Preguntas y segundas lecturas
Cuerpo & Alma
¿Qué aportamos las mujeres al mundo? ¿Cómo lo hacemos y desde qué espacios? ¿Cómo podemos mejorarnos como personas? Son algunas preguntas que se despliegan en esta charla y en el libro La Mujer Presente de la argentina Marilén Stengel
Por Martina Pérez (Primera parte*)
Me acuerdo de la primera vez que vi a Marilén. Fue en la foto de solapa de uno de sus libros, La Mujer Presente (Ediciones B, 2008) en un supermercado argentino. Lejos de esos clásicos retratos de escritor, generalmente con polera negra, lentes con marco oscuro, tocándose la barbilla, ojos entrecerrados y expresión soberbia, Marilén esbozaba una sonrisa. Su mirada también sonreía. Y lo que más me gustó, sus ojos mostraban avidez y pasión.
Leí su trayectoria y encontré coincidencias en varias inquietudes que reconocía como muy mías, en el caso de Marilén, concretadas: licenciada en Letras, había vivido en Nueva York y estudiado Literatura Contemporánea y Periodismo Escrito en la Universidad de Columbia. Aaahhh. Había producido videos culturales, enseñado literatura y ejercido el periodismo… En medio de ese gran supermercado, mi alma se expandía. Había sido responsable de las comunicaciones de distintas editoriales, argentinas y extranjeras; tenía una Maestría en Comunicación Institucional; capacitaba en comunicación a empresas; dictaba charlas, cursos y talleres. El remate de su presentación eran los libros que tenía en su haber. Mi mente hacía piruetas, Marilén había investigado y llevado sus pasiones al puño y letra.
Más que el título del libro que tenía entre manos (que confieso me generó cierto prejuicio e imaginé un manifiesto feminista), fue la imagen y la breve reseña de Marilén lo que me cautivó en ese momento y me llevó a colocar su libro en el carrito, entre jabón en polvo y pañales. Luego, La Mujer Presente descansó bastante tiempo en mi biblioteca. Un día empecé a hojearlo por arriba. Sin darme cuenta, lo terminé en menos de una semana, que considerando la edad de mis hijos en ese entonces, era tiempo récord. Más que un libro, parecía estar escuchando a una amiga. Su lenguaje era simple y sincero. No hablaba desde un pedestal, sino más bien formulaba preguntas, nunca sin reconocer ser antes la primera en hacérselas. No daba conclusiones contundentes ni fórmulas del tipo autoayuda y hasta se animaba a garabatear algunos “no sé” o “ni idea” como respuesta. Marilén exponía temas. Tiraba “semillas”. Ni más ni menos. Y así volvió el libro a la biblioteca. Y así también las reflexiones de Marilén volvieron de vez en cuando a mi vida, en esas típicas charlas de amigas, cuando tocábamos alguno de esos temas tan propios del mundo femenino, tan familiares y tan comunes a todas.
Conocerla personalmente, varios años después, no fue ninguna desilusión. Cálida y atenta nos recibió a Dolores y a mí en su oficina de Buenos Aires para charlar sobre las mujeres, los hombres y nuestro presente. Más que una entrevista, creo que las tres lo sentimos como una charla entre amigas. Allí estaban, apenas nos dio la bienvenida, esa misma sonrisa y esa misma mirada, ávida y entretenida. Después de todo y en medio de góndolas de supermercado, aquella foto de la solapa no mentía.
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“Es más fácil pelear en el mundo extra doméstico que lidiar con la emocionalidad del mundo de tus hijos”
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Martina: Los títulos de tus libros remiten a lo femenino, ¿cómo y cuándo empezaste a interesarte por ese universo?
Marilén Stengel: Tenía 38 años y un editor para el que yo había escrito un libro sobre literatura me dijo: “Estoy buscando una escritora que escriba sobre mujeres de 30”. Yo le contesté: “Yo soy tu chica” y entonces me fui a un monasterio, porque estaba muy cansada de lo que venía haciendo (había trabajado 20 años en temas comunicación corporativa y producto). Ya no quería más y bueno, coincidía con mi momento, las preguntas de la mitad de la vida, que empiezan alrededor de los 37 años y siguen hasta los 43 aproximadamente.
