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Los secretos del Camino Tula

Cuerpo & Alma
Los secretos del Camino Tula

Menos faroles y más campo abierto. Cinco opciones para alojarse y desconectar fuera del casco antiguo de Colonia, en posadas cuyos dueños lograron un verdadero cambio de vida

noviembre 18, 2016

 

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Por María José Borges

El sonido del viento que trae el río y el diálogo de los pájaros es música cotidiana para algunos privilegiados, pero es un regalo impagable para los más citadinos. Cantidades medicinales de silencio y de brisa dulce son la constante de un puñado de posadas y hoteles que se encuentran escondidos cerca de la Ruta 21 que lleva hacia Carmelo, en los alrededores del Camino Tula Suárez de Cutinella (Doña Tula fue una maestra rural de la zona que merece un capítulo aparte por sus iniciativas en 1900). Las posadas que se encuentran allí proponen conceptos diferentes, pero tienen varios puntos en común. Todos sus dueños son extranjeros. Todos decidieron hacer un cambio radical en sus vidas, encontrando en esta zona un secreto bien guardado de Uruguay. En cada lugar encontramos a un artista y en ninguno faltan perros como amables anfitriones. Además, casi todos ofrecen una gastronomía elaborada con productos de su propia huerta orgánica.

Las historias varían. Dos franceses que llegaron con la vocación de servicio a cuestas y el talento casi genético para la cocina, como es el caso de la posada boutique Le Moment, una de las mejores opciones si consideramos la relación entre estilo, servicio, paisaje y precio. O el colombiano a cargo de Los Paraísos, que dejó su vida en Estados Unidos para venir a continuar el legado de una argentina (radicada en Milán) que descubrió ese lugar especial del mundo. O los argentinos de El Nido, que construyeron casas entre los árboles, cambiando la rutina de la fábrica por el arte y el pan casero. O sus compatriotas que crearon Casa de los Limoneros encantando con su paisajismo romántico. Y la historia de una familia que un día dejó Buenos Aires para criar a sus niños en Colonia y que hoy -viviendo en Argentina nuevamente y con sus hijos crecidos- convirtieron esa casa en Río Ancho, un hotel gourmet de tres habitaciones para clientes selectos.

 

 

Le Moment

A primera vista: El interiorismo y la vista al río desde cada habitación.
Diferencial: Que te atiendan los dueños -con ganas de servir- no tiene precio.
Curiosidad: Baños integrados en algunas habitaciones y duchas con vista al campo.

 

 

Los muebles y los libros fueron traídos de Francia. La casa fue diseñada por ellos, con paisaje integrado y luz natural a toda hora, además de una decoración ecléctica que completa las sensaciones: el interiorismo combina madera, hierro, hormigón lustrado, ladrillos originales, lanas, pieles… Y, sin embargo, se siente despojado. No hay demasiados objetos en las paredes, porque el cuadro está afuera. Una fotografía icónica de Brigitte Bardot da el toque justo a la entrada de la cocina a modo de inspiración. Todas las habitaciones son diferentes y temáticas. Y lo mejor para cómodos y friolentos es que el atardecer sobre el río se puede paladear desde la cama de tu cuarto, mientras un libro es lo único que te distrae y el sonido verde se filtra por el mosquitero.

Bruno y Silvayne son marido y mujer, tienen tres hijos y un día decidieron hacer un cambio de vida en Lyon, su ciudad francesa, poniendo una posada en su propia casa y cocinando para sus huéspedes. Bruno tenía una trayectoria en la producción de vinos pero ese rubro entraba en crisis. Con esos conocimientos a cuestas vinieron a Uruguay, así que cuando él te recomienda un vino, conviene prestarle atención. Llegaron hace tres años y abrieron Le Moment hace apenas unos meses, cuando lograron terminar la casa: los arquitectos les reprochaban que buscaran la perfección.

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Hacen de cada momento una experiencia deliciosa, simple y detallista. “Disfruten, ésta noche están en Francia”, dijo Sylvaine.

