¿Qué les parece en Deliciosa Calma a las 10?
Cuerpo & Alma
Una buena idea, mucho humor y un tirón de orejas a viejos estereotipos en el último aviso de Pavofrío
Por Martina Pérez
El otro día me llegó un video que me hizo reír. Venía de una vieja amiga, acompañado del comentario: “Por fin un aviso donde no aparecemos vendiendo detergente”. Lo compartí con otras amigas, esas de risa fácil, quienes agregaron algún comentario más, cómplice y liviano. Y punto. Vuelta de página.
Antes de seguir, primero invito a verlo.
Se trata de una publicidad de Pavofrío, embutido de pavo español. La escena se desarrolla en Deliciosa Calma, el nombre de un restaurante imaginario en el que las mujeres piden platos de ocurrentes nombres que señalan su extenuante día a día: “Hoy no he ido a recoger a los niños con loncha de pavo; y ya está su padre para hacerlo, digo yo”, o “Para mí un: Sigo sin pareja estable y me la resbala, con extra de: Me la resbala«. Casi al final, las actrices de Mujeres al borde de un ataque de nervios de Almodóvar, aparecen entre las relajadas comensales.
Entre escena y escena, la publicidad arroja datos como “el 66% de las españolas asegura estar estresada”, lo cual se traduce en 15 millones de mujeres. Y cierra con la frase: “Una sociedad equilibrada también ayuda a reducir el estrés”.
Me pongo a leer las repercusiones de la publicidad en España y quedo impresionada de tantas interpretaciones y segundas lecturas.
Una de ellas, de la web de la revista Telva, me sorprende de sobremanera, más aún porque viene de la pluma de una mujer (Natalia Bajo): “Reconozco que (la publicidad) tiene ingenio, y que me he reído, y que, por supuesto comparto el mensaje principal, pero pasado un rato mi conciencia ha levantado la mano para protestar, porque no me gusta la imagen que transmite de nosotras: tanto como hemos avanzado en la conquista de territorios profesionales y sociales y seguimos atormentadas por el qué dirán. Porque no hay nada más paralizante que vivir pendiente de los juicios ajenos y dejar que estos nos afecten”.
La publicidad molestó a la conciencia de Natalia… Y sí, la verdad siempre duele, dicen. Que sepamos que no hay nada más paralizante que vivir pendientes de los juicios ajenos, no quiere decir que dominemos este hábito. A estas alturas, es de manual terapéutico o new age: “El primer paso hacia la sanación es la identificación del error”. Y sí, muchos fallamos a la hora de dejarnos arrollar por la presión social. A veces logramos poner límites. A veces no. Somos humanos.
En la misma web española, la columnista hasta sugiere pasar “a un estado superior al de la queja” y desea algún día muros de Facebook sin videos de Pavofrío y con videos de, por ejemplo, UN Women, dependiente de la ONU y encargada de poner en marcha campañas contra la discriminación de la mujer a nivel mundial. Y ante esta comparación de contenidos, yo me pregunto si una cosa quita la otra…
Las palabras de Nataila en Telva me hacen pensar (y lamentar): qué nivel de exigencia. A ver. Claro que comparto la pereza del “quejismo”. A mí también me agota escuchar a un amigo o a una amiga protestar por horas acerca de su vida como si no tuviera nada que ver con sus elecciones.
Pero, a quienes tachan a esta campaña de puro “quejismo” feminista y proponen un estado de superación moral, les pregunto: ¿Es más altruista no quejarse que poner la oreja?; ¿Hacemos algún mal a alguien al reírnos un rato de nuestras propias dificultades y desafíos (en este caso puntual, como mujeres) en este mundo? ¿Somos culpables por vivir estas elecciones con ansiedad?
Yo la verdad es que miro el aviso y me río. A lo sumo pienso el plato que pediría yo. Ahora, si uno se queda pensando por qué las mujeres mejor no hacemos esto o lo otro en lugar de tomar vino y quejarnos entre amigas, etcétera, etcétera. Bueno, creo que ahí el problema está en el viejo y querido juez interior, siempre tan asfixiante.
Y ojo que leí reacciones todavía más rebuscadas. A continuación va la del blog español 20 minutos: “No es que seamos malpensados, es que nos molesta el marketing cuando no va de cara”, afirman desde el blog y recuerdan que se trata de una publicidad (¡gracias!), y que la marca busca aliarse con las compradoras, mayoría mujeres, de Pavofrío (¡Eureka!).