M: Y vos en qué etapa de tu vida estabas…
MS: A los 38 estaba a full con lo profesional y dije: “Vamos a hacer un poco de silencio porque sino voy a estallar”. Hace mucho tiempo que me venía pareciendo que las mujeres somos absolutamente fascinantes y cuando este editor me propuso escribir el libro, al que titulé Lo quiero todo y lo quiero ya, Los treinta años que nos cambian la vida (2003) lo escribí en cuatro meses con una facilidad, con una alegría… Me reía porque entrevisté a cientos de mujeres y constaté que son muy generosas. Las mujeres te cuentan la verdad, que aman a sus hijos pero que quieren regalarlos por un rato, conflictos matrimoniales, etcétera. Con “Lo quiero todo y lo quiero ya” lo que quiero decir es que los 30 es la década en la que definitivamente ingresamos a la adultez porque hasta los 20 y pico sos una veinteañera y la sociedad te excusa algunas cosas pero a partir de los 30 ya sos adulto. Salí hacer lo que hay que hacer. Y caen los mandatos sociales sobre ti que tenés que tener una pareja e hijos, que desarrolles tu profesión y que seas exitosa en lo que hacés, más el mandato de que una mujer tiene que ser bella y joven. Lo quiero todo y lo quiero ya es un titulo irónico porque a los 30 salimos a cumplir con los mandatos y hay pocas mujeres que tienen la capacidad para cuestionar todo lo que se les dice, entonces quiero todo: quiero novio, marido, hijos y además lo divertido es que parecería que a los 30 no hay vida después de los 40. A los 40 estás jugada a que, como en la época de Colón, no hay horizonte y te caes al vacío. Por eso lo irónico del chiste, me refiero a lo existencial. Los 40 son muy distintos. El año pasado publiqué un libro que se llama Ahora yo que es la contracara de Lo quiero todo y lo quiero ya, porque los 40, a diferencia de los 30, es una década en la cual ya hiciste todo lo que “tenías que hacer” para cumplir con los mandatos sociales. Empezás a preguntarte qué quiero yo para mí en general. Si tuviste hijos, ellos están yendo al Jardín de Infantes o a la Primaria, con lo cual tenés por lo menos media mañana resuelta. Empezás a tener tiempo, entonces es un momento en que las mujeres dicen que ya hicieron todo lo que tenían que hacer, ya cumplieron con los mandatos sociales y con los que elegimos cumplir. Y hay mucha vida sin un varón, sin un matrimonio e hijos, y es bueno que la mujer pueda respetar esa elección porque si no hay mucho sufrimiento.
Dolores: Y ese sufrimiento en qué desemboca…
MS: En depresiones, en profundas insatisfacciones y, además, las mujeres que piensan, por ejemplo, que no tendrían que haber tenido hijos, son mujeres que están sobrepasadas, por ejemplo, quizás deberían haber tenido dos hijos en lugar de cuatro. Lo que pasa es que la mujer empezó a “tener permiso” para cuestionarse hace muy poco, fue antes de ayer, el control de natalidad es de 1960.
M: También, más allá de si decidimos tener dos o cuatro hijos, está el tema de cómo hoy las mujeres nos tomamos la maternidad para tener ese sentimiento de sobrepasadas…
MS: Bueno ahí llegamos a la “mujer presente”, que es el título de uno de mis libros. Coincido con vos. Es uno de los grandes problemas que las mujeres encuentran cuando se miran en términos de sustentabilidad o no. Es decir, “quiero y tengo que tener hijos”; “quiero y tengo que trabajar”; “quiero y tengo que tener una vida social” y “quiero y tengo que ocuparme de mí”… Pero, ¡¿en qué momento hago todo esto!?”