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A él siempre le gustó cocinar (pude comprobar su talento) y junto a ella hacen de cada momento -incluido el desayuno- una experiencia deliciosa, simple y detallista. Ofrecen cenas de cocina francesa por reserva, sin necesidad de hospedarse allí. Los platos incluyen productos de su huerta y recetas típicas de Lyon. “Disfruten, ésta noche están en Francia”, dijo Sylvaine después de contarnos sobre el tapenade, la cocción peculiar de los huevos caseros con caviar y más tarde el boeuf bourguignon como plato principal, que hace difícil pensar en otra cosa mientras todavía tenés los cubiertos en la mano. En un Uruguay de mozos en pose y empleados que no siempre encarnan la filosofía del lugar, ser atendidos con gusto por los dueños realmente hace la diferencia. “La idea es recibir como nos gustaría ser recibidos”, concluyen.

 

Contacto
www.lemomentposadaboutique.com
Tel. 4520 2404
E-mail: contact@lemomentposadaboutique.com

 

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Los Paraísos

A primera vista: Las rosas, la privacidad de la casa y los senderos por el bosque.
Diferencial: Distintos paisajes en un mismo lugar. Una atípica plantación de almendros, los tradicionales paraísos, rocas, bambú y hasta cactus en flor.
Curiosidad: Un árbol de casi tres metros de diámetro, que podría tener 400 años.

 

 

Aquí no hay muchas habitaciones sino una única casa de campo que se puede habitar por hasta seis personas y que admite niños con gusto. Hay un bosque y también una huerta orgánica que los niños pueden conocer entre espantapájaros y en la que ven plantados tomates o ajos que por la noche pueden degustar en las pizzas caseras que ofrece Christian. Él es colombiano, vivía en California trabajando como médico ayurvédico y un día llegó como voluntario a esta casa, que era una creación de Elena Meerapfel. Ella fue una diseñadora textil argentina que vivió muchos años en Milán y que un día encontró en Colonia este lugar con el que sintió una conexión especial desde el primer momento. Hace un año Elena murió, dejando Los Paraísos como legado, además de lindos recuerdos en tantas personas que hablan de ella con particular cariño o admiración. Sin haberlo buscado Christian se encontró con la misión de acompañarla en sus últimos días y ser el continuador de su obra en esta casa.

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El nombre va por dos senderos también: refiere a la cantidad de esos árboles típicos llamados paraísos que hay en el lugar, pero también a los espacios distintos que ofrece el paisaje, que se convierten en diferentes paraísos personales.

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El nombre va por dos senderos también: refiere a la cantidad de esos árboles típicos llamados paraísos que hay en el lugar, pero también a los espacios distintos que ofrece el paisaje, que se convierten en diferentes paraísos personales, según uno lo necesite. Una vez que te internás en el monte entendés a qué se refería Elena, aún sin haberla conocido. Podés sentir lo fresco de la tierra húmeda, tocar las rocas de la zona de Piedra de los Indios, ver cactus, sentarte a contemplar un árbol ancho como una casa y hasta llegar a la meditación desde la intuición.

 

Contacto
www.losparaisos.com
Tel. 091 632 365
Facebook: Los Paraísos Casa de Campo

 

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Casa de los Limoneros

A primera vista: Un cuadro de Monet hecho posada. Y muchos, muchos limones.
Diferencial: Jardines de invierno en cada habitación.
Curiosidad: Puertas de la ex cárcel de Punta Carretas resignificadas.

 

 

Mario y Sergio son socios en la vida ya. Hace 14 años crearon este lugar en el que pensaban plantar vides, pero ganaron los cítricos que estaban en el terreno del vecino. Pasando la casa y el jardín frondoso, está la piscina y sus quinchos, y un poco más allá los limoneros, cuatro hectáreas de árboles en fila con flores blancas y esos frutos que le dan nombre al lugar. No se pueden exportar porque son caseros -no reciben pesticidas- pero sí se pueden vender en el mercado local y, sobre todo, usar para preparar deliciosas limonadas y tragos que agasajan a los huéspedes, cócteles a medida de las reposeras.

