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Los mantos hablan

Cuerpo & Alma
Los mantos hablan

Con Tejer el manto, su gran obra maestra creada por 102 personas con la participación de distintos colectivos femeninos, Florencia Flanagan apunta a que el dolor se transforme en potencia

agosto 29, 2014

 

El encuentro era en el auditorio del Espacio de Arte Contemporáneo (EAC). Ese día estaban presentes distintos talleres de Tejer el manto, entre ellos el Colectivo La Pitanga, “vecinas y vecinos por una vida libre de violencia de género”. Ni bien entré al inmenso salón, percibí una gran concentración. La fuerza de las historias de vida de esas mujeres emanaba de todos y cada uno de los mantos que, aguja en mano, unían con mucho cuidado. Era un encuentro especial. En esa instancia, un equipo de profesionales realizaba la unión y costura de los mantos junto a las personas que habían participado en los once talleres durante tres años. Por fin los 102 mantos se unían ahora componiendo el Gran Manto. Telas y sentimientos, allí todo se mezclaba. Alegría y tristeza. Liberación y sanación. Florencia Flanagan, una mujer rotunda e intensa, defensora del potencial femenino, me estaba esperando. Ella, el alma detrás de Tejer el Manto no paraba, continuamente iba de una punta a la otra, dispuesta a brindarse a quien la necesitara.

Tejer el Manto consiste en una serie de talleres donde cada mujer realiza su propio manto dentro de un círculo de tela. En un marco de libertad absoluta en cuanto a las técnicas, la estética y los temas a trabajar, mujeres de diferentes procedencias sociales, culturales, etarias, orientación sexual y religiosa, se juntan para crear sus mantos. Luego cada círculo es cosido a un cuadrado de jean, material elegido como símbolo de integración porque se asocia a gente de distintos estratos sociales y culturales. La unión de todos los círculos crea un gran manto, una pieza única de 36 metros cuadrados que es el resultado de once talleres realizados durante tres años. El despliegue del manto, por única vez en acción colectiva, va a tener lugar en el Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV) el 6 de setiembre a las 15 hs., y va a estar a cargo de todas las personas involucradas en su creación. Va a continuar exhibido hasta el 26 de octubre.

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“Con el manto buscamos dejar el dolor y que se transforme en potencia. Tejés el manto y el manto te teje a ti”

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Dolores: ¿Cómo fue tu camino por el mundo del arte?

Florencia Flanagan: De chica tuve una inclinación fuerte hacia el dibujo. Pasaba horas y me imaginaba haciendo algo distinto. Después hice como un trayecto en forma no lineal. Me formé con artistas como Nelson Ramos y Enrique Badaró. Así me fui haciendo a mí misma. A los 25 años estuve unos meses en París por una beca. Después me vine a Montevideo y trabajé como directora de arte en medios audiovisuales; hice escenografía y vestuario en teatro; prensa; ilustraciones en Guambia, etcétera. Ilustrar es como mi oficio de base. No vengo de una “textilidad”. Entre que nació mi hija y murió mi madre pasaron tres años y medio en mi vida; fue ahí que llegué al textil.

D: ¿Cómo nace Tejer el Manto?

FF: Tejer el Manto arranca cuando leo Mujeres que corren con los lobos (Clarissa Pinkola Estés) en el año 2000. Fue mi primer libro de psicología femenina y un shock. Ahora tengo 45 años, pero tenía 32 cuando lo leí. Cuando la autora dice que trabaja con un grupo de mujeres que hacen su manto con los entretelones de la vida, me dije: “Quiero hacer mi manto”.

Me di cuenta que el manto era una tarea radicalmente colectiva. Y ese fue el click. Con el manto buscamos dejar el dolor y que se transforme en potencia. Tejés el manto y el manto te teje a ti.

D: ¿Cómo fueron los inicios del manto colectivo?

FF: Todo empezó con una convocatoria del EAC; estaba buenísima y me daba la posibilidad de hacer mi manto. Esta convocatoria del EAC era una residencia, un premio, e implicaba llevarlo a la práctica. Presenté el proyecto e invité a cinco mujeres. Ahí arrancó el primer taller, hace casi tres años, donde yo hice mi manto junto a las mujeres invitadas. Siendo arte y parte. Mujer que teje su manto y coordinadora de taller. A partir de ahí, en los diez talleres restantes, trabajé junto a otra tallerista en la tarea de coordinar cada taller. Desde ese rol propiciamos, sostenemos, acompañamos.

