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Una forma de ver… o de recordar

Por amor al arte
Una forma de ver… o de recordar

Rogelio Osorio y Marcela Cozzo se encontraron porque así tenía que ser. Una gran misión los esperaba. Nada más y nada menos que dar clases de pintura a personas ciegas.

julio 07, 2014

 

Rogelio, con 52 años, es artista plástico desde los 19, y desde los 30 da clases de pintura. Marcela tiene 51 años, es ingeniera química y creadora de la marca Aromarte, una línea de pintura sensorial. Todo comenzó cuando ambos coincidieron en un evento social. Marcela, por ese entonces, andaba con ganas de crear una línea de pintura artística, motivo que la llevó a acercarse a Rogelio. De esa charla, surgió que Marcela estaba fabricando pintura para ciegos y que podrían empezar un proyecto en común, cada uno aportando su valerosa parte. Pero la unión no fue inmediata, a Rogelio le llevó un tiempo prudencial madurar la decisión. “Me parecía un contrasentido pensar en pintura para ciegos. Pensaba que era lo mismo que a una persona en silla de ruedas le dieran palos de golf para jugar”.

La decisión finalmente no la tuvo Rogelio, sino el entusiasmo de la gente misma. Ante la condición fundamental de “si les gusta es porque esto sirve”, pusieron a prueba las pinturas y las ganas, haciendo varios talleres en el interior del país. No solo entre la gente que no veía, sino también entre la gente vidente que quería taparse los ojos y experimentar esa sensación. La convocatoria y la experiencia fue todo un éxito. Por eso Glicina, Margot y Linda, hasta el momento, son las tres mujeres ciegas que todos los lunes del año se reúnen en el taller de Rogelio para pintar, charlar y, sobre todo, disfrutar del proceso del arte.

Tuve la suerte que ellas me dieran la oportunidad de experimentar qué se siente pintar sin ver. Así fue como un lunes me vendaron los ojos y me invitaron a vivir esa experiencia única que vale la pena probar, seas o no seas artista.

Dolores: Los talleres para ciegos en el interior del país fueron esenciales para ver si los implementaban en Montevideo.

Marcela Cozzo: Sí. Luego de inventar la pintura en 2011 y “asociarme” con Rogelio, hice una investigación y ahí surgió el tema de realizar actividades en el interior del país con apoyo del Ministerio de Educación y Cultura (MEC).

Rogelio Osorio: Y de esa forma comprobamos que era una actividad que gustaba y convocaba. Con el apoyo de la Fundación Itaú, el año pasado pudimos comenzar el taller en Montevideo; este sería el segundo año.

D: ¿Cuál es el concepto del taller?

RO: Intentamos que sea una pintura distinta, con valores plásticos. Una pintura con un sabor diferente y atendible. Es decir, que no sea una pintura vista por ojos paternalistas, sino que realmente tenga un valor por sí misma. Y que logren una manera propia de expresarse, no imitando una pintura visual. Que el hecho de no ver se transforme en una condición particular, y no en una desventaja. Hemos descubierto que el tipo de pintura despierta en ellas un interés particular y tiene un enfoque original y fresco.

D: Marcela, ¿cómo se te ocurrió hacer pintura para ciegos?, ¿tenés algún familiar en esa situación?

MC: Nunca tuve familiares ciegos. Simplemente ocurrió. Yo fabricaba materiales de plástica y color, y una de mis tareas era desarrollar productos nuevos. Un día se me ocurrió integrar el sentido del olfato a la actividad de pintar. Así fue que además de los colores de siempre, incorporé los aromas. Y después que estuvo hecha fue cuando pensé que le podía servir a un ciego. Ahí fue que busqué el apoyo de la ANII (Agencia Nacional de Investigación e Innovación) para hacer un proyecto en serio, de quien recibí una respuesta positiva.

D: ¿Cómo son las pinturas? 

MC: Cada color tiene su aroma, pero todos tienen la misma textura. El amarillo tiene olor a banana; el blanco a coco; el rojo a frutilla; el marrón a chocolate; el anaranjado a naranja y el negro a humo quemado. Yo quise buscar equivalencias, entonces investigué con distintas personas. El caso del rojo unánimemente se asoció a la frutilla, aunque no sea una fruta con mucho perfume.

D: ¿La gente ciega necesita desarrollar habilidades especiales para pintar?

RO: Sí. Por ejemplo, para cubrir una cartulina grande con pintura, al principio preguntaban cómo iban, si faltaba en algún lugar, etcétera. Ahora ya lo hacen solas. Pero igual este taller tiene muchas similitudes con respecto a los talleres convencionales. Intentamos, dentro de lo que se puede, enseñar clásicos de la pintura, como la composición.

