalado y pintados de rojo.
Punta Gorda es un rincón único y poco conocido de Uruguay. Hacia el sur se encuentra la isla Juncal. En la cima del atalaya hay un parador con una espectacular vista de las desembocaduras del Uruguay y el Paraná en el Plata. Debajo del mismo se encuentra el rincón de Charles Darwin que estuvo en la zona hace más de 180 años. En la cima de la barranca se encuentra el mojón que marca el fin del río Uruguay y el km 0 del Río de la Plata.
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Acerca del autor
Me llamo Dolores de Arteaga y soy del 70. Amo la vida, con sus dulzuras y sus sinsabores, con mi pasado y mi presente. Tengo un largo camino recorrido como mujer y como ser humano, con todo lo que estas palabras implican. Fui niña y adolescente. Soy hija y madre, mujer de mi marido y amiga. ¿Mi marido? Mi pilar, el compañero que elegí desde que lo conocí, que nunca me cortó las alas para volar. ¿Mis hijos? Son lo más importante y fuerte que me pasó desde que nací. ¿Mis amigas? Son del alma, fueron mi propia elección, son mi otro yo, ven la vida con mis mismos lentes. sobremi Fui maestra, dueña de una tienda de segunda mano y ahora soy bloggera. Siempre digo que mis ciclos duran diez años; me gustan los cambios, reinventarme cada tanto. Me parece que las mutaciones forman parte del movimiento y de la riqueza de la vida. A partir de los 40 sentí que estaba empezando la otra mitad de mi existencia y se me despertaron gustos e intereses que quizás estaban dormidos. Me siento más entusiasta ahora que a los 20. Se preguntarán “¿qué se le dio por hacer un blog?”. Tengo intereses de todo tipo. Considero que leer es uno de los placeres de la vida, que el arte nos estimula los sentidos y que viajar nos enriquece el intelecto y el alma. Siempre me gustó descubrir la otra cara de las ciudades, hacer hallazgos donde no es fácil identificar a primera vista, descubrir y redescubrir lugares, conocer a la gente, estudiar la naturaleza humana en sus diferentes realidades, hurgar un libro hasta el cansancio, improvisar críticas de cine de lo más personales con amigas, salirme del clásico circuito pautado por unos pocos y estar pendiente de qué se puede hacer acá, allá o donde fuere. Pero sobre todo, me gusta reírme, y si es a carcajadas, mejor todavía. También soy una máquina de registrar datos. Siento un disfrute especial cuando lo hago. Mis amigas me llaman las “páginas amarillas”. Y hasta acá llegué para no aburrirlos hablándoles de mi. ¡Entren a descubrir el blog! ¡Para mí es un verdadero disfrute hacerlo!
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