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“Quiero ese que acaba de salir del horno”

Lo gourmet
“Quiero ese que acaba de salir del horno”

Paseando por Buenos Aires descubrí Divino Budín, un espacio donde los budines caseros son los protagonistas

diciembre 11, 2014

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Por Dolores de Arteaga

Suave como un suspiro. Esponjoso. Liviano. Húmedo. Sabor intenso. Bizcochuelo que se deshace en la boca. Olores que se cuelan del horno y que nos remontan a la cocina de nuestras abuelas. Budines elaborados con fruta fresca. Budines como hechos en casa. Así de naturales son los budines que elabora artesanalmente la pastelera Rose Coutinho, la persona a cargo de Divino Budín, un novedoso y recién estrenado emprendimiento en la Recoleta porteña. Los budines son los protagonistas del lugar. El café simplemente acompaña. “¡En mi vida comí un bizcochuelo tan rico! De verdad, si no, no te lo diría”, fue lo primero que le comenté a Rose ni bien probé la porción de budín marmolado de chocolate y naranja que me sirvió. Realmente, un budín inolvidable.

Rose es brasilera, nacida en la cosmopolita ciudad de San Pablo. Hace ocho años que vive en Buenos Aires: “Vine a estudiar Diseño de Interiores. Era más económico estudiar acá. Mi idea inicial era hacer la carrera e irme, pero todo se fue dando y me quedé a vivir en Buenos Aires.” El último año de su carrera Rose tuvo una crisis, “colapsó” según sus palabras, y no la terminó. Y me aclara: “Yo necesito pasión. Y ya no la sentía. Mis amigos me decían que probara hacer algo de cocina. Y yo en ese momento no tenía pensado emprender nada, sino encontrar qué hacer, algo que me realizara y me hiciera feliz.” Durante dos años estudió la carrera de pastelero profesional en el Instituto Superior Mariano Moreno, en Buenos Aires.

Ahí fue cuando decidió ponerse en contacto con las raíces de su tierra: “En Brasil existe la cultura del bolo, todo es un budín. Los brasileros le llamamos bolo al budín, bizcochuelo o torta sin relleno. De chica me pasaba horas en la cocina de mi casa haciendo bolos.” Rose niña cocinaba tortas para los cumpleaños de sus amigas, y siempre estaba a la búsqueda de recetas nuevas. Hasta el día de hoy disfruta del acto de comer, de saborear platos dulces.

El destino quiso que el primer verano que fue a Punta del Este conociera al argentino Cristian Pizl, empresario y misionero, con quien sigue hasta el día de hoy y la apoya en todo lo que ella haga. “Sin él siento que nada hubiera sido posible”, comenta Rose con una especial luz en sus ojos.  Todos los días, después de su jornada laboral, Cristian se da una vuelta por Divino Budín para ponerse a disposición de lo que necesite su novia.

 

 

Dolores: Corrió agua bajo el puente antes de que abrieras Divino Budín…

Rose Coutinho: Sí, empecé vendiendo en casa. Hacía de todo: lemon pie, tortas rellenas de todo tipo, hasta que fui llegando a los budines. Porque de todas las gamas de los dulces, lo que más me gusta comer son los budines. Y cuanto más sencillos, mejor. Así que comencé a cocinarlos para diferentes cafeterías, me empezó a pasar que los dueños me llamaban y me decían que los clientes venían exclusivamente a comer mi budín, y que si no había seguían de largo. Una vez que vi la gran respuesta de la gente con mis budines, pensé que tenía que emprender en esto como la primera casa de budines caseros gourmet de Buenos Aires, y ahí me arriesgué.

D: Un local donde venden solo budines. ¿Idea importada de Brasil?

RC: Viste que ya hace unos años que es tendencia abrir locales chiquitos que tengan como especialidad un producto, y de ese producto después salen muchas variedades, por ejemplo: lugares solo de cupcakes pero con muchos sabores y variedades. Este concepto está muy de moda a nivel mundial. Hace como cuatro años que en Brasil llegó el boom de la casa de los budines, que era justamente resaltar los budines caseros de la abuela. Y me pareció interesante. Lo que no me gustaba mucho eran los diseños, porque en Brasil más bien se usa molde clásico. Entonces conseguí moldes nórdicos, por ahora tengo seis diseños diferentes.

D: Divino Budín es sinónimo de calidad.

RC: Sí, soy muy exigente. Quería abrir algo con calidad, si hago un budín de naranja, que se sienta el olor a naranja. Aquí la gente cuando prueba el budín de chocolate dice que es un sabor distinto, sabor a cacao puro. Es que uso solo chocolate belga. Cuando un proveedor me alcanza una fruta que no me gusta, no le compro más; a veces no tengo más remedio que ir yo misma a la verdulería y elijo a mano la fruta.

D: ¿Cuál es el concepto de Divino Budín?

RC: La idea es que la gente se tome un café y una porción de budín de paso, o que venga y se lo lleve. Y viste que a la gente hoy le gusta la atención personalizada… Yo estoy siempre acá.

D: Tus recetas y tus secretos, ¿de dónde los tomaste?

RC: El experimentar, crear y variar, es algo heredado de mi abuela. Mis recetas y mis técnicas son cien por ciento conectadas con Brasil, una cultura con mucha variedad de budines, de donde traje sabores tan típicos como el coco, banana con nueces, mango, y si bien todavía no utilicé frutas exóticas como el maracuyá, ahora en verano vamos a implementar esos sabores. El budín de zanahoria, que es bien americano, en Brasil es un clásico. Un clásico allá es el fubá, un budín hecho con harina de maíz, de una textura esponjosa, es como si fuera el budín de  vainilla de acá.