D: Las tres mujeres que asisten al taller, son: Glicina, que nació ciega; Margot, que perdió la vista hace 16 años; y Linda, que quedó ciega hace unos pocos años. ¿Se aprecian diferencias en el proceso artístico de Glicina con respecto a las demás?

MC: Glicina, que nunca vio como nosotros, pero luego de una operación en la adolescencia llegó a ver manchas, imagina las cosas de otra manera. Tiene un mundo muy mágico, disfruta muchísimo pintando y es muy apasionada en todo. Logró hacer unos cuadros abstractos diferentes.

RO: El mundo de Glicina es tan distinto y sus abordajes son tan simbólicos y ricos, que si bien las cosas que representa no se parecen a la “realidad”, creo que el resultante de sus pinturas puede llegar a ser muy interesante. Nos deja ver cómo es su mundo, un mundo al que no accedemos.

D: ¿Detectarían una pintura hecha por una persona ciega?

RO: Si la pintura es abstracta, no me daría cuenta. Pero si es figurativa detectaría que hay algo extraño, particular. Pero creo que nunca me imaginaría que fue hecha por una persona ciega.

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“Para pintar algo, tenés que formar una imagen mental”

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D: ¿Les parece que la imagen de las cosas se va borrando con el tiempo, al no ver?

RO: Y… Algo se debe borrar. Tenemos poco tiempo trabajando como para hacer estadísticas, pero el taller ayuda a mantener frescas las imágenes. Por eso el taller se llama “Una forma de ver”, porque para pintar algo tenés que formar una imagen mental.

MC: Yo lo asocio con lo que tú quieras recordar.

Contacto:
Taller: Una forma de ver
Rogelio Osorio
Cel.: 098 744 397
Mail: rogelio.osorio@gmail.com

Marcela Cozzo
Cel.: 098 909 409
Mail: marcelacozzo@gmail.com

De interés: Este taller, gratuito, es auspiciado por Fundación Itaú y el MEC.

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Profesores Rogelio Osorio y Marcela Cozzo

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Pintura realizada en vivo. Linda Krudo

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Lenguas de fuego. Margot Bauhöffer

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La siembra. Glicina Medina

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Odorico. Trabajo colectivo: Linda Krudo, Margot Bauhöffer y Glicina Medina

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Cerezo. Linda Krudo

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Pintura realizada en vivo. Margot Bauhöffer

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La ventana. Glicina Medina

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Exposición en Espacio de Arte Salamandra; 2013

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Acerca del autor

Me llamo Dolores de Arteaga y soy del 70. Amo la vida, con sus dulzuras y sus sinsabores, con mi pasado y mi presente. Tengo un largo camino recorrido como mujer y como ser humano, con todo lo que estas palabras implican. Fui niña y adolescente. Soy hija y madre, mujer de mi marido y amiga. ¿Mi marido? Mi pilar, el compañero que elegí desde que lo conocí, que nunca me cortó las alas para volar. ¿Mis hijos? Son lo más importante y fuerte que me pasó desde que nací. ¿Mis amigas? Son del alma, fueron mi propia elección, son mi otro yo, ven la vida con mis mismos lentes. sobremi Fui maestra, dueña de una tienda de segunda mano y ahora soy bloggera. Siempre digo que mis ciclos duran diez años; me gustan los cambios, reinventarme cada tanto. Me parece que las mutaciones forman parte del movimiento y de la riqueza de la vida. A partir de los 40 sentí que estaba empezando la otra mitad de mi existencia y se me despertaron gustos e intereses que quizás estaban dormidos. Me siento más entusiasta ahora que a los 20. Se preguntarán “¿qué se le dio por hacer un blog?”. Tengo intereses de todo tipo. Considero que leer es uno de los placeres de la vida, que el arte nos estimula los sentidos y que viajar nos enriquece el intelecto y el alma. Siempre me gustó descubrir la otra cara de las ciudades, hacer hallazgos donde no es fácil identificar a primera vista, descubrir y redescubrir lugares, conocer a la gente, estudiar la naturaleza humana en sus diferentes realidades, hurgar un libro hasta el cansancio, improvisar críticas de cine de lo más personales con amigas, salirme del clásico circuito pautado por unos pocos y estar pendiente de qué se puede hacer acá, allá o donde fuere. Pero sobre todo, me gusta reírme, y si es a carcajadas, mejor todavía. También soy una máquina de registrar datos. Siento un disfrute especial cuando lo hago. Mis amigas me llaman las “páginas amarillas”. Y hasta acá llegué para no aburrirlos hablándoles de mi. ¡Entren a descubrir el blog! ¡Para mí es un verdadero disfrute hacerlo!

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