“Es que Barcelona me hace mal”
Por amor al arte
Síndrome de Stendhal. Desde su experiencia, Emma Sanguinetti, divulgadora de arte, y Andrea Gelsi, psicóloga clínica, nos hablan de él
Por Dolores de Arteaga
Muchas lágrimas caían por mi cara. No las podía detener. Me dije: “Debe ser normal, no todos los días se está ante una obra del arquitecto de Dios.” La Sagrada Familia, del catalán Antoni Gaudí, se me venía encima. O yo me caía encima de la basílica. Mucha belleza para asimilar en tan solo cuatro días.
Al rato de esa fuerte emoción, fui a almorzar con mi marido y una amiga que vive en Barcelona, a un restorán del Born latino. Lo que me generó más ansiedad. Mi amiga no paraba de nombrarme todo lo que había para hacer y ver en Barcelona. Sumado a la decoración del lugar, que ya hacía que mis ojos no pararan. De ahí, partimos raudos y veloces al Museo Picasso. Entré serena, creyendo que ahí estaba a salvo. De repente, El abrazo, un cuadro que Picasso pintó en 1900, generó en mis ojos otro manantial. Y mi marido me miró, y dijo: “¡Ah! ¡Vos te estás volviendo loca!” Lo único que atiné a decirle fue: “Es que Barcelona me hace mal.”
Meses después, una mañana, recibo el llamado de una persona cercana que estudia Psicología, que me dice: “Todos nos reímos mucho con tus cuentos de Barcelona. Pero lo que te pasó a vos tiene un nombre y lo estudié hoy en la Facultad. Se llama Síndrome de Stendhal.”
Y yo agrego. Habré llorado. Hiperventilado. De a momentos, hasta sentí mareos. Pero, ¡qué disfrute para los sentidos viví en la ciudad catalana! ¡Y volvería mañana mismo de nuevo, acompañada por Stendhal!
El Síndrome de Stendhal, también denominado Síndrome de Florencia o Síndrome del Viajero, es una enfermedad psicosomática que causa un elevado ritmo cardíaco, vértigo, confusión, temblor, palpitaciones, entre otras, cuando la persona es expuesta a obras de arte, especialmente cuando estas son particularmente bellas o están concentradas y exhibidas en gran número en un mismo lugar. Se denomina así por el famoso autor francés del siglo XIX, Stendhal (seudónimo de Henri-Marie Beyle), quien experimentó dicho síntoma en 1817 en su visita a la basílica de la Santa Cruz en Florencia, Italia, y que publicó en su libro: Nápoles y Florencia: Un viaje de Milán a Reggio: “Había llegado a ese punto de emoción en el que se encuentran las sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes y los sentimientos apasionados. Saliendo de Santa Croce, me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme.” (*1)
A raíz de este nuevo síntoma que padecí, decidí empaparme del tema y me contacté con dos autoridades en temas de arte y psicología de Uruguay: Emma Sanguinetti, profesora y divulgadora de Historia del Arte desde hace más de diez años; y Andrea Gelsi, psicóloga clínica, quien desde sus 16 años, cuando tomó su primer pincel, integró el arte como forma de vida.
Andrea Gelsi
Dolores: Síndrome de Stendhal, comúnmente llamado “Síndrome del Viajero”. ¿Realmente figura en el Manual de Psiquiatría?
Andrea Gelsi: El Síndrome de Stendhal no figura en el DSM-5 (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders), un manual que nos sirve a los que trabajamos en la salud para que podamos diagnosticar, estudiar e intercambiar información acerca de los distintos trastornos mentales.
D: Desde tu experiencia como psicóloga clínica, ¿es común escuchar sobre este Síndrome?
AG: No es común. Sus síntomas serían palpitaciones, sudoración, vértigos y mareos. Pero el conjunto de síntomas que describe la psiquiatra florentina Graziella Magherini (*2) se puede encontrar formando parte de los trastornos de ansiedad y relacionado a estímulos de dolor psíquico, no de placer.
D: ¿Quiénes son más propensos a que les suceda?
AG: Yo te diría que los más propensos son personas de una gran sensibilidad y con una inclinación hacia el arte. El ser humano desde la infancia siempre tuvo que lidiar con la realidad. Por ello intenta paliar su crudeza con fenómenos transicionales de la cultura, al decir del psicólogo Donald Winnicott, el juego, el arte, la religión, los sueños, que estarían a mitad de camino entre la realidad y la fantasía.