M: Por eso, porque mas allá de tener hijos o no, el hecho es que queremos todo…
MS: Para mí el problema es creer que los hijos solo dependen de una, porque pienso que uno de los grandes motivos de la insatisfacción de las mujeres es que todavía hay hombres que no hicieron el camino hacia la familia que es equiparable al camino fuera del hogar. Hasta fines del siglo XIX el mundo estaba dividido en un mundo doméstico en el que las mujeres éramos dueñas, amas y reinas y disponíamos de todo lo que fuera de la casa desde la puerta hacia adentro. El varón era extra casa y esto nos impidió probarnos como profesionales; estábamos subordinadas al varón que nos mantuviera toda la vida y los hombres tuvieron un subdesarrollo emocional tremendo: si algo le sucedía a su mujer se encontraba en que no conocían o no podían proveer afectivamente a las necesidades de sus hijos. O sea, las mujeres eran proveedoras afectivas y los hombres proveedores de efectivo. Esta división del mundo generó mucho dolor en el hombre y en la mujer. En los años ’30, las mujeres salieron masivamente a trabajar pero el problema surgió cuando salieron a conquistar el mundo extra doméstico, lo cual hicimos muy bien, y hoy en día una mujer en Occidente puede ser astronauta, presidente o cirujana. Pero los hombres no han hecho todavía como género el camino de entrada hacia el hogar ya que el mismo exige saberes que la mayoría de los hombres todavía no valoran lo suficiente. Afortunadamente hay muchos hombres que están viendo que solo proveer lo efectivo no es sustentable y entonces para ser co equipers en serio necesiten atender y entender lo emocional. Es más fácil pelear en el mundo extra doméstico que lidiar con la emocionalidad del mundo de tus hijos. El mundo emocional es muy exigente y entrar requiere de un entrenamiento muy fuerte, entonces cuando se les complica prefieren seguir con un modelo heredado. También está el tema de que el viejo, que viene con ese modelo, vea a su hijo varón hecho un “pollerudo” o entre amigos.
M: Pero esa idea también está entre las mismas mujeres…
MS: Ahí está. Porque el machismo obviamente no es una cosa sólo de hombres.
M: En un tramo de tu libro La Mujer Presente planteás este tema de la dificultad del hombre de asumir ese rol y “entrar a la casa” y preguntás “¿Qué podemos hacer las mujeres ante esto?”. Y la respuesta me pareció graciosa y sincera: “¡Nada!”.
MS: En uno de mis libros cuento una anécdota que es real de una conocida que tenía un bebé y quería que su marido se ocupara. Lo persigue y lo persigue hasta que lo consigue y su marido le dice: “Ok, yo le doy de comer y lo baño a la noche y el sábado a la mañana me lo llevo a pasear afuera, ¿te parece?”. “Sí, me parece bien”, responde ella y chocha lo publicó por todos lados. El marido arrancó bien pero al tiempo empezó dejando el baño hecho un desastre; lo tenía que cambiar después que le daba de comer porque el puré de zapallo mancha, etcétera. Lo que debería llevar media hora, le llevaba una hora y media. El bebé se acostaba más tarde… Un sábado lo sacó a pasear con la remera a rayas y un pantalón cuadriculado y a la vuelta ella le dijo: “Un hijo mío no sale así a la calle”… En fin, se fueron acumulando cosas. Entonces le dije que ella quería un asistente y no un co equiper ya que ella quería mandar y dar instrucciones con precisión y, si vos querés que la sociedad conyugal sea de pares, entonces dejá que el padre haga las cosas a su manera y después negociá. Porque si no, de vuelta, las madres vuelven a ocupar todo el espacio, no dejan lugar. Entonces esta complementariedad es muy buena. En Estados Unidos hay estadísticas en cuanto a que el 70 % de la población carcelaria tuvo padre ausente; luego hay estudios que dicen que los hijos de padres que leen con sus hijos varones y hacen ejercicios de matemáticas con sus hijas mujeres terminan teniendo mayores habilidades científicas y una autoestima más alta. Algo que siempre digo a los padres de hijas mujeres es que no les prometan algo que después no hacen como llevar al zoológico, o a comprar algo, etcétera. Si no lo vas a cumplir o la vas a postergar, ella aprende que es “postergable”, que la mujer es la que tiene que esperar… Si le prometiste, llevala. O sea, el padre tiene su rol protagónico también.
