“Si cada levantada de mañana es un calvario porque hay gritos, niños que no cooperan, padres que pierden la paciencia, desayuno que se atragantan…

Si cuando son invitados a un lugar siempre es un drama la ida a buscarlos porque no se quieren ir, porque están cansados, porque como padres nos sentimos manipulados y con pocas armas porque tenemos que preservar las ‟formas”…

Si con el adolescente de la casa no se puede hablar o cuando se habla se termina con gritos y todos peleados…

Nuestra vida es un conjunto de relaciones o relacionamientos… ¿Cómo sería si cada uno de esos intercambios fuesen diseñados?

En la práctica:
Cada vez que empiezo una relación de coaching con un cliente, diseñamos cómo vamos a trabajar juntos. Le digo cómo trabajo yo y el cliente me dice qué espera de mí. Le pregunto qué necesita de mí como coach y también le dejo claro qué espero de él/ella como cliente. Hablamos también de temas logísticos, de cosas que la persona no quiere tocar o sí quiere tratar; de cómo puedo ayudarlo mejor si se estanca y de cosas previsibles que se van a encontrar en el camino. También de cómo quiere que yo, como coach, le haga ver de sus repeticiones o cómo ayudarlo para sortearlas.

Se diseña al principio y se vuelve a re diseñar todo el tiempo. Lo que se busca es compartir responsabilidades en esa relación.  No soy yo como coach que tengo el poder o la culpa de hacer que la relación de coaching funcione, sino que somos los dos. Le doy el poder al cliente de guiarme y el cliente me da el poder de “coachearlo” de la mejor forma posible.  Así, todos nos sentimos cómodos y existe un espacio –creado y consensado desde el principio- donde existe la posibilidad de cambiar cosas, si es que no están funcionando. No es el asunto, sino la relación lo que importa.

Sin querer, diseñamos relaciones en toda nuestra vida: con el mozo que me sirve en un restorán, con los cobradores que vienen determinada fecha del año a cobrar, con mis compañeros de trabajo…. Así con todo.

En lo que hoy quiero hacer foco es en diseñar nuestras relaciones en casa en forma consciente. Para esto les dejo algunas preguntas guía que les pueden ayudar. Imaginen la situación que tienen enfrente, busquen el mejor timing y siéntense a charlar sabiendo que no tendrán interrupciones y que el foco es en la relación y no en el tema especifico. La conversación y las preguntas son para ambas partes. Para que la charla tenga buenos resultados, tenemos que sentarnos a corazón abierto y con ganas de escuchar. Las preguntas son simplemente una guía y hay que adaptarlas a la forma en que –según la edad- nos puedan entender. Lo que hago a continuación es mostrar el ejemplo del tono.

Por ejemplo, algo que hago con mi hija Julia (5) y a ella hasta le da gracia y le gusta, es lo siguiente: ¿Cómo querés que resolvamos esto: ¿que vos llores, mama se enoje y las dos terminemos enojadas?; ¿o querés entendernos y que las dos estemos felices? Con Caco (3) ya es mas difícil, pero también lo aplico…

Por experiencia, son charlas que logran una intimidad y una complicidad increíble… Y, de corazón, no les deseo menos que eso con sus hijos.

¿Qué opinás?