D: ¿En qué casos sería alarmante, preocupante?
AG: El proceso creativo en el artista conlleva un intento de soltarse de la realidad, un ir a la imaginación para luego volver y comunicarse con el espectador. Ese volver lo diferencia de las personas que se fueron de la realidad y no pudieron regresar, lo que los psicólogos decimos que presentan un trastorno mental. Me parece que el espectador del arte, el viajero, cuando experimenta ese placer que le transmite el artista a través de su obra, también podría quedar fuera de la realidad y no volver, pero su cuerpo con ese sentir tan intenso (la sudoración, las palpitaciones) lo trae de vuelta a la realidad y lo estaría protegiendo de perderse en la pura fantasía. Si lo graficamos con un globo, sería algo así como soltar el globo pero sostenerlo con la piolita o dejarlo volar y perderse en ese descontrol. Pienso que el viajero recurriría inconscientemente a su cuerpo para volver a la realidad. ¡Sería preocupante que le sucediera siempre y que le obstaculizara el poder disfrutar!
D: Una persona que ya padeció de este síntoma con anterioridad, ¿es aconsejable que viaje con medicación?
AG: Me parece que no está bueno automedicarse y que, en ese caso, sería mejor consultar. Hay personas que tienden a somatizar, es decir, a poner en el cuerpo sus emociones sin poder tramitarlas a nivel simbólico, sin poder ponerles un significado. La zona intermedia entre la realidad y la fantasía es una zona de alivio de las tensiones que genera la realidad, y las personas que tienden a somatizar es probable la hayan desarrollado escasamente.
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“Mucho placer puede generar pérdida de control y hasta pérdida de conciencia, no sólo en el plano del arte sino también en el de la risa y en el amor…”
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D: ¿Creés que solo el arte puede provocar el síndrome de Stendhal? ¿Y qué pasa con la naturaleza en su máxima expresión?
AG: Creo que se trata del mismo fenómeno, de una admiración estética frente a la naturaleza en su belleza imponente y ante tantas maravillas creadas por el hombre como Machu Picchu o las pirámides de Egipto…
D: Hay otras situaciones que también nos provocan placer a nivel cerebral, por ejemplo: a la gente que nos fascina leer, ver muchos libros en una librería nos provoca algo así como un “Stendhal de librería”…
AG: En el caso de la librería, se estarían dando la confluencia de varios estímulos a la vez: los libros estarían convocando al sentido de la vista, del olfato y del tacto. Quizás influya también la cantidad, como en el Síndrome de Stendhal, el número de obras vistas en poco rato, pero me inclino más por lo primero, que apunta a la sensibilidad en sentido estricto, al número de órganos de los sentidos involucrados.
D: Como artista, ¿te conmueve mucho el arte? ¿Alguna vez viviste el Síndrome de Stendhal?
AG: ¡Sí, me emociona mucho el arte! No viví el Síndrome de Stendhal, pero recuerdo especialmente una vez en Les Baux de Provence, en Francia, ¡que tuvimos una experiencia maravillosa! En unas antiguas canteras montaron un espectáculo audiovisual: Les Carrieres de Lumieres. Se proyectó la obra del pintor Gustav Klimt en las inmensas paredes, pilares y suelo de la cantera, ¡¡acompañada de los valses de Chopin!!! Me emocioné tanto que me quedé a verlo por segunda vez…
D: El arte…
AG: El arte pienso, es una actividad creadora del ser humano que le permite realizar obras singulares que lo representen en lo que quiso expresar y decir. Las obras de arte permanecen en el acervo cultural, la humanidad de diferentes épocas al admirarlas se une, y el tiempo y el espacio parecen desaparecer.
Creo que mucho placer puede generar pérdida de control y hasta pérdida de conciencia, no sólo en el plano del arte sino también en el de la risa y en el amor…
Emma Sanguinetti
Dolores: ¿Cómo definirías el Síndrome de Stendhal?
Emma Sanguinetti: El Síndrome de Stendhal es una experiencia emocional intensa que se produce ante la contemplación estética. La emoción y la confusión de estímulos es tan intensa que se producen efectos físicos, como sudoración, llanto, confusión espacial o palpitaciones, entre otros síntomas.