M: Pero ante esta situación asimétrica las mujeres sí pueden hacer algo, ¿no? No asumir todo, dejar de asumir listas de tareas…
MS: Por eso, las mujeres no tienen que hacer nada, o más bien sí, soltar, dejar el espacio, aceptar que el otro es mi par, no es que yo le hago un favor sino que ese es el lugar que le corresponde. Por ejemplo, está demostrado que los varones juegan físicamente. Nosotras tenemos menos fuerza con lo cual las mujeres no tiramos a los chicos al aire para atajarlos. Pero está demostrado que jugar con los chicos físicamente desarrolla equilibradamente el cerebro. Entonces, si realmente nuestro varón es con quien compartimos las tareas y es realmente mi par, la mitad de las tareas son compartidas.
M: Y crees que estamos yendo hacia ahí…
MS: Creo que hay buenos indicios, que hay muchos varones que están caminando en esa dirección. Aunque también hay muchos hombres que prefieren no hacerlo y como el varón en nuestros países en general gana económicamente más…
D: Pero en los últimos 20 años no te parece que el hombre está ocupando un poco más su espacio que antes…
MS: Creo que eso no es masivo, eso es ayuda, yo hablo de co equiper. Tengo una amiga que hace 27 años que vive en Suecia, su marido pasa la aspiradora, hace las compras, lleva al niño al médico, etcétera. Eso es un co equiper. No es ayuda, ocupa el mismo lugar que la mujer. Los hombres que entran al mundo doméstico y aprenden a jugar con sus hijos luego no cambian esos espacios por nada. Lo entienden y crecen en humanidad. Pero es el que entró y se dio cuenta.
M: Volviendo a los libros, ¿qué tema siguió a Lo quiero todo y lo quiero ya?
MS: Inmediatamente que lo terminé, empecé con otro libro Mujeres ante sí mismas, madres, hijas hermanas y amigas, la trama femenina. Me di cuenta que mucho de lo que cada una de nosotras entiende como mujer tiene que ver con la identidad que forjamos a partir de la relación con otras mujeres, de modelos que nos gustan y aceptamos y de modelos que no nos gustan y rechazamos. Entonces la identidad se forja a partir de modelos femeninos y me pregunté: “¿Quienes son las mujeres más cerca de otras mujeres?” Son las abuelas, madres, amigas, hermanas y compañeras de trabajo. Lo que hice fue explorar el lado luminoso y el lado oscuro que establecemos con todas ellas. Ese libro lamentablemente se agotó y está fuera de edición. Fue un trabajo interesante porque hay madres capaces de un amor increíble y hay madres sumamente oscuras que permiten el abuso de sus hijas e hijos; hay hermanas que son las primeras amigas y compañeras o son las arpías más oscuras… Yo no quería que este libro fuera Disneylandia, yo quería contar lo que es la relación luminosa y oscura de cada una de las caras.
M: El tercer libro fue La Mujer Presente. En él hablas de la “masculinización” de la mujer, y decís que esta masculinización te puede llevar a lugares de éxito pero que a la larga tiene un costo emocional alto…
MS: Hoy las mujeres ocupan cargos de mayor responsabilidad en las empresas en todo el mundo. Y yo me pregunto si esto sirvió para cambiar algo en el orden del mundo o no cambió nada. Personalmente creo que ha cambiado muy poco porque muchas veces las mujeres que luchan por llegar a lugares altos de posición, luchan ellas y no para cambiar nada. Todavía las reglas que rigen la figura corporativa son las reglas que pusieron los varones, con lo cual claro que existe un peligro de masculinización con la llegada al poder. Lo vemos a diario en la política… En algunas corporaciones cada vez hay más conciencia de que esto sucede y ponen mucho cuidado sobre lo importante de evitar la masculinización, porque la diferencia que la mujer trae consigo se pierde. No me consta que esta conciencia esté tan despierta en todo el mundo. Si veo, por ejemplo, a Michelle Bachellete, su primer gobierno, su capacidad de escucha y de negociación, incluso en los momentos más duros de su lucha estudiantil, su capacidad de generar consensos… Eso es lo que tenemos que buscar en el mundo extra domestico, sino estamos perdidas, porque es muy necesario que la gente dialogue, que se ponga de acuerdo.