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Esta es la opción más clásica y romántica de los lugares que recorrí, inspirada en las casas tradicionales inglesas de 1900. Madera, vajilla colonial, muebles originales, sábanas de 600 hilos y una cocina gourmet orgánica.

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Mario es director de una universidad norteamericana en Buenos Aires y Sergio es arquitecto paisajista, por lo que la creación de este espacio (desde el momento en que no había ni un árbol en el terreno) fue obra suya. El paseo incluye un recorrido por el jardín que cada día suma nuevas especies, hasta llegar al frente de la posada, que impresiona por su parecido con la casa del pintor Claude Monet en Giverny, Francia, con sus flores rojas a un costado y hasta los nenúfares en el estanque. Sergio dice que esa no fue su inspiración pero que, sin embargo, los visitantes franceses le hablan también de ese parecido.

Esta es la opción más clásica y romántica de los lugares que recorrí, inspirada en las casas tradicionales inglesas de 1900, según cuenta Sergio. Madera, vajilla colonial, muebles originales, sábanas de 600 hilos y una cocina gourmet orgánica, que se abastece también de los productos de su propia huerta. Sergio combina esta vida con el ruido de Buenos Aires en una misma semana, buscando la estimulación del arte que lo define: además de ser paisajista, pinta, realiza instalaciones artísticas, cocina, entendiendo todos esos placeres como una suerte de alquimia cotidiana.

 

Contacto
www.lacasadeloslimoneros.com
Tel: 4523 1028 / 098 648 244
E-mail: info@lacasadeloslimoneros.com
Facebook: La Casa de los Limoneros

 

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El Nido

A primera vista: Dos casas suspendidas entre árboles.
Diferencial: Hamacas para quedarse dormido a la sombra.
Curiosidad: El kit de emergencia para huéspedes, que incluye alimentos secos, lápices de colores, cartas, lanas, agujas, libros y grapamiel casera.

 

 

Carolina trabajaba en una metalúrgica en Buenos Aires, pero desde hace cinco años vive en el campo de Colonia y hasta exhibió su arte textil en el casco histórico de la ciudad. En este caso también los dueños pasaron de una vida a otra, de Argentina a Uruguay, de la fábrica al silencio, de los negocios y las inversiones a mantener el jardín verde y florecido, de comprar en supermercados a autoabastecerse con su huerta orgánica.

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Dos casas sostenidas entre árboles y una cabaña al nivel del piso, resueltas con ingenio rústico e integrando algunas de las creaciones textiles de la dueña de casa.

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Con sus hijos pequeños, Carolina y Martín crearon lo que hoy es El Nido Treehouse: dos casas sostenidas entre árboles y una cabaña al nivel del piso, resueltas con ingenio rústico e integrando algunas de las creaciones textiles de la dueña de casa. Esta es la opción más accesible del recorrido, con un espíritu bohemio. Aceptan niños mayores de 12 años, por una cuestión de seguridad en las alturas y también como garantía de silencio en el parque. El Nido se encuentra a dos kilómetros de la playa (en caso de ir caminando el perro de la casa es el mejor de los guías). Allí no se ofrece almuerzo ni cena, pero al llegar te encontrás con un encantador pan casero de bienvenida.

 

Contacto
Facebook: El Nido Colonia
Tel. 095 878 314

 

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Río Ancho

A primera vista: Un gran mirador hacia el río, sobre una reserva natural frondosa.
Diferencial: Cocina gourmet, calefacción central y preocupación por la sustentabilidad.
Curiosidad: Un televisor escondido en los pies de la cama que aparece cuando el huésped lo decide. Y un desempañador en el espejo en el baño.

 

 

En términos clásicos de hotelería esta sería la opción con más estrellas del recorrido. Combina confort, sofisticación y alta cocina. Hace 20 años Marcelo y Miri buscaban una casa diferente en Argentina cuando alguien les habló de Colonia y cruzaron el charco ancho. Así compraron una casa en el oeste campestre, en un espacio moderno que uno de sus niños definía como “una casa con el techo torcido”. Hace unos años se vieron obligados a volver a Buenos Aires, dejando el campo atrás, pero años después lograron lo que Miri describe como un sueño de juventud de la pareja: tener un emprendimiento de servicios juntos. Reformaron la casa y la transformaron en Río Ancho Gourmet Lodge, una propuesta selecta de tres habitaciones, con ningún detalle librado al azar.