Claro que no todo el mundo lo experimenta, pues para que suceda, es necesario que la persona tenga un cierto grado de sensibilidad estética y cultural, algo así como un espíritu abierto a los estímulos externos, un espíritu que se deja llevar por el torbellino emocional que le produce aquello que contempla.
D: ¿Lo experimentaste?
ES: Sí, lo experimenté muchas veces y te diría que me siento una privilegiada. Creo que sentir con tanta intensidad es una actitud sana y liberadora, que te enriquece, que hace tu vida mejor y que te ayuda a ser más comprensivo con los demás.
De todos modos, uno se siente un poco raro, porque como al resto no le pasa, cuando tomás conciencia te sentís que estás fuera de eje, como si fueras un loco, un descontrolado o algo así. Claro que yo no me hago mucho problema, porque toda la gente que me rodea sabe que “sufro de Stendhal” y les encanta compartirlo conmigo.
Lo identifiqué muy tempranamente, porque cuando me pasó por primera vez, que fue cuando tenía 15 años, ya había leído a Stendhal y también a Marcel Proust –quien en su “Búsqueda del tiempo perdido” plantea situaciones similares-, entonces, supe inmediatamente que formaba parte de ese grupo de privilegiados. Fue nada menos que ante el David de Miguel Ángel en La Academia de Florencia.
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“Lo experimenté muchas veces y te diría que me siento una privilegiada. Creo que sentir con tanta intensidad es una actitud sana y liberadora, que te enriquece…”
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D: ¿Qué sentís?
ES: Es como un in crescendo. Primero, empiezo a sentir palpitaciones, es como si el corazón empezara a cabalgar, sudo y se me llenan los ojos de lágrimas y entonces, me pongo a llorar. Es una sensación embriagadora, como si la obra que contemplo o el lugar en el que estoy, tuviera una energía que me domina y me siento totalmente conmovida. Esa es la sensación, me siento conmovida, superada ante la contemplación y libero las emociones a través del cuerpo. Es creo, lo más parecido a un trance.
D: Entonces lo disfrutás, no lo padecés.
ES: Lo disfruto como loca, me quedo quieta, dejo que las emociones me abracen, dejo que el cuerpo se exprese y libere todo eso que siente. A veces cuando hay asientos en los museos, me siento y me quedo mucho rato quieta frente a la obra, simplemente sintiendo. Ayudo con una buena respiración profunda, hasta que se apodera de mí una sensación de gratificación increíble. Nunca lo padecí, quizás porque desde la primera vez que lo sentí sabía lo que me estaba ocurriendo y lo disfruté al máximo.
D: ¿Qué obras o artistas te lo despiertan?
ES: Muchas, pero a veces depende también de las condiciones que generan las circunstancias. Por ejemplo, me pasó con la Ronda nocturna de Rembrandt que pasé toda mi vida queriéndola ver y nunca había tenido la oportunidad de viajar a Amsterdam. Conocía cada detalle de la vida de Rembrandt, de la ejecución de la obra, conocía todo y cuando en 2006 pude verla, a medida que me acercaba a la sala, las emociones ya se iban apoderando de mí. No podía creer que la iba a ver, era como ir al encuentro de viejos amigos…. ¡Uf! Fue uno de mis “Stendhal” más fuertes.
Otras veces me toma de sorpresa, como por ejemplo, cuando vi en Berlín la famosa Nefertiti, aquello fue toda una experiencia. De todos modos, hay dos artistas que sin falta me lo provocan y son Miguel Ángel y Caravaggio. El año pasado en un viaje a Italia que hice con mis alumnos, frente a la Conversión de Pablo y la Crucifixión de Pedro de Caravaggio, creí que se me paraba el corazón mientras se me caían las lágrimas.
D: ¿Te pasa en algunas ciudades más que en otras?
ES: Sí, definitivamente; mi lugar en el mundo es Florencia. Lo que me pasa en Florencia no me pasa en otras ciudades; me cuesta dormir, no puedo parar de caminar, es como si cada calle, cada palacio, cada plaza me poseyera y fuera de la mano de los Medici viviendo cada acontecimiento de su larga y maravillosa historia. Simplemente, me transporto.
D: ¿Podemos llegar a “empalagarnos” de tanta belleza?