D: ¿Por qué elegiste un círculo y no otra forma para el manto?

FF: Para mí el circulo es el símbolo de la totalidad de la vida.

D: ¿Cuál es el marco de los talleres?

FF: Primero se diseña el espacio desde lo arquitectónico, de manera que los materiales se presentan al centro y las mujeres se sientan en círculo. La energía se ordena maravillosamente cuando es de mayor a menor, a las mayores las honramos. Hay una dinámica de trabajo. Primero se hace yoga: se trabaja con el cuerpo y con la relajación para soltar las tensiones y enfocar la tarea. Pero el propósito no es hacer yoga, sino crear una obra de arte. Todo depende del formato de los talleres; en el de siete encuentros es donde se hace más evidente la psicología yóguica porque se trabaja con las propiedades de cada chakra y se empieza de lo más denso a lo más sutil, entonces todo eso te da un manejo de la energía y del grupo. Esos marcos de referencia te aseguran ese tránsito, que a pesar de haber tormentas, uno puede llegar a buen puerto.

D: Formato de siete encuentros y formato de uno solo. Gran diferencia.

FF: Podés profundizar más en el formato de los siete encuentros, pero lo más importante es que la persona pueda vivir el proceso. Yo primero me negaba al formato de un solo encuentro, pero fue tal la demanda que sentí que era lo que tenía que ser; implica buscar otro modo del tiempo, retirarte de tu vida cotidiana, entrar en una cueva, pintar la cueva. Soltar nos cuesta mucho y soltar el tiempo es parte de la propuesta. Hay 101 mujeres y un hombre que decidieron hacerse el tiempo.

D: ¿Qué arquetipos aparecen en los mantos?

FF: La novia, la niña, la anciana, la joven rebelde, la madre, las amigas, los padres.

D: Veo que se repiten muchos símbolos…

FF: Hice una lista con todos los símbolos que se repiten. Mirás los mantos y te das cuenta todo lo que guardan las mujeres: collares, perlitas, relojes, espirales, escarpines, corazones, buzos, cartas, conchas marinas, moñas, trenzas, etcétera. También se repiten los cordones umbilicales que se forman con las telas enrolladas. Todos tenemos un tema en la vida que queramos transmutar, dejar, liberar. Las mujeres tenemos eso de guardar y guardar. He tenido el honor de acompañar a tantas personas a lugares tan disímiles y tan similares del alma.

D: Al observar los mantos percibí sentimientos fuertes…

FF: Todas las historias son fuertes y cada uno lleva la de uno con un gran dolor. Todos los dolores son grandes para cada uno. Cuando uno dice: “Esa persona tuvo todo” se refiere solo a la parte económica, que si bien ayuda no quiere decir que esa persona no tenga gran dolor. Hice talleres con mujeres de todos lados, desde Carrasco, Punta del Este, así como también señoras de Maroñas; con chicas trans…  Estuve en situaciones muy diversas. Si vas con el prejuicio que un dolor es más fuerte que el otro, no podes acompañar. Los procesos hay que acompañarlos con la misma apertura de corazón, y por supuesto yo fui aprendiendo. En esta situación de unión de los mantos, luego de mucho tiempo de haberlo hecho, una mujer me preguntó: “¿Dónde está mi manto?” Y yo le respondí: “Tu manto está acá.” La mujer no podía creer que yo me acordara cuál era su manto. Enseguida le dije: “¿Cómo no me voy a acordar de tu manto?” Acompaño y vibro con cada persona. De lo que no me acuerdo es de los nombres, pero los mantos y su proceso jamás lo olvido.