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Algunos de los encantos: panes de masa madre, carnes que se deshacen en la boca por la cocción de varios días, platos presentados como un cuadro de Miró o un puré de boniatos que obliga a cerrar los ojos. Una cocina de cercanías, con productos locales…

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Se puede llegar al lugar para hospedarse o simplemente reservar cita para degustar el menú (de tres o de seis pasos) diseñado por el chef Adrián Gerboles. Algunos de los encantos: panes de masa madre, carnes que se deshacen en la boca por la cocción de varios días, platos presentados como un cuadro de Miró o un puré de boniatos que obliga a cerrar los ojos. Una cocina de cercanías, con productos locales, cuyo límite lógico alcanza el momento del té, cuando la oferta proviene de Oriente en blends elaborados por la sommelier Paola Tambellini.

La preocupación por la sustentabilidad incluye los paneles solares, la protección de los humedales de la zona y hasta unas preciosas toallas de tela individuales (diseñadas por Miri, que también es artista textil) para secarse las manos sin consumir papel, en un baño con la calidez de unas cortinas de origami. Está pensado para niños mayores de 12 años. Un consejo extra: previo a irse del lugar suban a la torre panorámica y bajen a la playa atravesando el monte. Dos opuestos que completan la experiencia.

 

Contacto
www.rioanchocolonia.com
Tel. 4520 2205 (Uruguay) / +54 11 5254 4381 (Buenos Aires)
Facebook: Río Ancho Colonia

 

 

 

 

 

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Acerca del autor

Me llamo Dolores de Arteaga y soy del 70. Amo la vida, con sus dulzuras y sus sinsabores, con mi pasado y mi presente. Tengo un largo camino recorrido como mujer y como ser humano, con todo lo que estas palabras implican. Fui niña y adolescente. Soy hija y madre, mujer de mi marido y amiga. ¿Mi marido? Mi pilar, el compañero que elegí desde que lo conocí, que nunca me cortó las alas para volar. ¿Mis hijos? Son lo más importante y fuerte que me pasó desde que nací. ¿Mis amigas? Son del alma, fueron mi propia elección, son mi otro yo, ven la vida con mis mismos lentes. sobremi Fui maestra, dueña de una tienda de segunda mano y ahora soy bloggera. Siempre digo que mis ciclos duran diez años; me gustan los cambios, reinventarme cada tanto. Me parece que las mutaciones forman parte del movimiento y de la riqueza de la vida. A partir de los 40 sentí que estaba empezando la otra mitad de mi existencia y se me despertaron gustos e intereses que quizás estaban dormidos. Me siento más entusiasta ahora que a los 20. Se preguntarán “¿qué se le dio por hacer un blog?”. Tengo intereses de todo tipo. Considero que leer es uno de los placeres de la vida, que el arte nos estimula los sentidos y que viajar nos enriquece el intelecto y el alma. Siempre me gustó descubrir la otra cara de las ciudades, hacer hallazgos donde no es fácil identificar a primera vista, descubrir y redescubrir lugares, conocer a la gente, estudiar la naturaleza humana en sus diferentes realidades, hurgar un libro hasta el cansancio, improvisar críticas de cine de lo más personales con amigas, salirme del clásico circuito pautado por unos pocos y estar pendiente de qué se puede hacer acá, allá o donde fuere. Pero sobre todo, me gusta reírme, y si es a carcajadas, mejor todavía. También soy una máquina de registrar datos. Siento un disfrute especial cuando lo hago. Mis amigas me llaman las “páginas amarillas”. Y hasta acá llegué para no aburrirlos hablándoles de mi. ¡Entren a descubrir el blog! ¡Para mí es un verdadero disfrute hacerlo!

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