ES: Conozco gente que se siente superada, que le produce esa cosa como de saturación o de agotamiento. Personalmente, a mi no me pasa, yo vivo la belleza y la contemplación como un estímulo liberatorio que me hace mucho bien, me reconcilia con el mundo, con la creación y con la grandeza que el hombre es capaz de crear.
D: ¿Te parece necesario una dosificación, una pausa, o un “refugio” a tanto estímulo?
ES: Sí, claro que es necesario. Lo que pasa es que mi situación es excepcional, porque dedico mi vida a esto y personalmente el arte y la historia son mi refugio. El arte es el lugar que me sana, me ayuda a crecer y a ver mi vida en perspectiva y lógicamente a veces, preciso un respiro, preciso detenerme un poco.
De todos modos, cuando estoy en plano “experiencia” y me llega el “Stendhal” lo dejo ser. Eso sí, después quedo agotada, feliz pero agotada y también vulnerable….
D: Reflexión final…
ES: La belleza y la reflexión que el ser humano es capaz de crear a través del arte, es una gran aventura, es la más pura expresión de que somos capaces de superar nuestras debilidades y alzarnos sobre nuestras miserias. Por eso, vivir intensamente la creación artística, lo que esas creaciones nos producen, es una forma sublime de reconciliarnos con nosotros mismos y con los demás. El arte no te dará respuestas, pero te ayuda siempre a encontrar el camino para que las encuentres.
(*1) Fuente: Wikipedia
(*2) Graziella Magherini es psiquiatra y psicoanalista. Ha dirigido el Departamento de Salud Mental de Florencia y el Servicio Psiquiátrico del Hospital de Santa Maria Nuova, en la misma ciudad. Aunque ha habido muchos casos de gente que ha sufrido vértigos y desvanecimientos mientras visitaba el arte en Florencia, especialmente en la Galleria degli Uffizi desde el principio del siglo XIX en adelante, no fue descrito como un síndrome hasta 1979, en que la psiquiatra italiana Graziella Magherini comenzó a observar, y describió más de cien casos similares al de Stendhal entre turistas y visitantes en Florencia, la cuna del Renacimiento, y escribió acerca de él.
Foto Emma Sanguinetti, gentileza Portones Shopping.
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Acerca del autor
Me llamo Dolores de Arteaga y soy del 70. Amo la vida, con sus dulzuras y sus sinsabores, con mi pasado y mi presente. Tengo un largo camino recorrido como mujer y como ser humano, con todo lo que estas palabras implican. Fui niña y adolescente. Soy hija y madre, mujer de mi marido y amiga. ¿Mi marido? Mi pilar, el compañero que elegí desde que lo conocí, que nunca me cortó las alas para volar. ¿Mis hijos? Son lo más importante y fuerte que me pasó desde que nací. ¿Mis amigas? Son del alma, fueron mi propia elección, son mi otro yo, ven la vida con mis mismos lentes. sobremi Fui maestra, dueña de una tienda de segunda mano y ahora soy bloggera. Siempre digo que mis ciclos duran diez años; me gustan los cambios, reinventarme cada tanto. Me parece que las mutaciones forman parte del movimiento y de la riqueza de la vida. A partir de los 40 sentí que estaba empezando la otra mitad de mi existencia y se me despertaron gustos e intereses que quizás estaban dormidos. Me siento más entusiasta ahora que a los 20. Se preguntarán “¿qué se le dio por hacer un blog?”. Tengo intereses de todo tipo. Considero que leer es uno de los placeres de la vida, que el arte nos estimula los sentidos y que viajar nos enriquece el intelecto y el alma. Siempre me gustó descubrir la otra cara de las ciudades, hacer hallazgos donde no es fácil identificar a primera vista, descubrir y redescubrir lugares, conocer a la gente, estudiar la naturaleza humana en sus diferentes realidades, hurgar un libro hasta el cansancio, improvisar críticas de cine de lo más personales con amigas, salirme del clásico circuito pautado por unos pocos y estar pendiente de qué se puede hacer acá, allá o donde fuere. Pero sobre todo, me gusta reírme, y si es a carcajadas, mejor todavía. También soy una máquina de registrar datos. Siento un disfrute especial cuando lo hago. Mis amigas me llaman las “páginas amarillas”. Y hasta acá llegué para no aburrirlos hablándoles de mi. ¡Entren a descubrir el blog! ¡Para mí es un verdadero disfrute hacerlo!
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