El blogger en cuestión, Iker Morán, postea además, el organigrama del directorio de Pavofrío y resulta que ¡opa! no hay mujeres en él. Una ingeniosa seguidora propone entonces su plato: “Para mí un: Quiero ser gerente de Pavofrío”.
Bueno… Entonces resulta que hay marketing detrás… ¿Y? Que alguien me explique ¿qué es “cuando el marketing va de cara”? La marca quiere vender su pavo y nosotros somos sus consumidores. Yo quizás lo compre y lo pruebe. Y si es bueno, lo voy a volver a comprar. Y si no, no.
Y finalizo con la última reacción que terminó de impactarme del todo. Y que de tan retorcida, admito que la tuve que leer un par de veces: “¿Considerar que estos productos de pavo y supuestamente más ligeros y con menos grasa son sobre todo para mujeres es algo que hay que asumir como normal?”.
Sin palabras. Esta última interpretación me lleva a pensar que evidentemente en España redujeron las jornadas laborales y no tienen aumento de IRPF.
A mi modo de ver, en la publicidad de Pavofrío no hay juicios de valor, identificación de culpables ni grandes denuncias. Tampoco peligrosas quejas ni tóxicos lamentos. Más bien lo que yo veo son reafirmaciones, elecciones personales, y sobre todo, redefinición de lugares donde esas mujeres quieren estar, aquí y ahora: lejos de la presión social que quizás ellas mismas se autoimponen, en igualdad de condiciones laborales, en pos de una distribución justa de tareas domésticas, etcétera. Nadie dice en ningún momento que esto no sea tarea de todos, de hombres y de mujeres.
Para mí la publicidad de Pavofrío más que una denuncia, muestra una saludable catarsis. Me la tomo con humor. Y el humor creo, es una de las principales herramientas que tenemos para descomprimir y poder convivir con la tensión.
Como dijo Natalia, y aquí sí coincido con ella, no tengo dudas de que la eliminación de la desigualdad tan arraigada en la sociedad puede conducirnos a un mundo más desarrollado, humano y pacífico.
Por lo demás… Riámonos un rato. Salgamos con amigos. Fumémonos mutuamente nuestras quejas. Tomemos vino. Y luego, que cada cual atienda su juego. En serio, no pasa nada.
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Acerca del autor
Me llamo Dolores de Arteaga y soy del 70. Amo la vida, con sus dulzuras y sus sinsabores, con mi pasado y mi presente. Tengo un largo camino recorrido como mujer y como ser humano, con todo lo que estas palabras implican. Fui niña y adolescente. Soy hija y madre, mujer de mi marido y amiga. ¿Mi marido? Mi pilar, el compañero que elegí desde que lo conocí, que nunca me cortó las alas para volar. ¿Mis hijos? Son lo más importante y fuerte que me pasó desde que nací. ¿Mis amigas? Son del alma, fueron mi propia elección, son mi otro yo, ven la vida con mis mismos lentes. sobremi Fui maestra, dueña de una tienda de segunda mano y ahora soy bloggera. Siempre digo que mis ciclos duran diez años; me gustan los cambios, reinventarme cada tanto. Me parece que las mutaciones forman parte del movimiento y de la riqueza de la vida. A partir de los 40 sentí que estaba empezando la otra mitad de mi existencia y se me despertaron gustos e intereses que quizás estaban dormidos. Me siento más entusiasta ahora que a los 20. Se preguntarán “¿qué se le dio por hacer un blog?”. Tengo intereses de todo tipo. Considero que leer es uno de los placeres de la vida, que el arte nos estimula los sentidos y que viajar nos enriquece el intelecto y el alma. Siempre me gustó descubrir la otra cara de las ciudades, hacer hallazgos donde no es fácil identificar a primera vista, descubrir y redescubrir lugares, conocer a la gente, estudiar la naturaleza humana en sus diferentes realidades, hurgar un libro hasta el cansancio, improvisar críticas de cine de lo más personales con amigas, salirme del clásico circuito pautado por unos pocos y estar pendiente de qué se puede hacer acá, allá o donde fuere. Pero sobre todo, me gusta reírme, y si es a carcajadas, mejor todavía. También soy una máquina de registrar datos. Siento un disfrute especial cuando lo hago. Mis amigas me llaman las “páginas amarillas”. Y hasta acá llegué para no aburrirlos hablándoles de mi. ¡Entren a descubrir el blog! ¡Para mí es un verdadero disfrute hacerlo!
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