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“Si vas con el prejuicio que un dolor es más fuerte que el otro, no podes acompañar. Los procesos hay que acompañarlos con la misma apertura de corazón, y por supuesto yo fui aprendiendo”

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D: ¿Hasta qué punto te involucrás con las personas? Debe ser intenso…

FF: Yo no me meto en el campo emocional de nadie, sí acompaño las resoluciones técnicas; sí acompaño cuando una persona llora y me quedo con ella. Me involucro profundamente pero no me meto. Sostengo pero no me hago cargo de nada que no me corresponda, y para eso es que estoy formada. Conozco los procesos creativos y tengo suficientes herramientas para manejar un grupo. Aprendés a manejar la energía con distintas técnicas y vas llevando al grupo. De esta forma, velás por el bienestar de la nave y de sus tripulantes.

D: Contame alguna historia de vida…

FF: Estos pelos es porque la mujer venía de un proceso de quimioterapia y no pudo tener hijos. Esta esponja era de la madre de una señora que tiene alrededor de 70 años. Esa otra mujer trajo ese buzo y dijo: “Yo abrazo toda mi vida, todas las etapas, todo lo que fui”. También tenés a la que dijo: “Yo voy a aprovechar esto”, y quemó y quemó y trajo las cenizas. Hay gente que pone en palabras los sentimientos, entonces borda oraciones.

D: ¿Por qué hay dos mantos que están “vacíos”?

FF: Uno es el de una mujer que vino solo una vez y no vino más. Otro es el de una mujer que no lo pudo terminar por problemas con su hijo. Los procesos inconclusos y los agujeros negros son parte de la trama y hay que respetarlos.

D: Alguna situación anecdótica…

FF: Te voy a contar cosas interesantes que suceden, como el caso de dos mujeres que no se conocían, que son parecidas, tienen el mismo apellido, y en el lugar central de su manto las dos pusieron un collar de perlas.

D: ¿Qué sentimientos emanan en este momento de unión de los mantos?

FF: Si bien yo acompañé a cada una en el proceso y estuve en el detalle, ahora que veo todos los mantos juntos es como que las escucho. Los mantos hablan.

Contacto:
Tejer el Manto
Florencia Flanagan
Mail: tejerelmanto@gamil.com
www.tejerelmanto.blogspot.com

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Florencia Flanagan

 

Durante los talleres…

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Uniendo los mantos en el EAC

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Acerca del autor

Me llamo Dolores de Arteaga y soy del 70. Amo la vida, con sus dulzuras y sus sinsabores, con mi pasado y mi presente. Tengo un largo camino recorrido como mujer y como ser humano, con todo lo que estas palabras implican. Fui niña y adolescente. Soy hija y madre, mujer de mi marido y amiga. ¿Mi marido? Mi pilar, el compañero que elegí desde que lo conocí, que nunca me cortó las alas para volar. ¿Mis hijos? Son lo más importante y fuerte que me pasó desde que nací. ¿Mis amigas? Son del alma, fueron mi propia elección, son mi otro yo, ven la vida con mis mismos lentes. sobremi Fui maestra, dueña de una tienda de segunda mano y ahora soy bloggera. Siempre digo que mis ciclos duran diez años; me gustan los cambios, reinventarme cada tanto. Me parece que las mutaciones forman parte del movimiento y de la riqueza de la vida. A partir de los 40 sentí que estaba empezando la otra mitad de mi existencia y se me despertaron gustos e intereses que quizás estaban dormidos. Me siento más entusiasta ahora que a los 20. Se preguntarán “¿qué se le dio por hacer un blog?”. Tengo intereses de todo tipo. Considero que leer es uno de los placeres de la vida, que el arte nos estimula los sentidos y que viajar nos enriquece el intelecto y el alma. Siempre me gustó descubrir la otra cara de las ciudades, hacer hallazgos donde no es fácil identificar a primera vista, descubrir y redescubrir lugares, conocer a la gente, estudiar la naturaleza humana en sus diferentes realidades, hurgar un libro hasta el cansancio, improvisar críticas de cine de lo más personales con amigas, salirme del clásico circuito pautado por unos pocos y estar pendiente de qué se puede hacer acá, allá o donde fuere. Pero sobre todo, me gusta reírme, y si es a carcajadas, mejor todavía. También soy una máquina de registrar datos. Siento un disfrute especial cuando lo hago. Mis amigas me llaman las “páginas amarillas”. Y hasta acá llegué para no aburrirlos hablándoles de mi. ¡Entren a descubrir el blog! ¡Para mí es un verdadero disfrute hacerlo!

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