M: Me gusto eso que decís que cuando la mujer lucha, lucha por llegar ella y no por cambiar nada… Creo que poca gente se lo plantea…
MS: Justamente, ¿por qué vamos a hacer lo mismo que los hombres? Si nos vamos a pelear y nos vamos a masculinizar… “Habiendo tantos hombres duros, ¿quien quiere mujeres de hierro?”. Si las mujeres entran en política me parece bárbaro e importante porque tenemos algo distinto para decir, un menú diferente para proponer. Si hacemos lo mismo que los varones, para qué hacerlo si ellos llevan años en esto. Nosotras nos masculinizamos y perdemos. Y también yo creo que los hombres sufren mucho porque llegan a puestos dejando de lado a sus hijos, no estando cuando parieron sus mujeres, sin nociones de cómo cuidar a la familia… Entonces, la cuestión para ambos es: ¿realmente queremos esto?
M: Tú distinguís dos momentos: en el pasado, la angustia de la mujer encorsetada en un modelo; en el presente la angustia de no tener modelo y enseguida lo relacionás con la oportunidad y la alegría de generar nosotras mismas nuestros propios modelos…
MS: En el último Día de la Mujer me entrevistaron en un programa de radio. Me decían: “Qué bueno que este siglo es nuestro”, y yo decía que yo no quería que este siglo fuera “nuestro”, de las mujeres, que quería que este siglo fuera de hombres y de mujeres, que podemos caminar juntos de una vez y caminar en serio por un mundo más justo y menos pobre.
(*) La segunda parte de la entrevista a Marilén, acerca del contenido del libro La Mujer Presente, se publicará próximamente en La Citadina.
Contacto
Marilén Stengel
mariaelenastengel@hotmail.com
http://lamujerpresente.blogspot.com
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Acerca del autor
Me llamo Dolores de Arteaga y soy del 70. Amo la vida, con sus dulzuras y sus sinsabores, con mi pasado y mi presente. Tengo un largo camino recorrido como mujer y como ser humano, con todo lo que estas palabras implican. Fui niña y adolescente. Soy hija y madre, mujer de mi marido y amiga. ¿Mi marido? Mi pilar, el compañero que elegí desde que lo conocí, que nunca me cortó las alas para volar. ¿Mis hijos? Son lo más importante y fuerte que me pasó desde que nací. ¿Mis amigas? Son del alma, fueron mi propia elección, son mi otro yo, ven la vida con mis mismos lentes. sobremi Fui maestra, dueña de una tienda de segunda mano y ahora soy bloggera. Siempre digo que mis ciclos duran diez años; me gustan los cambios, reinventarme cada tanto. Me parece que las mutaciones forman parte del movimiento y de la riqueza de la vida. A partir de los 40 sentí que estaba empezando la otra mitad de mi existencia y se me despertaron gustos e intereses que quizás estaban dormidos. Me siento más entusiasta ahora que a los 20. Se preguntarán “¿qué se le dio por hacer un blog?”. Tengo intereses de todo tipo. Considero que leer es uno de los placeres de la vida, que el arte nos estimula los sentidos y que viajar nos enriquece el intelecto y el alma. Siempre me gustó descubrir la otra cara de las ciudades, hacer hallazgos donde no es fácil identificar a primera vista, descubrir y redescubrir lugares, conocer a la gente, estudiar la naturaleza humana en sus diferentes realidades, hurgar un libro hasta el cansancio, improvisar críticas de cine de lo más personales con amigas, salirme del clásico circuito pautado por unos pocos y estar pendiente de qué se puede hacer acá, allá o donde fuere. Pero sobre todo, me gusta reírme, y si es a carcajadas, mejor todavía. También soy una máquina de registrar datos. Siento un disfrute especial cuando lo hago. Mis amigas me llaman las “páginas amarillas”. Y hasta acá llegué para no aburrirlos hablándoles de mi. ¡Entren a descubrir el blog! ¡Para mí es un verdadero disfrute hacerlo!
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