D: ¿Costó llegar al producto que conservabas en tu memoria afectiva?

RC: Sí. Me pasaba que mis amigos lo probaban y me decían que les gustaba, pero para mí le faltaba algo. A veces era algo estético, si bien el sabor estaba rico; otras veces la combinación no era rica. En Argentina generalmente la gente cocina budines con mucha esencia y no son creativos en los sabores; en cambio tortas hay una variedad infinita y muy ricas. Iba por ahí y me resultaba difícil encontrar un budín casero que me gustara. La idea era hacerlos con sabores que no hubiera en otros lados, y aparte que fueran todos con frutas frescas y sin conservantes.

D: Gustos…

RC: Los clásicos, como el de chocolate, el de vainilla, y algunas variantes. Hay sabores que voy creando. Vainilla con chips, también vainilla con pedacitos de membrillo; limón solo; limón con coco; limón con chocolate; limón con menta; ananá con coco; hay varias versiones de marmolado: el clásico de chocolate y vainilla, también sale muchísimo el de chocolate con naranja, a la gente le encanta. También hago otro solo de zanahoria. Son 20 variedades de sabor. Todos los días hacemos budines diferentes, vamos rotando de sabor, ya que es una forma de que la gente conozca otros sabores. Le doy la posibilidad al cliente de cambiar su paladar y no pedir siempre lo mismo. Tengo clientes que me dicen que ellos son básicos porque nunca les dieron la posibilidad de probar cosas distintas; las propias confiterías los acostumbraron a la vainilla, chocolate y naranja. La primera semana que abrimos se vendían solo los clásicos, pero hoy esos mismos clientes se animan a probar sabores diferentes. Me doy cuenta que cuanto más simple el budín, la gente lo consume mejor. Es un producto de lunes a lunes.

D: Para que el budín se conserve fresco…

RC: Dura fresco hasta seis días desde la elaboración. Lo envuelvo con polipropileno y siempre recomiendo a la gente que cuando se lo lleva a su casa corte el budín y luego lo cierre nuevamente así se conserva bien fresco. El budín no se pone en heladera, está hecho para consumir a temperatura ambiente;  en cambio las tortas sí van en heladera.

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“La gente entra y me dice: ‘Me ha traído el olor”

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D: ¿Qué es lo que te ocasiona más placer al elaborar los budines?

RC: Me gusta que la gente disfrute del aroma mientras horneo, la gente entra y me dice: “Me ha traído el olor”. Horneo todo el día. La cocina es a la vista, atrás hago todo lo feo, o sea el romper los huevos, etcétera, y adelante me dedico a poner la masa dentro de los moldes y a hornearla. La idea es que la gente que pasa por la calle sienta el olor y se sienta atraída a entrar. Me pasa que a veces termino la producción del día e igual pongo un budín más al horno para que el olor lidere. Hay clientes que entran y lo primero que me dicen, es: “Quiero ese que acaba de salir del horno.” Y si tienen que esperar, lo hacen.

D: Para terminar…

RC: La verdad es que hago los budines como si fueran para mí, con todo el amor del mundo.

 

Contacto:
Divino Budín
Rose Coutinho
Dir. Austria 2030 Esqs. Juncal y French (Barrio Norte)
+0054911 5920 7242
www.divinobudin.com
Horario: Lunes a viernes de 9 a 20 hs. / Sábados de 9 a 14 hs.

 

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Acerca del autor

Me llamo Dolores de Arteaga y soy del 70. Amo la vida, con sus dulzuras y sus sinsabores, con mi pasado y mi presente. Tengo un largo camino recorrido como mujer y como ser humano, con todo lo que estas palabras implican. Fui niña y adolescente. Soy hija y madre, mujer de mi marido y amiga. ¿Mi marido? Mi pilar, el compañero que elegí desde que lo conocí, que nunca me cortó las alas para volar. ¿Mis hijos? Son lo más importante y fuerte que me pasó desde que nací. ¿Mis amigas? Son del alma, fueron mi propia elección, son mi otro yo, ven la vida con mis mismos lentes. sobremi Fui maestra, dueña de una tienda de segunda mano y ahora soy bloggera. Siempre digo que mis ciclos duran diez años; me gustan los cambios, reinventarme cada tanto. Me parece que las mutaciones forman parte del movimiento y de la riqueza de la vida. A partir de los 40 sentí que estaba empezando la otra mitad de mi existencia y se me despertaron gustos e intereses que quizás estaban dormidos. Me siento más entusiasta ahora que a los 20. Se preguntarán “¿qué se le dio por hacer un blog?”. Tengo intereses de todo tipo. Considero que leer es uno de los placeres de la vida, que el arte nos estimula los sentidos y que viajar nos enriquece el intelecto y el alma. Siempre me gustó descubrir la otra cara de las ciudades, hacer hallazgos donde no es fácil identificar a primera vista, descubrir y redescubrir lugares, conocer a la gente, estudiar la naturaleza humana en sus diferentes realidades, hurgar un libro hasta el cansancio, improvisar críticas de cine de lo más personales con amigas, salirme del clásico circuito pautado por unos pocos y estar pendiente de qué se puede hacer acá, allá o donde fuere. Pero sobre todo, me gusta reírme, y si es a carcajadas, mejor todavía. También soy una máquina de registrar datos. Siento un disfrute especial cuando lo hago. Mis amigas me llaman las “páginas amarillas”. Y hasta acá llegué para no aburrirlos hablándoles de mi. ¡Entren a descubrir el blog! ¡Para mí es un verdadero disfrute hacerlo!

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